martes, 23 de diciembre de 2008

El chico amarillo

A la memoría de Paul Newman



Nunca he timado a un hombre honesto, solo a granujas. Ellos querían algo a cambio de nada y yo les daba nada a cambio de algo.

Joseph “Yellow Kid” Weil


Artículo con banda sonora. Se recomienda escuchar el tema “The Entertainer” de Scott Joplin durante su lectura.




Los estafadores han sido los principales protagonistas de este blog desde que comenzó su andadura hace poco más de un año por lo que he pensado que ya iba siendo hora de dedicarle un artículo al que quizá haya sido el más grande timador de todos los tiempos. Un auténtico artesano del noble oficio de la estafa. Joseph Chico Amarillo Weil.

Ahora que los timos y estafas por parte de políticos, banqueros y especuladores están a la orden del día no está de más recordar una clase de estafa bien distinta. En este tipo de timos no se pretende desplumar a cientos de familias de golpe o dejar sin blanca a un puñado de inversores. Al contrario, es suficiente con una sola víctima. Tampoco la buena fe forma parte de esta historia. La buena voluntad es el peor enemigo de este tipo de golpes, la víctima debe creer que ella misma es cómplice del timo. El estafado tiene que creerse estafador y cuanto mas ambicioso sea mejor.


Pero empecemos por el principio.



Weil comenzó su andadura en el mundo de la estafa con un auténtico clásico: los remedios milagrosos. Nacido en Chicago, pronto fue un habitual de las ferias y circos. Allí ofrecía sus crecepelos maravillosos y otros tónicos capaces de curar cualquier dolencia. Este timo, habitual hoy en día hasta en la teletienda, no tardó en aburrir a Weil. Quizá la razón fuera la naturaleza de esta estafa, en la que lo principal es aprovecharse de la inocencia de la víctima, lo que le llevó por otros caminos. En sus memorias confesó que cada una de sus víctimas tenía un timador en su interior y echando un vistazo a sus golpes más famosos comprobamos que no le faltaba razón.


¿Ha visto usted a mi perro?

Un bar cualquiera en Chicago. Principios de siglo. El camarero atiende a los clientes, limpia la barra y da conversación a los borrachos cuando un extraño personaje cruza la puerta. Tiene cara de preocupación y, lo que es peor, de querer compartir esa preocupación con alguien. Resignado, asumiendo que gran parte de su trabajo consiste en escuchar las penas de otros, el camarero se acerca dispuesto a atender al nuevo cliente. El extraño resulta tener acento extranjero y tras un par de cervezas confiesa la causa de su desgracia. Ha perdido su perro hoy mismo. Pero no un perro cualquiera, no. Ha perdido un Saulsazer Atigrado (o algo así) de pura raza, uno de los pocos que quedan. Se le escapó hace unas horas por el barrio y todavía no ha podido dar con él. El hombre, entre sollozos, habla maravillas de su mascota. En Europa es considerado un perro de aristócratas, solo la creme de la creme puede permitirse tener uno de ellos. El camarero sospecha que quizá tenga ante él a un noble europeo y comienza a interesarse por la conversación, quizá incluso invite al extraño a un par de copas. Antes de irse, el extranjero hace una descripción detallada del animal y pide al camarero que pregunte por él a sus clientes. Ese perro es irremplazable y está dispuesto a pagar quinientos dólares a quien le ayude a recuperarlo. El extraño promete volver al día siguiente para ver si hay alguna noticia sobre su valioso Saulsazer.


Horas después, ese mismo día, un nuevo cliente entra en el bar. El tipo es la afabilidad en persona. Con una sonrisa de oreja y un tono de voz que inspira confianza parece la clase de persona a la que dejarías al cuidado de tus hijos o el vecino al que darías una copia de la llave de tu casa. Es Joseph Weil.


-¡Mire que suerte he tenido! -dice el nuevo cliente tras sentarse y pedir una copa-. Acabo de encontrar este perro vagando a un par de calles de aquí. Y debe ser un buen perro pues tenía collar y todo.


El camarero no da crédito a lo que ve. ¡Es el Saulsazer Atigrado! La verdad es que a él le parece un vulgar chucho callejero pero no cabe duda de que su descripción coincide exactamente con la que le hizo el extraño aristócrata.

El camarero, inmediatamente, inventa alguna excusa que justifique su interés en el animal. “La verdad es que vivo solo y no me haría mal un poco de compañía. Le pagaré cien dolares por el perro”, por ejemplo.


  • Pues lo cierto es que, en poco tiempo, ya he cogido cariño a este animal. Me daría pena deshacerme de él- responde Weil mientras acaricia la cabeza del Saulsazer.


  • Que sean doscientos dólares entonces- contesta el camarero.


La historia siempre acababa del mismo modo. Con Weil y su gancho embolsándose un gran fajo de dólares y con un camarero que creía haber hecho el negocio del siglo y que había pagado un pastón por un perro callejero como los que veía cada vez que sacaba la basura.

Con timos menores como éste Weil fue haciendo carrera en los bajos fondos de Chicago. Pronto conoció a otros estafadores con los que se asociaba a menudo como Frank Hogan, con quien formó pareja en 1903. Esta asociación es el origen del mote con el que es conocido Weil. Yellow Kid era un famoso personaje de comic norteamericano a quien siempre acompañaba su amigo Frank Hogan. Pero Weil no solo era famoso entre los estafadores. A medida que sus timos iban volviéndose más elaborados Weil necesitaba de una gran cantidad de mano de obra. Se hizo amigo de rateros, prostitutas, carteristas, jugadores profesionales, mendigos... Todos conocían a Weil y estaban más que dispuestos a participar en sus montajes. Después de todo era una forma bastante divertida de ganar dinero y los planes de Weil raras veces fallaban.



Invierta en tierra

Si la gente aprendiera -aunque dudo que suceda- que es imposible obtener algo a cambio de nada, el crimen desaparecería y todos viviríamos en armonía.

Joseph Weil


En algún selecto café un adinerado caballero observa como dos hombres de negocios se sientan en la mesa contigua a la suya. En cuanto llegan a sus oídos frases como “ganancia asegurada” o “negocio del siglo”, el honrado millonario comienza a interesarse por la conversación que está teniendo lugar a su lado.


Al parecer, el banco ha expropiado las tierras que un pobre diablo tenía en Indiana por impago de deudas y las ha sacado a la venta por 50.000$. Pero lo interesante es que esos terrenos, aunque el banco no lo sepa, tienen un valor cien veces mayor. Uno de los dos tipos que hay a su lado es geólogo y tiene información de primera mano sobre lo que hay bajo ese suelo.


  • Cuando trabajaba para la Standard Oil Company me encargaron que evaluara esos terrenos para una posible compra -está diciendo el geólogo a su acompañante-. ¡Aquello es una enorme bolsa de petroleo! Oculté esa información a la compañía pues ya entonces el dueño de las tierras estaba en bancarrota y sabía que podría hacerme con ellas a precio de ganga si esperaba un poco. Era una oportunidad única de ganar millones de dólares.

  • ¿Y qué pasó? ¿Cómo es que no eres el nuevo Rockefeller? -pregunta el otro tipo.

  • Ya sabes que pasó. Perdí mi empleo antes de poder reunir los malditos 50.000 dólares.

El millonario espera ansioso a que a alguno de los dos se le escape el nombre del banco que vende los terrenos pero no hay forma. Finalmente decide intervenir en la conversación.


  • Perdone, caballero, pero no he podido evitar escuchar la conversación que estaba manteniendo con su amigo. Quizá si me aceptara como socio capitalista ambos podríamos repartirnos la propiedad en cuestión. Yo podría disponer con facilidad del dinero necesario.


El geólogo tras muchas dudas y preguntas acaba aceptando la oferta. Por supuesto no le dice al millonario donde se encuentra el banco sino que se ofrece a acompañarlo él mismo a cambio de figurar en la escritura de propiedad. Parece un trato justo, uno pone la información y otro el capital, así que se encaminan hacia la oficina bancaria donde poder comprar los terrenos bañados en petroleo.


Una vez allí todo sucede con normalidad. El banco se encuentra situado en un espacioso local y parece bastante próspero. Hay multitud de cajeras atareadas atendiendo a los numerosos clientes, pero no importa, no tienen que hacer cola porque es el mismo director bancario quien se encarga de cerrar el trato.


  • En efecto, la propiedad que mencionan está en venta por esa cantidad pero... ¿está seguro de querer invertir en un secarral sin valor?

  • Sí, sí, usted háganos una escritura de propiedad a nombre de los dos y no se preocupe -dice el millonario con una sonrisa y dando un codazo cómplice al geólogo-. Aquí tiene los 50.000 dólares.


Una vez fuera ambos acuerdan quedar al día siguiente para planificar como venderán la propiedad por cien veces más de lo que les ha costado a alguna compañía petrolera. Habrá que hacer prospecciones, consultar con otros geólogos... Quizá hasta consigan más dinero del que esperaban. Con un abrazo ambos hombres se despiden... Y nunca más vuelven a encontrarse.


El feliz socio capitalista no tarda más que unos días en descubrir que no hay rastro del geólogo, ni de nadie con su nombre, por ningún lado. La propiedad no existe y la escritura no es más que una falsificación. Si decide acudir al banco donde se cerró el trato descubrirá un local vacío, sin rastro de cajeras, ni clientes, ni nada que recuerde a una sucursal bancaria.


Weil, que lo mismo hacia de banquero que de geólogo cuando llevaba a cabo esta estafa, lo había planeado todo a la perfección. Se alquilaba un local y se decoraba superficialmente para parecerse a una oficina bancaria. Las cajeras eran todas prostitutas y los clientes mendigos o carteristas. En ocasiones incluso contrataba compañías de teatro amateur para que todo quedara más creíble. En cuanto el millonario doblaba la esquina todo el tinglado era desmontado, cada uno de los participantes cobraba su parte del botín y desaparecían hasta que las cosas se calmasen. O hasta el próximo golpe.

El golpe

Pensaba acabar este artículo relatando la más famosa estafa de Joseph Weil pero no voy a hacerlo. No hay mejor descripción de ese timo que la que el director George Roy Hill y el escritor David S. Ward hicieron en 1973. Quien haya visto “The Sting” ya sabe de que hablo y quien no ya está tardando en alquilar/comprar/descargar esa gran película.


Joe Yellow Kid Weil murió en 1975 a la edad de cien años.


¡FELICES FIESTAS A TODOS!



Innes, Brian, Fakes &Forgueries, 2007

Weil, Joseph, The Con Game and "Yellow Kid" Weil,

http://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_Weil

http://www.nationmaster.com/encyclopedia/Joseph-Weil


Leer atículo completo

domingo, 30 de noviembre de 2008

El mono número cien

Esta historia trata de monos. De monos y de conciencia colectiva pero, sobre todo, de monos. Comenzó hace medio siglo en una pequeña isla del sur de Japón. Allí, ante los ojos de un grupo de científicos, tuvo lugar un suceso extraordinario.

El macaco de cara roja, o mono de las nieves, es el único primate autóctono de Japón. Su frondoso pelaje le aísla del frío y le permite vivir en hábitats de montaña situados a gran altitud. Esto, unido a su afición a nadar por mar abierto, ha permitido al macaco japonés colonizar un gran número de islas del archipiélago y ocupar una variedad inusual de nichos ecológicos, desde la frondosa selva hasta las nevadas cimas de las montañas. Forman grupos de hasta medio millar de individuos y son conocidos, sobre todo, por su costumbre de darse relajantes baños en las fuentes de aguas termales. La imagen de un puñado de macacos metidos en una humeante charca en medio de la nieve es un clásico de los documentales de naturaleza.



Otra de las características a destacar de estos monos es su gran inteligencia. Están entre los primates más inteligentes. Este hecho es clave para entender la historia de los cien monos.

En la década de los cincuenta un equipo de científicos japoneses estudiaba una comunidad de macacos de cara roja en la isla de Koshima, en el sur del archipiélago japonés. Los investigadores, de vez en cuando, ofrecían fruta y otros alimentos a los monos. Un día, uno de los científicos dio una patata llena de tierra a uno de los macacos. No se sabe si por accidente o de forma intencionada la patata acabó en un charco de agua de mar. Al recuperar su regalo el macaco descubrió que el agua no solo había limpiado toda la tierra que recubría el tubérculo sino que también le había otorgado un sabor salado que lo hacía mucho más apetitoso. Desde ese día, cada vez que los científicos daban una patata a ese mono ocurría lo mismo. El animal corría hasta la orilla del mar y la lavaba a conciencia hasta que no tenía ni rastro de tierra. Luego, orgulloso de su descubrimiento, se zampaba la salada patata.


Pero fue al cabo de unos días cuando los científicos descubrieron algo mucho más asombroso. Al recibir sus regalos, eran varios los monos que cogían las patatas y se iban al mar a lavarlas. Al parecer, el descubridor de tan novedosa receta culinaria en el mundo de los monos había enseñado su técnica a algunos vecinos. Estos, a su vez, se la enseñaron a otros monos. Pronto, el lavar las patatas en agua de mar se convirtió en algo habitual en la colonia de monos.


Los científicos estaban maravillados. Si bien no es algo extraordinario entre los animales que un individuo enseñe a otro conocimientos adquiridos (cultura) si que es algo bastante raro. Que yo sepa existen al menos otras tres especies entre las que la transmisión cultural es habitual: el chimpancé, el bonobo y el ser humano; y es probable que también se dé el caso entre lobos y delfines (¿algún biólogo en la sala?).


Pero lo mejor estaba por llegar. Un suceso realmente único y extraordinario. Como he dicho la técnica de lavado de patatas descubierta por el macaco número uno pronto fue extendiéndose por toda la población. Hasta que el macaco número cien aprendió a lavar patatas. En ese momento se obró el milagro. De repente, y sin ningún tipo de enseñanza por parte de un colega, todos los macacos de cara roja aprendieron a lavar patatas. No me refiero a todos los macacos del grupo sino literalmente a todos los macacos de cara roja. Poblaciones de macacos situadas en la otra punta de la isla, incluso poblaciones de otras islas, adoptaron de la noche a la mañana la técnica del primer macaco.

Al llegar al macaco número cien, los monos, cual plutonio, habían alcanzado una especie de masa crítica mental y la idea se había instalado por arte de magia en las mentes de todos los miembros de la especie. Era una prueba irrefutable, ya que había un montón de científicos de testigos, de la existencia de la conciencia colectiva.


Como es lógico, la mayor parte de esta historia es mentira.


Suele ser bastante difícil seguir el rastro a una leyenda urbana hasta descubrir como se originó pero este caso es una excepción. La mentira de los cien monos tuvo un comienzo bastante marginal y, poco a poco, se fue abriendo paso hasta convertirse en un hecho probado para multitud de personas. La primera mención al fenómeno la encontramos en el libro de 1975 Rhythms of Vision: The Changing Patterns of Belief escrito por Lawrence Blair, un autor de tercera fila seguidor de las corrientes New Age. En esta primera versión ya encontramos todos los elementos de la historia: la isla japonesa, los científicos, las patatas y el macaco número cien que desencadena la mente colmena monesca. Cuatro años después volvemos a encontrar la misma historia, contada de forma idéntica, en el libro Lifetide: a Biology of the Unconscious” de Lyall Watson. Watson es un conocido autor de libros New Age, incluso ha participado en la realización de documentales para la BBC. Con su libro, la historia de los cien macacos recibió un importante impulso.

Pero fue en 1982 cuando la mentira alcanzó el estatus de noticia. Ese año se publicó el libro “The Hundredth Monkey” de Ken Keyes. Keyes era una especie de Danielle Steel de la Nueva Era. Especializado en temas de autoayuda y crecimiento personal sus libros solían estar entre las listas de los más vendidos. Tras el libro del gurú Keyes, la leyenda pasó a formar parte de forma oficial de la mitología New Age. Es citada de forma recurrente cuando se tratan temas como el poder de la mente o la percepción extrasensorial. El showman (aunque el se denomina científico) Rupert Sheldrake ha esgrimido el fenómeno de los cien monos como defensa de su teoría de los Campos Mórficos y de la existencia de la telepatía.

En este caso no es complicado probar la falsedad del mito. Elaine Myers y Michael Shermer acudieron a los archivos de la revista Primates, donde fueron publicadas las investigaciones originales, para descubrir que había sucedido en realidad en la isla de Koshima.


Nada más empezar encontraron el primer error. No eran patatas sino batatas lo que los científicos regalaban a los monos. No es un fallo significativo pero no importa, solo es el primero. En 1952 fue observado el primer macaco lavando las batatas en el mar. En 1962, diez años después, el número de monos que tenían esta costumbre era de treinta y seis. Podemos observar como, lejos de la explosión de cultura hasta alcanzar la masa crítica, el habito de lavar batatas fue extendiéndose de forma bastante gradual. Los científicos describen como la costumbre es enseñada por los monos adultos y aprendida por los jóvenes. El aprendizaje por parte de los adultos era muy escaso por lo que la costumbre iba generalizándose cuando unas generaciones sustituían a otras, de forma bastante lenta.


¿Y los monos de otras islas? Es cierto que en otras islas, años después, fue observado el mismo fenómeno cuando otros grupos de investigadores daban batatas a los monos. A esto podemos dar, como mínimo, tres explicaciones:


a) Tal y como hizo el primer mono, otros monos en otras islas podrían haber descubierto el fenómeno por su cuenta y difundido el hábito entre sus compañeros. Después de todo estamos hablando de una de las especies animales más inteligentes y lavar una batata no es que sea resolver una ecuación de tercer grado (sin desmerecer a los macacos)


b) Los macacos de cara roja son bastante viajeros. Incluso marineros. Con relativa frecuencia se observa como los macacos nadan de una isla a otra. Ya sea en solitario o en grupo usando maderos y troncos a modo de balsa, los monos de las diferentes islas mezclan sus poblaciones a menudo. Con que uno solo de los viajeros tuviera el hábito de lavar patatas habría bastado para enseñar la técnica a las nuevas generaciones de otra colonia de monos. Auténtico mestizaje cultural macaco.


c) La explicación del mono número cien.


Tenemos al menos dos explicaciones mundanas para un fenómeno que resuelven el problema sin recurrir a lo paranormal. ¿Para qué necesitamos la tercera explicación? Incluye elementos sobrenaturales, datos falsos y plantea muchísimas más preguntas de las que responde.


Por supuesto, la tercera explicación es la que ha alcanzado notoriedad y la que mas literatura ha generado. Contiene un elemento clave que la hace muy atractiva a las corrientes New Age: la utilidad del no hacer nada. El fenómeno del mono número cien ha sido usado como soporte para los experimentos en los que se pretendía bajar los indices de criminalidad rezando y pensando de forma positiva. ¿Para que mover el culo y resolver un problema si lo único que hace falta es concentrarse, sonreír y tener buen rollo? Tras la defensa del poder de la mente lo único que se esconde es un deseo de no usar el poder del cuerpo. La toma de conciencia (expresión que cuanto más popular se hace menos entiendo) está cada día más sobrevalorada.



El efecto del centésimo mono (Wikipedia, inglés)


Shermer, Michael, Por qué creemos en cosas raras, pp 58-60 1997 (En el primer capítulo, Shermer hace un magnífico análisis del fenómeno)


Carroll, Robert Todd, The Skeptic´s Dictionary, pp 165 y 166, 2003



Leer atículo completo

lunes, 17 de noviembre de 2008

Sexismo oral

Sexo, lengua, estudios de género y otras imposturas, 3


En el último ranking del Foro Económico Mundial sobre igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres España ha caído siete puestos. Del décimo lugar hemos pasado al decimoséptimo. Y esta posición es engañosa. Es demasiado optimista. Que España se encuentre entre los veinte países con mayor igualdad sexual se debe principalmente al número de ministras y a la aprobación de leyes de igualdad, pero no a la eficacia de esas leyes. Esa posición no hace justicia a la situación real de las mujeres. Si tenemos en cuenta solo la igualdad salarial, el último escollo a superar para lograr la igualdad total en occidente, nos encontramos con que España ocupa la posición número 124, por detrás de los Emiratos Árabes (puesto 40), Surinam (puesto 101) o Zimbawe (puesto 34)


La causa de este fracaso no es difícil de encontrar. A pesar del esfuerzo derrochado en prohibir anuncios, hacer estudios sobre el machismo en los videojuegos, en la televisión, en la literatura y hasta en los edificios, resulta que en asuntos reales e importantes estamos al nivel del tercer mundo. Creo que fue Richard Feynman quien dijo que ninguna tecnología exitosa podía basarse en las teorías erróneas. En los dos artículos anteriores he hablado sobre la precaria (siendo amables) base intelectual que sustenta los estudios de género. No es de extrañar que la puesta en práctica de esas teorías resulte ser un fracaso absoluto.


Un ejemplo claro de como el feminismo de género se equivoca en la teoría y se equivoca en la práctica lo encontramos en su reivindicación estrella: la erradicación del sexismo en el lenguaje, encarnado en el malvado masculino genérico.


No creo que sea discutible que el habitual masculino genérico que encontramos en las lenguas romances tuvo un origen sexista. La elección del sexo masculino y no el femenino para designar la generalidad debió obedecer a un claro desequilibrio de poder en favor del varón. La pregunta es: ¿sigue el masculino genérico conservando algún tipo de carga sexista? ¿Perjudica en algún modo a la igualdad plena entre hombres y mujeres? Quien así lo crea debería presentar las pruebas que le llevan a estas conclusiones ya que hasta ahora nadie las ha encontrado.


Si no nos nombran no existimos” reza una campaña del Instituto de la Mujer contra el masculino genérico. De lo que se deduce que millones de mujeres deben su existencia a las campañas contra el lenguaje sexista. Habría que recordar a estas falsas feministas que grandísimas escritoras, artistas, científicas o políticas han gozado de una relativamente corpórea existencia a pesar del masculino genérico. Algunas, como en el caso de las escritoras, han existido incluso usando, con gran maestría, el masculino genérico en sus obras.


Si hay algo que ha caracterizado las campañas contra el masculino genérico ha sido que todas han fracasado estrepitosamente. La obsesión con que el uso del masculino es un agravio contra las mujeres ha impedido que las promotoras de estas campañas se dieran cuenta de que, antes que machista, el masculino genérico es cómodo. ¿Quien puede prescindir de un vosotros o un nosotros? Ni la más acérrima defensora de la igualdad en el lenguaje puede asegurar que no usa a diario el masculino genérico sin darse cuenta de ello. Y no está siendo machista ni negando la existencia a las mujeres por ello.


Y cuando todas estas campañas en contra de un supuesto lenguaje sexista fracasan, el feminismo de escaparate le echa las culpas a su malvado enemigo: la RAE. Cuando, no nos engañemos, la RAE ni pincha, ni corta, ni debería hacerlo. No es un símil muy original el que voy a usar pero es el que más se ajusta a la realidad. Las lenguas están vivas. El lenguaje de la gente será el que a la gente le dé por usar en un determinado momento, por más que intenten impedirlo RAEs o Institutos de la Mujer. A lo mejor el castellano acaba evolucionando y convirtiéndose en una lengua completamente neutra, como el marain de las novelas de Ian Banks. Algo así podría suceder, las lenguas cambian, pero lo que está claro es que ni la RAE podría impedir que sucediera tal cosa, ni el Ministerio de Igualdad podría forzar ese cambio.


Personalmente no creo que un cambio así pueda darse a corto plazo. Si algo funciona la gente tiende a seguir usándolo. Sobretodo teniendo en cuenta las horrorosas alternativas. De la @ mejor no hablar. Un texto que usa arrobas y no es un correo electrónico no merece ser leído. El uso de la terminación doble separada por una barra (alumnos\as) solo tiene sentido en formularios y similares. Y la duplicación de términos simplemente es absurda. Nadie usa dos palabras cuando con una puede decir lo mismo. Por supuesto que en ocasiones el uso del masculino genérico puede dar lugar a error, es lógico, pero el lenguaje ofrece suficientes recursos para salvar esas situaciones y la confusión no es habitual. La mayor parte de las veces, simplemente, el masculino genérico funciona bastante bien y lo usamos sin ser conscientes de ello.


Pero supongamos que los Estudios de Género tienen razón. Supongamos que el masculino hace que nuestra representación mental de la realidad esté despoblada de mujeres y que todos los que lo usan acaban pensando como malvados falócratas. Aun en ese caso, el feminismo de género seguiría errando al aportar soluciones. Son los cambios en la sociedad los que hacen cambiar el lenguaje y no al contrario. Es la cultura la que dota de significado a las palabras y no éstas últimas las que moldean la cultura. Pensemos en los eufemismos. Tullido, paralítico, lisiado, inválido, minusválido, discapacitado, persona dependiente... Todos estos términos han ido usándose a lo largo del tiempo, siendo sustituidos “oficialmente” cada vez que adquirían connotaciones negativas. No recuerdo cual es el políticamente correcto esta temporada pero apuesto a que no durará mucho. La gente no puede evitar cargar negativamente una palabra que describe algo que uno nunca querría que le sucediese. Y eso, que no tiene nada en absoluto que ver con la discriminación, no va a cambiar por más veces que se cambie la palabra. No se moldea a la gente cambiando el lenguaje, sobretodo porque la gente, la mayor parte del tiempo, habla como le da la gana.

Visto que el Instituto de la Mujer se basa en teorías dudosas para detectar el sexismo y ofrece soluciones imposibles a problemas inexistentes, cabría preguntarse si no es el momento de que la causa de la mujer recupere un feminismo a la altura de las circunstancias. España está a la cabeza en igualdad educativa, sanitaria y de acceso al mundo laboral. Pero estos logros se consiguieron durante la década de los ochenta y han crecido desde entonces de forma constante. El último desafío importante al que debía enfrentarse el feminismo en España era la igualdad salarial. Y ha fracasado estrepitosamente.


La brecha salarial entre hombres y mujeres que desempeñan el mismo oficio es en España de las mayores del mundo. Esa es la realidad, pero el Instituto de la Mujer ha decidido que es mucho mejor invertir en propaganda que en realidad. Se financian estudios demenciales y se hacen afirmaciones contundentes sin apoyarse en una base científica de ningún tipo. Es un feminismo de salón, lejos de sus orígenes combativos, que se dedica a discutir sobre cosas que no interesan lo más mínimo a nadie y no mueve un dedo para solucionar los problemas reales.


Lo peor de todo es que esa obsesión por buscar sexismo en todas partes está comenzando a parecerse bastante a una caza de brujas. Cuando absolutamente todo (anuncios, palabras, libros, películas, series, ¡edificios!) es examinado con lupa en busca de sexismo que denunciar se acaba inventando discriminación allí donde no la hay y olvidándose de la real. Los estudios financiados por este feminismo no están diseñados para buscar sexismo, están diseñados para encontrarlo. Y si no lo hay, se inventa.


En los comentarios del artículo anterior, Orayo enlazó un estudio sobre el sexismo en los videojuegos. El videojuego Lemmings, donde el jugador ha de evitar que decenas de asexuados y diminutos lemmings se suiciden, es acusado de sexista ya que los oficios que estos desempeñan son masculinos. Los lemmings pueden ser constructores, paracaidistas, carpinteros o ingenieros. ¿Consideran los autores del estudio que esos oficios son masculinos? Eso sí es sexismo, no el videojuego.


No solo se encuentra sexismo allí donde no existe sino que es denunciado allí donde debe haberlo. Los videojuegos de la saga GTA son presentados como si hubieran sido hechos por el mismísimo diablo. Se olvida en este estudio que esos juegos pertenecen al género negro. Un género que se caracteriza por sus personajes al margen de la ley. Un género para adultos poblado de atracadores, asesinos, psicópatas y todo tipo de delincuentes. Y se pone el grito en el cielo por que los personajes son machistas... Es ficción, con personajes de ficción y situaciones de ficción. Cuando el comportamiento machista de personajes de obras ficticias, sean libros, películas o videojuegos, es denunciado hemos perdido el norte por completo.


Por último, una curiosa coincidencia. Este feminismo impostor se asocia, por desgracia, a los movimientos de izquierdas por eso sus defensores probablemente desconozcan que tienen unos aliados inesperados que usan sus mismos argumentos. Comparemos:


El masculino genérico para referirse a las mujeres debe dejar de ser empleado pues daña la realidad social misma de las mujeres”

El término matrimonio para referirse a las familias homosexuales debe dejar de ser empleado pues daña la realidad social misma de la familia”


La estupidez, más que la política, hace extraños compañeros de cama.



Leer atículo completo

domingo, 26 de octubre de 2008

Estupideces

Sexo, lengua, estudios de género y otras imposturas, 2


Primera parte aquí.



Algo malo le sucedió a las ciencias sociales en Europa a finales de los sesenta. Algo muy, muy malo. Algo raro y malo. Ante el asombro de sus colegas de otras disciplinas, un buen número de psicólogos, sociólogos y antropólogos comenzaron de pronto a decir estupideces y sinsentidos. La posmodernidad había tomado las universidades.


Y no, no uso el término de forma provocativa o para ser hiriente. Uso la palabra estupideces porque, como se podrá comprobar más adelante, es la expresión que con mayor precisión describe lo que salía de sus plumas. Quiero dejar claro que no tengo nada en contra del posmodernismo como movimiento literario o artístico. Al contrario, me parece perfecta la subversión que supuso. Lo que quiero demostrar en este artículo es que el posmodernismo, aplicado al ámbito académico, fue un golpe casi mortal a las ciencias sociales del que todavía se están recuperando. Y en algunos casos, como en el de los estudios de género o de la mujer, no se han recuperado en absoluto.


De repente, sobretodo tras 1968, un montón de profesionales que llevaban décadas luchando por que su estatus en ciencia se equiparara al de los científicos puros empezaron a renegar del método científico y a llevar a cabo sus estudios e investigaciones como si de análisis literarios se tratara. Cuanto mayor era el sinsentido en sus publicaciones, más fama cosechaban (véase Lacan o Derrida). Prescindiendo de un referente real, sus estudios estaban plagados de citas y notas al pie que mentaban a otros colegas, que a su vez citaban a los citadores. Como dije en el anterior artículo, su análisis se reducía a un circuito cerrado de referencias, al margen del método o de cualquier disciplina seria. Era un mundo académico aparte que, en lugar de estudiar la realidad, se estudiaba a si mismo. Cualquiera podía decir la tontería que le viniese en gana siempre que tuviera un montón de notas al pie, una bibliografía más extensa que el propio texto y estuviera escrita en el lenguaje mas farragoso y confuso posible.

Antes de seguir conviene dejar claro que se entiende por posmodernismo. Aunque estamos hablando de multitud de corrientes de pensamientos distintas, e incluso opuestas, todas tienen suficientes características en común como para justificar su agrupamiento bajo el término posmodernismo. Marvin Harris hace un resumen de estos rasgos comunes en Teorías sobre la cultura en la era posmoderna:

De las numerosas fibras que componen el posmodernismo, la más notoria y destacada es el descrédito de la ciencia y la tecnología occidentales. Entre las demás fibras que corren paralelas a este nervio central figuran:

  • La representación de la vida social como un texto

  • La elevación del texto y el lenguaje al rango de fenómenos fundamentales de la existencia

  • La aplicación del análisis literario a todos los fenómenos

  • El cuestionamiento de la realidad y de la idoneidad del lenguaje para describir la realidad

  • El desdén o el rechazo del método

  • El rechazo de las teorías generales

  • La prioridad concedida a las relaciones de poder y a la hegemonía cultural

  • El rechazo de las instituciones y logros occidentales

  • Un relativismo radical y cierta propensión al nihilismo”


Yo añadiría el uso a conciencia de un lenguaje farragoso y confuso para dotar de apariencia culta unos textos vacíos y la autocita. Pero vamos, que por mucho que se las den de sesudos intelectuales sus defensores, el posmodernismo no es más que un New Age a la europea, donde lo literario sustituye a lo místico.


Veamos un par de ejemplos. Primero, Jacques Lacan. Junto con Derrida, Lacan es una de las figuras más importantes del posmodernismo. Es famoso por su revisión del psicoanálisis mediante las matemáticas. Pero que nadie se haga ilusiones. Lacan usaba las matemáticas sin el menor sentido y sin venir a cuento. Tenía una especie de teoría geométrica de los trastornos mentales que es absolutamente delirante. Su relación con el feminismo fue de amor odio. Por un lado fue bastante influyente y su frase “La mujer no existe” ha sido citada hasta la saciedad. Pero por otro nunca pudo quitarse el estigma de falócrata por su defensa del psicoanálisis.


Dejemos que Lacan se exprese por si mismo:


Denominamos aquí el punto que cubre la imposibilidad de la relación sexual como tal. El goce, en tanto que sexual, es fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal.

Sigamos aquí el complemento de está hipótesis de compacidad.

La topología que califiqué de más reciente, partiendo de una lógica construida sobre la interrogación del número, que conduce a la institución de un lugar que no es de un espacio homogéneo, nos proporciona una fórmula. Tomemos el mismo espacio acotado, cerrado, que se supone instituido, el equivalente de lo que hace poco establecí como intersección que se extiende hasta el infinito. Si lo suponemos recubierto de conjuntos abiertos, es decir, que excluyen su límite -para darles una imagen rápida, el límite es lo que se define como algo más grande que un punto, más pequeño que otro, pero en ningún caso igual ni al punto de partida ni al punto de llegada- se demuestra que es equivalente decir que el conjunto de esos espacios abiertos abiertos permite siempre un subrecubrimiento de espacios abiertos, que constituye una finitud, o sea, que la serie de los elementos constituye una serie finita.”

Es así como el órgano eréctil viene a significar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahí que sea equivalente a al √-1 del significado obtenido más arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de falta de significante: (-1)”


Espero que a estas alturas se entienda el por qué del título del artículo. Al leer algo así uno se pregunta como el autor de semejante sarta de tonterías sin sentido alguno pudo ser una figura destacada de movimiento alguno. Es difícil imaginar como se puede citar a este autor, o prestarle la más mínima atención siquiera, después de decir cosas como que el órgano eréctil es equivalente a √-1. ¿Qué sentido tiene eso?


Ahora veamos a una de las más influyentes feministas del posmodernismo. Luce Irigaray. Irigaray fue discípula de los dos grandes, Derrida y Lacan, aunque en su publicación más famosa, “El espejo de la otra mujer”, se desmarcaba de este último y se decantaba por el feminismo de la diferencia (ver artículo anterior). También fue la primera y más firme defensora de las teorías del lenguaje sexista. Junto a Julia Kristeva y Hélène Cixous, Irigaray es una de las más importantes figuras del feminismo moderno. Mantenía que la ciencia estaba contaminada de masculinidad ya que eran hombres los que la realizaban. “[...]la ciencia hace siempre determinadas elecciones, determinadas exclusiones, debidas, sobretodo, al sexo de los estudiosos que se dedican a ella” Veamos como Irigaray justifica esta afirmación”



Por lo que respecta a Einstein, desde mi punto de vista, la cuestión más importante que plantea es la de que la única esperanza que nos deja es su Dios, dado su interés por las aceleraciones sin reequilibrios electromagnéticos. Lo cierto es que Einstein tocaba el violín y que la música le ayudó a preservar su equilibrio personal. Pero para nosotros, ¿qué representa esa relatividad general que gobierna más allá de las centrales nucleares y que pone en duda nuestra inercia corporal, necesaria condición de vida?”


La mecánica cuántica se interesa por la destrucción del mundo”


¡Ajá! Ahora entiendo el revuelo del LHC. Todos esos malditos físicos están conspirando para destruir el mundo mediante un agujero negro. Gracias, Irigaray.


El siguiente párrafo es mi favorito:


¿La ecuación E = mc² es una ecuación sexuada? Tal vez. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa”


¿ E = mc² sexuada? ¡Por dios, es una ecuación! La relación entre la masa y la energía sería exactamente la misma aunque la hubiera descubierto una mujer. La luz se va a mover a la misma velocidad aunque la mida la misma señora Irigaray. Por cierto, ¿por qué Irigaray considera la velocidad como un atributo masculino? A mi me suena directamente a machismo.


Para cualquiera con dos dedos de frente queda claro con solo leer estos fragmentos que no son más que sandeces. Pero, ¿cómo podríamos demostrarlo? La respuesta de los que defienden algunas de las corrientes posmodernistas cuando se les acusa de no tener fuste alguno suele ser un “lo que pasa es que es demasiado denso para que tú lo entiendas” o un “necesitas ser un experto en estos autores para comprender su profundidad” o algo así. Siempre acompañando la frase de una media sonrisa y una mirada de superioridad, eso es esencial. Afortunadamente un científico diseñó un experimento perfecto para probar la tontería. El físico Alan Sokal consiguió encontrar la manera de demostrarle a un estúpido su propia estupidez.




Prueba empírica 2:


El genial fraude de Alan Sokal


En 1996 la prestigiosa revista de humanidades Social Text publicó un artículo revolucionario. Social Text pertenece a la corriente posmodernista de la ciencia social y, como tal, recibe críticas a menudo de la comunidad científica que la acusa de publicar pseudociencia. Pero en 1996 las cosas cambiaron. Un científico puro, un físico, se había pasado al otro lado escribiendo un artículo en el que defendía encarecidamente a Lacan, Derrida, Irigaray y compañía. Sokal afirmaba la validez del análisis textual de la realidad propuesto por el posmodernismo y se sumaba a las críticas de éste al academicismo racional y cientifista. El artículo de Sokal se llamaba “Transgredir las fronteras: hacia una herméutica transformadora de la gravedad cuántica” y fue publicado en un número especial de la revista en dedicado a rebatir los argumentos cientifistas.


El editor de Social Text debió quedarse sin habla cuando descubrió que, el mismo día en que salía el especial de Social Text, otro artículo de Sokal era publicado en la revista Lingua Franca. En ese otro artículo Sokal confesaba que el texto que había enviado a Social Text no era más que una broma, una parodia pensada para poner a prueba el rigor de la publicación. Sokal había seguido al pie de la letra las que el pensaba que eran las reglas del posmodernismo. Había escrito un montón de sinsentidos y barbaridades, negado la existencia de la realidad y puesto en duda la veracidad del número π. Por supuesto, lo había aderezado todo con un buen número de citas al azar de varias autoridades de los estudios sociales y con una bibliografía de igual tamaño que el artículo.


El artículo-fraude de Sokal no solo fue publicado sino que lo fue en número especial que pretendía defenderse de los ataques del “cientifismo”



Por supuesto no estoy afirmando aquí una continuidad de estas corrientes del pensamiento en las ciencias sociales en la actualidad. En los programas académicos de psicología o sociología, estas tendencias cada vez tienen menos cabida. Sin embargo, la parte visible: los “expertos” que aparecen en los medios o los libros que llenan la sección de psicología de las librerías generales siguen siendo, mayoritariamente, falsa ciencia social. Y en algunos casos, como en el de los Estudios de Género o los Institutos de la Mujer, el fraude posmodernista sigue siendo no ya la tendencia mayoritaria sino la única.


Y no hay que investigar demasiado para encontrar la pseudociencia en los Estudios de Género. Es admitida con orgullo.


[...]estoy negando todo concepto de ciencia vigente hasta el siglo XIX, que se creía "neutra", "racional", "científica". El concepto de científico ya incluye una concepción metafísica de la verdad, y la critica de la metafísica de la verdad , y la critica de la metafísica y del humanismo es un componente esencial de esta construcción teórica que estoy intentando discutir”

El Pos-estructuralismo en los estudios de género

Marko Monteiro, antropólogo



En “El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z” colaboran Eva Giberti y Diana Maffia. Según la autora del diccionario, Susana Gamba, son “dos figuras claves del feminismo actual” Solo hace falta leerlas para encontrar una continuidad clara del posmodernismo:



No fue gratuita mi apelación al marxismo y al estructuralismo en el primer párrafo, ya que, conjuntamente con el psicoanálisis, se ocuparon de lo no dicho en el decir. También plantearon la construcción de un sujeto paradojal, escindido, que oponiéndose a las concepciones del positivismo, recupera el pensamiento mítico y su eficacia en la construcción de subjetividades.

Eva Giberti


Todavía no nos realizan tacto vaginal para entrar al encuentro de mujeres, pero es un retroceso muy grande verdaderamente, es acentuar en lo biológico. Para el feminismo es un retroceso ideológico muy grande.

Diana Maffia


Pero no hay que irse tan lejos. Es suficiente con echar un vistazo a las publicaciones de los Estudios de Género en España. Podéis echar un vistazo a la revista Feminismo/s, publicada por el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de Alicante, aunque como ejemplo servirían los de cualquier instituto en cualquier universidad de España. Los artículos siguen por completo las máximas del posmodernismo que hemos estado viendo. No se aportan pruebas de nada, se analizan textualmente los problemas de igualdad como si fueran novelas, están repletos de citas y referencias de los gurús de la posmodernidad, el psicoanálisis es omnipresente y, por si todo esto fuera poco, de los diez números publicados, uno esta dedicado íntegramente a Hélène Cixous.


Entre los seminarios de este instituto podemos encontrar joyas como “Producción de Espacio y desigualdades de Género” En el se defiende la tesis de que los edificios y la forma en que en ellos se distribuye el espacio son sexistas pues están construidos por hombres y para hombres. A mi esto de edificios para hombres y para mujeres me suena a lo de “si es niña, rosa, y si es niño, azul” pero demos una oportunidad a los autores de defender su tesis. ¿Cómo llegan a esta conclusión? ¿Experimentos? ¿Encuestas rigurosas y de amplia muestra? No. Mediante el Mapa Gulliver. Los autores han hecho mapas a escala de varios edificios y los han puesto delante de varios estudiantes para que escribieran en él. Llaman a esta “técnica”, el Mapa Gulliver. Las frases (ej: “Notas Malas”, “En esta jaula paso todo el día”, “Chiringuito”) son analizadas de forma subjetiva por los autores para demostrar esta diferencia sexual de espacios. ¿La muestra sobre la que se realizó tan original, y vacío, experimento? Sesenta alumnos y sesenta alumnas, y no escogidos al azar. También se realizó en este estudio una encuesta con preguntas como “¿En los siguientes lugares te consideras principalmente mujer, estudiante, amiga\o o novia\o?” Curioso estudio de género donde te dan a elegir entre sentirte mujer o estudiante según estés en la biblioteca o en la cafetería...



Me parece indignante que en una universidad tengan cabida estudios que tienen el mismo fuste que la astrología. ¿Por qué insisten desde los Institutos de Género en pedir una consideración y un estatus académico cuando desprecian de forma consciente el método científico y la razón? ¿Por qué se subvencionan y se tienen en cuenta trabajos que tienen la misma relación con el mundo real que una novela de Stephen King? El análisis textual está muy bien para analizar una película o un libro pero no para hacer ciencia. ¿Qué sucedería si el resto de ciencias optaran por ese camino? Al analizar algo tan importante como la sociedad, las personas, se permite una total impunidad intelectual, un todo vale en el que no importa la veracidad de lo que dices. La ciencia social tiene la obligación moral de desterrar toda esta pseudociencia de sus filas, sobretodo teniendo en cuenta que son los científicos sociales los que presentan los estudios en los que se fundamentaran las políticas educativas, sociales o de igualdad de un país. Es algo demasiado importante para dejarlo en manos de vendedores de humo.


¿Y qué decir del feminismo de género? ¿Qué fue del feminismo ilustrado, del feminismo de la razón? Antes de mayo del 68 las feministas ponían como ejemplo a Marie Curie, ahora ponen a Irigaray. No soy quien para hablar en nombre de nadie, menos de las mujeres, pero pienso que el feminismo se merece algo mejor que un montón de institutos donde pululan los embaucadores y se publican textos sin sentido y sin valor académico alguno. El feminismo debería reconciliarse con la razón y divorciarse de la impostura.


Bibliografía

Ver artículo anterior

Además:

Anderson, Perry, Los orígenes de la posmodernidad, 2000

Gamba, Susana, El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z, 2007

Irigaray, Luce, El espejo de la otra mujer, 1974

Lacan, Jacques, Lecturas de psicoanálisis: Freud, Lacan, 1992

Lacan, Jacques, Momentos cruciales de la experiencia analítica, 1987

Lyon, David, Posmodernidad, 1996


.

Leer atículo completo