En 1940 el gran genetista ruso Nikolai Ivanovich Vavilov se encontraba en las montañas de Ucrania recogiendo muestras de plantas. Cualquiera que lo viera ese día podría pensar que estaba ante un campesino, cargado con bolsas de trigo, pero Nikolai Vavilov era un personaje trascendental en la Rusia estalinista y un científico de importancia mundial. Había viajado a lo largo y ancho del planeta recogiendo muestras para su colección botánica, una de las más importantes del mundo. En Europa estudió y realizó investigaciones con los mejores biólogos, incluyendo a William Bateson, uno de los padres de la genética. Su teoría sobre los orígenes geográficos de los cultivos domésticos sigue vigente hoy en día. Entre los cargos oficiales que Vavilov podía subrayar en su currículum estaban: director del Instituto de Botánica Aplicada de Leningrado, presidente de la Academia de las Ciencias Agrícolas de Leningrado, miembro de la Royal Society, director y fundador del Instituto de Genética de la Academia de las Ciencias de la URSS, presidente de la Sociedad Geográfica de la URSS...
Ese mismo día, en Ucrania, Vavilov se llevó una agradable sorpresa. Había descubierto una especie nueva de trigo silvestre, nunca vista hasta entonces. Con la bolsa llena de muestras de este prometedor descubrimiento, el científico ruso se encaminó montaña abajo pero un coche le cerraba el paso. Varios hombres de paisano se acercaron a Vavilov y le dijeron que se requería su presencia en Moscú inmediatamente.
Pocos volvieron a ver a Vavilov con vida. En Moscú fue condenado a muerte, pena que fue posteriormente rebajada a 40 años de trabajos forzados en la estepa siberiana. Allí murió el científico dos años después, completamente olvidado.
¿Qué había hecho el gran genetista darwinista ruso para merecer este destino? Precisamente, ser genetista y darwinista. Pues, como había dejado bien claro el agrónomo Lysenko, la genética y el darwinismo no eran más que invenciones del malvado capitalismo.
Hay muy pocas cosas más dañinas para la ciencia que el qué la religión se inmiscuya en sus asuntos. Esta historia trata de una de esas pocas cosas peores: cuando es la política la que se inmiscuye.
Antes de conocer el drama de Lysenko debemos tener claros un par de detalles sobre la selección natural. De forma muy resumida, la selección natural planteada por Darwin sostiene que existen variaciones entre los individuos de una determinada población, dado que los organismos se reproducen en mayor número de lo que el medio es capaz de mantener siempre existirá un número de estos organismos que perezca antes de haber podido reproducirse. Las variaciones mejor adaptadas al medio se verán beneficiadas al poder transmitir sus características a su descendencia. Un pequeño ejemplo: imaginemos una población de jirafas en un ambiente escaso de alimentos. En esta población nacen jirafas un poco mas altas de lo normal y jirafas un poco mas bajas. Las más altas llegaran a zonas de los árboles a las cuales el resto no tienen acceso, por lo tanto tienen más posibilidades de conseguir alimento y llegar a reproducirse. Con el paso del tiempo, los genes de las jirafas más altas serán más abundantes que el resto dando lugar a que la media de altura de las jirafas aumente. Dejando de lado, claro, los miles de otros factores ambientales, como los depredadores, el clima, etc.
Los más importante para entender el asunto Lysenko es tener bien claro que la selección opera sobre caracteres heredados, no adquiridos. Esto suponía un grave problema para Stalin que, como tantos otros dictadores, tenía la extraña percepción de que hasta la mismísima naturaleza debía seguir los dictados de sus ideas políticas. Y, claro está, eso de que todo dependiera de unos genes heredados no sonaba muy marxista, más bien al contrario. Por no hablar de que esos mismos genes determinaran las posibilidades de supervivencia del individuo. ¿Qué es eso de que las jirafas con cuellos más largos tenían más posibilidades que sus hermanas solo por tener la suerte de haber heredado determinados genes? ¿Dónde estaba la igualdad? ¡Si sonaba hasta a monárquico!
Los biólogos y genetistas rusos pudieron, sin embargo, desempeñar su trabajo sin demasiadas injerencias políticas. Ésto cambió cuando un oscuro personaje, aprovechando el malestar causado por las hambrunas del 29, hizo acto de presencia en la corte del zar. Trofim Denisovich Lysenko era un campesino ucraniano, sin ninguna formación científica, elevado a la categoría de agrónomo durante la colectivización debido a varias cosechas exitosas gracias a la vernalización, una antigua práctica consistente en enfriar las semillas antes de plantarlas.
Lysenko no era más que un charlatán y, como tal, su especialidad consistía en decirle a la gente lo que querían oír. Así lo describía la revista Pravda:
Si hay que juzgar a un hombre por la primera impresión, Lysenko da la sensación de un dolor de muelas; Dios le dé salud, pero tiene un porte abatido. Es mezquino en palabras y de rostro insignificante; todo lo que uno recuerda es su aspecto adusto arrastrándose por la tierra como si, cando menos, estuviera dispuesto a cargarse a alguien. Sólo una vez este científico descalzo dejó caer una sonrisa, y eso ocurrió al mencionar el pastel de cerezas de Poltava con azúcar y crema amarga.
Lysenko sostenía que la genética era una superstición burguesa y el darwinismo una idea fascista. En su lugar, Lysenko abogaba por el lamarckismo. ¿Quien era Lamarck y por qué sus teorías sonaban a gloria en los oídos de Stalin?
Jean-Baptiste Lamarck fue un excelente naturalista francés que ha pasado a la posteridad no gracias a sus múltiples aciertos si no a su más sonado error. Lamarck tenía una teoría sobre el modo en que opera la evolución cuyo principal rasgo era la herencia de caracteres adquiridos. Como ejemplo serviría bien el caso de un culturista. Según la teoría de Lamarck, sus hijos serán mas fuertes de lo normal, heredando características que su progenitor ha obtenido en vida: los músculos hiperdesarrollados. La teoría de Lamarck no era una tontería, era apoyada por multitud de científicos y combatió de igual a igual con el darwinismo, que era la teoría correcta. Sin embargo, fue perdiendo la batalla contra la selección natural poco a poco hasta sucumbir por completo con el redescubrimiento de la genética mendeliana que confirmaba sin lugar a dudas el darwinismo.
En el momento en que Lysenko presentó sus ideas ante Stalin el lamarckismo ya era una teoría obsoleta. La genética era una ciencia en auge en todo el mundo y el darwinismo ya no se discutía. Stalin se dejó engatusar por un adulador que ponía ante sus ojos una teoría que decía que la evolución no esta dirigida por una fuerza ciega si no que el esfuerzo de cada cual repercutía en su herencia. ¡Stalin ya tenía ante si una teoría de la evolución comunista! Lysenko se ganó la simpatía de la cúpula soviética pese a que el resto de sus ideas eran tan fantasiosas como el lamarckismo, o más. Por ejemplo, decía que las especies surgían por mera transformación de unas en otras. Puestas en práctica, estas ideas supusieron un desastre absoluto para la agricultura de la URSS. Mientras en el resto del mundo la genética había abierto de par en par las puertas de la hibridación de cultivos, mejorando expectacularmente las cosechas, en Rusia las hambrunas se sucedían. Las cosechas eran desastrosas y los muertos por hambre, durante la época en que Lysenko ejerció su influencia se multiplicaban. Sin embargo, Stalin lo nombró presidente de la Academia de las Ciencias Agrícolas.
Así describía la situación el físico y premio Nobel Richard Feynman durante unas conferencias en Washington:
“El gran Mendel, que descubrió las leyes de la genética y los principios de la ciencia, está muerto [en Rusia]. Sólo se le puede seguir en los paises occidentales, porque en Rusia no tienen libertad para analizar las cosas. Tienen que discutir y argumentar contra nosotros continuamente. Y el resultado es interesante. No es este el único caso en que se ha paralizado la ciencia de la biología que, dicho sea de paso, es la ciencia más activa, más excitante y con un desarrollo mas rápido en Occidente. En Rusia la biología no está avanzando nada. Ustedes pensarán que una cosa así es imposible desde el punto de vista económico. Pero, en cualquier caso, al tener las teorías incorrectas acerca de la herencia y de la genética, la biología de la agricultura en Rusia permanece atrasada. No han desarrollado correctamente el maíz híbrido. No saben como desarrollar mejores especies de patatas. Antes lo sabían. Antes de Lysenko, en Rusia, tenían mejores cosechas de patatas y productos similares que en cualquier otra parte del mundo. Pero hoy no tienen nada. Sólo discuten con occidente”
Lysenko no sólo impuso sus ideas sobre biología, también se encargó de silenciar a cualquiera contrario a ellas. Hasta la estatua de Mendel, que había en su pueblo natal, fue derribada. Las ideas del jardinero perduraron durante tres décadas. En este tiempo, pese a los fracasos de sus técnicas, Lysenko lastró la agricultura rusa dejándola muy por debajo de los niveles de producción del resto del mundo.
Lysenko no perdió su poder hasta los años sesenta y fue gracias a las presiones ejercidas por los físicos soviéticos, los únicos que habían permanecido firmes en su oposición a las ideas del jardinero. Pero el daño ya estaba hecho y la agricultura rusa aun no se ha recuperado de la influencia del nefasto campesino ucraniano.
Se cuenta que, durante una conferencia de Lysenko, el físico Lev Landau se levantó y preguntó:
¿Así pues, usted argumenta que si cortamos una oreja a una vaca, y a su descendencia, y así sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas?
En efecto -respondió Lysenko.
Entonces, señor Lysenko, ¿cómo se explica usted que en Rusia sigan naciendo muchachas vírgenes?
Excelente pregunta a la que Lysenko no supo responder.
EPÍLOGO
El problema del asunto Lysenko no fue si el lamarckismo era correcto o no. El problema fue convertir la ciencia en un instrumento político. En Occidente se cometieron también estupideces semejantes pero en este caso siguiendo una teoría correcta, el darwinismo. Pervirtiendo la selección darwiniana y la genética para que sirvieran a los intereses de grupos racistas de extrema derecha se llevaron a cabo campañas de eugenesia en Inglaterra y EEUU, entre otros países. Por no hablar de lo que el nazismo y Hitler hicieron con la genética en nombre de la pureza de la raza.
Parece ser que da igual la ideología, si la política interfiere con la ciencia el resultado es un desastre absoluto.
FUENTES
FEYNMAN, RICHARD P., Qué significa todo eso, 1998, pp. 64-66
GOULD, STEPHEN JAY, El pulgar del panda, 1980, pp. 84-93
GRATZER, WALTER, Eurekas y euforias, 2002, pp. 213-217
JUDSON, HORACE FREELAND, The Great Betrayal Fraud in Science, 2004, p 194
http://www.historiasdelaciencia.com/?p=146
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