lunes, 24 de diciembre de 2007

Martin y Stanley salvan el mundo

¿Fusión fría? ¡En Salt Lake City no se puede conseguir ni cerveza fría!

Mark Russell




En marzo de 1989 el petrolero Exxon Valdez encalló en la costa de Alaska provocando una de las mayores catástrofes ecológicas que se recuerdan. El medio ambiente preocupaba cada vez más a la gente que, gracias a las noticias, comenzaba a conocer términos como efecto invernadero o capa de ozono. El CO2 producido principalmente por el uso de combustibles fósiles ya comenzaba a destacar como el más importante de los problemas a los que tendríamos que hacer frente.


Por fortuna, el mismo día en que se produjo el accidente del Exxon Valdez, dos científicos de la Universidad de Utah en Salt Lake City, Martin Fleischmann y Stanley Pons, anunciaron al mundo entero el fin de nuestros problemas energéticos. Habían conseguido, nada más y nada menos, que llevar a cabo un proceso de fusión fría en su laboratorio y lo comunicaron a los medios en una multitudinaria rueda de prensa. Anteriormente habían ofrecido la primicia al Financial Times y al Wall Street Journal que abrían sus ediciones esa misma mañana con la impresionante noticia de esta nueva fuente de energía limpia y casi infinita.


En principio parecía sorprendente el hecho de que dieran a conocer de este modo el fruto de sus investigaciones. Normalmente, los descubrimientos son compartidos con un grupo de colegas que puedan aportar una visión distinta y detectar algo que se les pueda haber pasado por alto a los investigadores. Luego se suelen publicar en revistas especializadas que hacen que el artículo sea examinado por un grupo independiente de científicos especializados en ese área concreta antes de sacarlo a la luz. Por supuesto esto no es obligatorio, algunas investigaciones son publicadas en revistas más generalistas como Nature o en forma de libros, incluso pueden ser dadas a conocer a través de conferencias en universidades. Pero hacer una rueda de prensa parecía más propio de actores o deportistas que de científicos. Además, Fleischmann y Pons habían dado muy pocos detalles sobre el modo en que habían llevado a cabo su experimento. Esto provocó un cierto rechazo inicial que no tardó en ser superado por la ambición de sumarse a un experimento semejante. Cientos de laboratorios en todo el mundo se lanzaron a la caza de la fusión fría intentando repetir el experimento de Utah.


Gary Taubes comparó el fenómeno provocado en torno a la fusión fría con la apuesta de Pascal. Blaise Pascal era un matemático del siglo XVII y su apuesta era la siguiente: “Apuesta a que Dios existe. Poco tienes que perder si estás equivocado pero si aciertas, lo ganas todo” Los físicos apostaron a que le fusión fría era cierta no por las pruebas que tenían, que eran escasas, sino por que si acertaban la ganancia sería infinita. Nada menos que los problemas ambientales y energéticos de todo el planeta resueltos de un plumazo.


Lamentablemente no tienen nada que ver los beneficios que nos pueda reportar una determinada idea con su veracidad.





Ascenso...

La fusión consiste en la unión de dos núcleos atómicos dando lugar a un solo átomo y emitiendo enormes cantidades de energía en el proceso. La energía que recibimos del Sol es causada por la fusión de núcleos de hidrógeno. El problema es que para fusionar dos núcleos atómicos necesitamos acercarlos mucho, venciendo la repulsión de sus cargas, para que entre en juego la interacción nuclear fuerte y se unan en un sólo núcleo. En el Sol, las altísimas temperaturas provocan violentas colisiones entre los núcleos de hidrógeno que facilitan el proceso de fusión. Aquí, en la tierra, necesitaríamos temperaturas aun mayores pues hay mucha menor presión que en el Sol... y no conocemos ningún material con el que poder fabricar un recipiente que soporte semejantes temperaturas. Se han llevado a cabo procesos de fusión usando una botella magnética, un cilindro que usa campos magnéticos para contener el proceso de fusión. Sin embargo, la energía necesaria para llevar esto a cabo es mucho mayor de la obtenida por la fusión; no parece una fuente de energía muy rentable.


Fleischmann y Pons afirmaban haber conseguido la fusión con un vaso lleno de agua pesada (agua donde el deuterio ocupa el lugar del hidrógeno ordinario), dos electrodos, uno de ellos de paladio, y una batería. Eso es todo. Si era verdad, esta nueva fuente de energía limpia y segura estaba al alcance de un laboratorio de instituto. ¡Energía gratis para todos! Y no eran dos charlatanes lo que afirmaban tal cosa. Fleischmann era un químico de renombre con una reputación intachable, incluso era miembro de Royal Society. Pons era el joven de la pareja, el que aportaba la sangre nueva y las ideas frescas al sabio y respetable Fleischmann. Quizá radique ahí el problema de toda esta historia, como muchos han señalado, Fleischmann necesitaba a alguien que le diera una segunda opinión, que le corrigiese cuando se equivocaba y confiaba en que Pons era esa persona. Pons, por su parte, tenía una fe ciega en su tutor y era incapaz de ver con ojos críticos el trabajo del venerable químico, dando por buenas todas sus conclusiones. Entre uno y otro cubrían las imperfecciones de su famoso descubrimiento.


El método propuesto por los dos científicos para llevar a cabo la fusión era muy sencillo y no requería temperaturas extremas. Al hacer pasar corriente por el electrodo de paladio, éste absorbe los átomos de deuterio que se van pegando a su estructura. Los dos químicos afirmaban que los núcleos de deuterio acababan tan cerca unos de otros que vencían la repulsión y se fundían.


Los físicos han concentrado sus esfuerzos en las altas temperaturas; nadie ha pensado en usar una presión elevada” decía Fleischmann. Sin embargo, esto es completamente falso. Las altas concentraciones de hidrógeno en los metales son de sobra conocidas y, por ejemplo, en el titanio se pueden conseguir concentraciones de isótopos de hidrógeno tres veces mayores a las conseguidas por Fleischmann y Pons en su electrodo de paladio. Y son estables, no se fusionan. Robert L. Park, físico de la universidad de Maryland, se lamentaba: “¿Cómo es posible que Pons y Fleischmann hayan estado trabajando en la idea de la fusión fría durante cinco años, según afirman, sin ir a la biblioteca a enterarse de todo lo que ya se sabe acerca del hidrógeno en los metales?”


Sin embargo, como hemos, dicho las ganancias serían muy altas si la fusión podía conseguirse de ese modo por lo que apostar por la pareja revelación de la química parecía lo apropiado. Laboratorios de primera línea centraron todos sus esfuerzos en conseguir los efectos que Fleischmann y su ayudante habían descrito en la rueda de prensa. Las revistas de todo el mundo anunciaban la fusión fría como la gran esperanza en lo que respecta a nuestros problemas energéticos y de medio ambiente. Se celebraron congresos sobre fusión fría, se concedieron ayudas millonarias, se destinaron fondos que se estaban empleando en otras ramas a la persecución de la fusión de los núcleos de deuterio sin necesidad de temperaturas infernales...


Pero...




...y caida


¿Dónde están los frutos de tanto esfuerzo y dinero invertido en la fusión fría?

En ningún lado. Actualmente los físicos se sonrojan al tocar el tema y es prácticamente tabú recordar como muchos de ellos gastaron parte de sus energías y subvenciones en perseguir el unicornio de los dos químicos de Utah. Los resultados que decían haber obtenido Fleischmann y Pons no pudieron ser reproducidos en ningún otro laboratorio y la fusión fría se desvaneció poco a poco aunque, como veíamos en el caso de la homeopatía, siempre queda algo. Hoy en día quedan algunos defensores de este fenómeno que incluso celebran congresos anuales y tienen una revista dedicada al tema con el fantasioso título de Infinite Energy.


El caso de la fusión en la universidad de Utah se empezó a esclarecer relativamente rápido pues existía una forma muy fácil de determinar si lo que se había observado era fusión o no: observar los efectos secundarios. Cuando los núcleos de deuterio se unen forman helio-4, compuesto de las mismas partículas que el helio ordinario pero más inestable. El helio obtenido mediante fusión suele desprenderse de un neutrón, quedando convertido en helio-3, que si es estable. Por lo tanto, como consecuencia de la fusión, deberían haber obtenido helio-3, así como grandes cantidades de radiación en forma de neutrones que abandonarían la pila al desprenderse del núcleo.


Era evidente que no se estaba produciendo la expulsión de neutrones en las cantidades que se darían de haber fusión y la prueba de que esto no estaba sucediendo era simplemente que Pons y Fleischmann estaban vivos y no retorciéndose en una dolorosa muerte debido al exceso de radiación. Pero, ¿y el helio-3? ¿Existía está prueba de la fusión en la pila de los dos químicos? Varios laboratorios gubernamentales y otros tantos privados se ofrecieron a analizar los cátodos usados en la fusión fría de Utah. Sin embargo Fleischmann no dejó a ninguno de ellos realizar esta prueba y se la encargó a la empresa Johnson-Mathey, la misma que le había suministrado el paladio.


Pons y Fleischmann anunciaron que acudirían al próximo congreso de física de Santa Fe con los resultados de las pruebas en la mano, demostrando al mundo entero la realidad de su portentoso descubrimiento... Pero los dos químicos nunca aparecieron por el congreso, parece ser que el ataque de un terrible mapache privó a la humanidad de la energía infinita. La excusa que dieron para no aparecer por Santa Fe fue que cuando estaban realizando la prueba, un mapache se coló en el laboratorio y mordió los cables del transformador dejándolo sin suministro eléctrico y echando al traste con las pruebas para encontrar helio. Un estudiante de instituto habría pensado en una excusa mejor. Los dos químicos prometieron repetir la prueba y presentar los resultados en la mayor brevedad posible.



El tiempo fue pasando, los resultados de la prueba no llegaban y las expectativas levantadas por todo el asunto se iban desvaneciendo. Finalmente, Pons decidió no publicar nunca los resultados de estas pruebas y la única explicación que dio fue que no habían sido los esperados. La fusión fría acababa de morir... aunque aun daría algún coletazo que otro.



EPÍLOGO

Stanley Pons fue despedido y vive recluido, alejado del ámbito académico y de cualquier laboratorio, en una granja aislada en el sur de Francia.


Martin Fleischmann no se habla con su pupilo. Se dedica a contarle a todo el mundo que él tenía razón y que la fusión fría es real... solo que las malvadas compañías petroleras, mediante una maquiavélica conspiración, se encargaron de boicotear su descubrimiento.



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sábado, 15 de diciembre de 2007

El Gran Chapucero

Una cebra no necesita correr más que una leona sino más que las otras cebras.


Jorge Wagensberg




Uno de los argumentos preferidos por los creacionistas es la armonía que impera en la naturaleza; la perfecta forma en que todos los seres vivos están construidos para cumplir su papel en el ciclo de la vida evidencia la presencia de un ser superior. Un creador debe haberse encargado del trabajo pues es imposible que un sistema tan preciso y funcional haya surgido de otro modo. Algunos creacionistas disfrazaron sus ideas de ciencia para poder exigir que sean enseñadas en las escuelas y, en lugar de creacionismo, las llamaron Diseño Inteligente. La diferencia es nula, para los partidarios de D.I. los seres vivos presentan pruebas de haber sido diseñados por un ser superior: el Gran Relojero, Dios. Según ellos, si nos encontramos con un reloj debemos presuponer la existencia de un relojero que lo haya fabricado y extienden esta metáfora a la naturaleza. ¿Acaso un ojo humano no es una perfecta máquina en la que cada uno de sus componentes funciona con precisión y exactitud? El ojo es el ejemplo preferido por los creacionistas; argumentan que pone en entredicho la evolución y prueba la existencia de un diseñador. Ya que medio ojo no tiene sentido alguno, debió ser creado en su forma actual en lugar de haber evolucionado gradualmente. En realidad, medio ojo o, por ejemplo, un grupo de células fotosensibles puede que no tenga sentido para un creacionista, pero para el organismo que se vale de ellas para detectar la sombra o el movimiento de un depredador suponen la diferencia entre ser devorado o escapar, pero volveremos al ojo más adelante.


En realidad la figura del Gran Relojero no funciona en absoluto como símil de la evolución. El Gran Chapucero sería mucho más acertado. Mas que un pulcro diseñador que hace engranajes precisos, la evolución se asemeja a un manitas que corta, pega, mueve, alarga o encoge las piezas con las que hace su trabajo y muy pocas veces diseña realmente algo nuevo.


Darwin comprendió esto muy pronto y lo usaba para defenderse del creacionismo. Mientras otros científicos exhibían los grandes aciertos de la evolución ante los críticos, él se centraba en poner de relieve las redundancias, los apaños, los órganos vestigiales e incluso las imperfecciones. Después de todo, pocos creacionistas estaban dispuestos a admitir que su omnipotente Dios, a la hora de crear a los seres vivos, se había comportado, en lugar de como el Perfecto Diseñador Cósmico, como una especie de Pepe Gotera divino.


En este artículo no voy a mostrar el traspiés de ningún científico ni el fraude de algún oportunista. Las chapuzas que voy a mostrar son responsabilidad única y exclusiva de la maravillosa naturaleza.




1. ¡Necesito un dedo!


Hacía mucho, mucho tiempo había un oso que necesitaba con urgencia un pulgar. Como ocurre con la mayor parte de los animales del orden Carnívoros, este oso tenía los dedos de sus patas adaptados para la carrera, dispuestos hacia delante. Pero nuestro oso, amante de la contemplación, no perdía el tiempo persiguiendo a sus presas o pescando salmones, ni siquiera buscando bayas en los arbustos. Prefería sentarse plácidamente, a varios miles de metros de altitud, donde ningún depredador pudiera importunarle, y pasarse el día masticando brotes de bambú, sumido en sus pensamientos. Sean cuales sean las meditaciones de un panda.


Para este tipo de vida, los osos panda no pueden sacarle mucho partido a sus dedos de antiguo depredador. Mucho mejor sería tener un pulgar con el que poder coger fácilmente las ramas de bambú... y el panda lo tiene. Si existiera un relojero divino encargado de diseñar al panda no habría necesitado pensar mucho. ¿Un pulgar oponible? Fácil, nosotros mismos tenemos uno y su funcionalidad nos parece tan clara que a veces olvidamos que este dedo no era usado para coger cosas por la mayoría de los vertebrados que lo tenían antes que nosotros. Un diseñador habría puesto al panda un pulgar como el nuestro con el que poder llevarse a la boca su apreciado bambú.


Pero, como he avisado, la naturaleza es bastante más chapucera. El pulgar del panda no es un verdadero pulgar, ni siquiera es un dedo. El panda tiene los cinco dedos de sus patas delanteras en la posición típica de oso, apuntando hacia el frente. Su pulgar no es un sexto dedo real sino que está formado por un hueso de la muñeca, llamado sesamoide radial, hipertrofiado y cubierto por varios músculos que le dan movilidad. Vemos como la selección natural, en lugar de hacer brotar un nuevo dedo a los pandas prefirió, en sentido figurado, claro, partir de una parte del oso usada para otros fines y modificarla hasta convertirla en un falso pulgar. Una auténtico remiendo que además conlleva que el panda tenga que cargar con un par de falsos pulgares en sus patas traseras a pesar de que no los usa para nada. Probablemente, sea genéticamente más complejo modificar los sesamoides de las patas delanteras y no hacerlo con las traseras que, simplemente, modificar ambos. Y, puesto que esos pulgares inútiles traseros no consumen demasiada energía ni molestan físicamente al oso, no hay ningún problema en dejarlos. ¿Alguien puede imaginarse a un diseñador haciendo algo así?



2. Voy doblado

Un diseñador se sentiría orgulloso de la manta raya. Con su forma aplastada este animal es perfecto para su hábitat bentónico, descansa sobre el vientre y sus ojos sobresalen del dorso.



Pero no sucede lo mismo con los lenguados. Como las rayas, éstos tienen una forma aplastada y un modo de vida similar, deslizándose sobre el fondo marino. Pero los lenguados, así como las platijas y los rodaballos, no descansan sobre el vientre sino sobre uno de sus lados. Las rayas descienden de los tiburones que presentan un cuerpo ya de por si aplastado, así que evolucionaron simplemente tendidas sobre el vientre. Pero los lenguados descienden de peces óseos que están comprimidos de forma lateral así que, cuando adoptaron la vida bentónica, en lugar de tenderse sobre el vientre se tendieron sobre un costado. Sus ojos están desplazados de forma grotesca hasta ocupar los dos el mismo lado de la cabeza y su boca se abre en vertical.



3. Dolor de cuello

Una jirafa puede llegar a los 5 metros de altura. Su largo cuello es lo más característico del animal y cualquiera podría pensar que tiene muchas mas vértebras en el cuello que nosotros. Es lo que habría hecho un diseñador competente.



Sin embargo, como ya vamos intuyendo, la evolución prefiere modificar lo que ya tiene antes que hacer auténticas innovaciones. La jirafa tiene exactamente las mismas vértebras en el cuello que el resto de los mamíferos, incluidos nosotros: siete. El hecho es que la selección natural ha optado por alargar y reforzar las siete vertebras existentes en lugar de añadir unas cuantas más.




4. ¿Flotar o respirar?


A Darwin le gustaba mucho recalcar el reciclaje de órganos tan típico en la naturaleza, comprendía que era una baza contundente a favor de su teoría y en contra del creacionismo. Uno de sus ejemplos favoritos, pues lo cita seis veces en El origen de las especies, es el pulmón. Darwin se dio cuenta de que el pulmón y las vejigas natatorias de los peces eran homólogos y, puesto que estaba seguro de que los vertebrados terrestres descendían de los peces, dedujo que el pulmón había evolucionado a partir de la vejiga natatoria.

A pesar de que su línea de razonamiento era acertada, Darwin estaba equivocado. Sí, es cierto que las vejigas natatorias y los pulmones son órganos homólogos. También es cierto que los vertebrados terrestres descienden de los peces. Pero el caso es que es la vejiga natatoria la que evolucionó a partir del pulmón y no al revés. Los primeros vertebrados tenían un sistema respiratorio compuesto de branquias para extraer oxígeno del agua y de pulmones para respirar aire de la superficie. Todavía existen hoy en día muchos peces que conservan los pulmones. A partir de estos primeros peces evolucionaron los vertebrados terrestres, perdiendo las branquias y conservando los pulmones para respirar en tierra. Paralelamente, otra rama evolucionaba partiendo de estos antiguos peces, los teleósteos. Éstos conservaron las branquias para respirar bajo el agua y modificaron sus pulmones convirtiéndolos en vejigas natatorias. Los teleósteos son los mas abundantes de los peces y son los animales que uno asocia inmediatamente a la palabra pez, de ahí que Darwin los tomara por nuestros antepasados cuando en realidad son una rama paralela.



5. He visto cosas que vosotros no creeríais

He dejado para el final la baza maestra de los creacionistas, el órgano que mas evidencia da de la existencia de un diseñador: el ojo. Ni siquiera es una idea original sino que se apoya en argumentos del propio Darwin, que en El origen de las especies decía:

Parece completamente absurdo, lo confieso con franqueza, suponer que el ojo, con todos sus inimitables dispositivos para acomodar el foco a diferentes distancias , para admitir diferentes cantidades de luz, y para la corrección de las aberraciones esférica y cromática, pueda haberse formado por selección natural.


Para desgracia de los partidarios del Diseño Inteligente el ojo no es el mejor ejemplo que podrían haber elegido como pieza clave de sus argumentos. Darwin poco después de escribir su anterior frase ya se había convencido del papel de la selección natural en el diseño del ojo: “El ojo, hasta día de hoy, me produce escalofríos, pero cuando pienso en las finas gradaciones conocidas, la razón me dice que debo vencer a los escalofríos



Conocemos perfectamente la historia del ojo que, además, ha evolucionado de forma independiente en más de cincuenta ocasiones con resultados muy distintos y usando métodos completamente diferentes. Al contrario de lo que opinan los defensores del DI, medio ojo, como hemos visto, si que sirve para algo, incluso un cuarto de ojo o una centésima de ojo. Un simple y pequeño grupo de células fotosensibles son un importante avance, aunque tan solo sea por que le permiten al animal distinguir entre el día y la noche. Richard Dawkins, en Escalando el monte improbable, desarrolla las historias evolutivas de varios tipos de ojos, incluyendo el de los vertebrados, que tanto fascina a los creacionistas por su perfección.


¿Perfecto, dicen? Echamos un vistazo de cerca. Las fotocélulas de nuestros ojos apuntan hacia atrás, hacia el cogote en lugar de hacia el lugar por donde entra la luz. Como son transparentes, la luz las atraviesa y a pesar de estar colocadas al revés pueden desarrollar su función correctamente. Sin embargo, la consecuencia de esta curiosa disposición es que los nervios que las conectan al cerebro salen hacia delante, por el interior del ojo, hasta unirse formando el nervio óptico y atravesar la retina y esto si que tiene consecuencias: el punto ciego. El lugar donde el nervio óptico abandona la retina no puede contener fotocélulas y, por lo tanto, crean en nuestra visión una zona donde realmente no vemos nada. El cerebro extrapola información del resto de la imagen y rellena el punto ciego de modo que no vemos un agujero negro delante nuestra, pero tampoco vemos la realidad sino la suposición que hace el cerebro basándose en el resto de datos que le llegan.


Si el ojo hubiera sido diseñado, su creador habría colocado las células correctamente y los nervios saldrían hacia atrás sin mayor consecuencia, de hecho muchos invertebrados tienen sus fotocélulas situadas de la manera lógica. Pero como hemos visto, la naturaleza hace lo que puede con lo que tiene y le encantan los remiendos.







Evolución del ojo humano (en inglés):





Aunque un órgano puede no haber sido formado originalmente para un propósito determinado, si ahora sirve a ese propósito, podemos decir de forma justificada que ha sido elaborado especialmente para él. Así, en toda la naturaleza, casi cualquier parte de cada ser viviente probablemente haya servido, en alguna versión ligeramente modificada, a diversos fines, y haya actuado dentro de la maquinaria vital de muchas formas específicas primitivas y disjuntas.

Charles Darwin



FUENTES

DARWIN, CHARLES, El origen de las especies, 1859

DAWKINS, RICHARD, El gen egoísta, 1976

DAWKINS, RICHARD, Escalando el monte improbable, 1996

GOULD, STEPHEN JAY, Ocho cerditos, 1993

GOULD, STEPHEN JAY, El pulgar del panda, 1980



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lunes, 10 de diciembre de 2007

Los visitantes de Cottingley Glen

Dos niñas y un artículo navideño


En las navidades de 1920 apareció en la revista británica The Strand un curioso artículo. Trataba sobre las fotografías que dos niñas, Frances y Elsie, habían realizado, tres años antes, en una zona cercana a Bradford, Yorkshire, conocida como Cottingley Glen.


Frances Griffiths tenía diez años en 1917. Acababa de llegar a Yorkshire desde Sudáfrica para vivir con sus tíos y se había traído con ella un extraño acento que la convertía en el blanco de las burlas del resto de niños. Elsie Wright, prima de Frances, tenía diecisiete años y, tal como la describía su madre, poseía una extraordinaria imaginación, además de un especial talento para el dibujo, la pintura y la fotografía. Elsie había trabajado en un estudio fotográfico retocando retratos familiares para incluir a hijos muertos en la Primera Guerra Mundial, aunque en ese momento trabajaba ilustrando tarjetas de felicitación en una fábrica. Frances se refugió bajo las faldas de su prima mayor convirtiéndose en su sombra y acompañándola en todos sus juegos y travesuras. Tenían una fantasía recurrente, las hadas; en múltiples ocasiones habían relatado a sus padres los juegos y aventuras que corrían con las hadas del bosque.

Un día, las primas engatusaron al padre de Elsie, el señor Wright, para que les prestara su cámara, ya que querían fotografiar a una de sus amigas. El señor Wright les prestó su Midg y una placa de cristal Imperial Rapid. Las niñas volvieron a casa con una extraña instantanea, la Fotografía nº1 y en una excursión posterior sería hecha la Fotografía nº2.


Esto era básicamente lo que relataba el artículo de The Strand, omitiendo cualquier mención a la experiencia en fotografía de Elsie. Se dejaba muy claro que ni las primas ni su familia habían recibido dinero a cambio de las fotografías y que Frances y Elsie eran dos inocentes niñas criadas en una familia decente y respetable incapaces de llevar a cabo fraude alguno, tanto por ausencia de maldad como por desconocimientos técnicos. El motivo de tanta precaución se debía al contenido de las fotografías, en las que se podía ver a las dos primas jugando con hadas y gnomos.


Lo más llamativo era que el artículo venía firmado por alguien con una credibilidad intachable, el escritor Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, personaje al que había hecho famoso precisamente a través de las páginas de The Strand. Pocas personas eran más respetables que Doyle en la Inglaterra de 1920 y su sinceridad y rigor estaban más allá de toda duda. El escritor presentaba los sucesos relatados como reales y mantenía la autenticidad de las fotografías. Tituló el artículo Hadas fotografiadas, un acontecimiento histórico.




Doyle y los duendes


A pesar de su apariencia de hombre perspicaz, Doyle era sumamente crédulo en cuestiones paranormales. Había abrazado el espiritismo, que hacia furor en la época llegando casi a ser una especie de religión. Su hijo se lamentaba, años después, a causa de las 250.000 libras esterlinas que su padre invirtió en esta afición.


Doyle recibió la noticia de que unas niñas hacían fotos a las hadas a través de un amigo y no se le ocurrió elegir a nadie más para investigar el caso que a Edward L. Gardner, creyente en la teosofía, otra pseudoreligión de moda en la época que aceptaba la existencia de los seres mitológicos. Gardner visitó a los Wright y volvió del lugar con las fotografías realizadas por las niñas, asegurando que toda la familia era honesta mas allá de toda duda. Cuando Doyle vio las imágenes captadas por Frances y Elsie se mostró entusiasmado.

La investigación de las imágenes consistió en consultar a “expertos fotógrafos de primera línea” que aseguraban que las fotografías eran auténticas. No existía doble exposición ni se apreciaban trucajes de ningún tipo, pero lo más importante era la absoluta respetabilidad de las dos primas. Doyle consultó a técnicos de la empresa Kodak que manifestaron que el negativo no estaba manipulado ni las fotografías retocadas. Como prueba de fuego, Sir Arthur, a través de Gardner, pregunta a las niñas si serían capaces de realizar nuevas fotografías. Parecía difícil pues ya habían transcurrido tres años en los que no habían tomado ninguna imagen. Sin embargo, mientras Doyle se encontraba de viaje en Australia, recibió un telegrama de Gardner; las niñas habían realizado tres nuevas fotografías que fueron también verificadas por “multitud de expertos”, quienes certificaron su autenticidad.


Las hadas de Cottingley Glen se convirtieron en un auténtico fenómeno de masas. Hay que entender que Inglaterra aun se estaba lamiendo las heridas sufridas en la Primera Guerra Mundial y los embaucadores de lo paranormal medraban por todo el país. Personas que, como el propio Doyle, habían perdido a su hijo en la contienda acudían a médiums y espiritistas en busca de consuelo. Lo extraño era una moda y un negocio que triunfaba sobre todo entre las clases altas. Fiestas y reuniones se mezclaban con sesiones de Ouija o rituales místicos. Por si el ambiente propicio no fuera suficiente, el artículo venía firmado por el mismísimo Sir Arthur Conan Doyle a quien el investigador Eric J. Dingwall describía así: “Doyle no se equivocaba nunca y nadie se atrevía a sugerir que pudiera equivocarse en algo”



Hadas de papel


¿Qué fue lo que realmente sucedió en aquel misterioso lugar donde las hadas acudían a jugar con las niñas inglesas? Lo que ocurrió fue simplemente una desafortunada mezcla de un ambiente crédulo y un personaje de enorme carisma, además de multitud de expertos, que apoyaba el misterio. No parece que las niñas quisieran más que gastar una broma y el auténtico culpable del engaño es, sin duda, Doyle. Frances y Elsie, tras la publicación del artículo, nunca quisieron aparecer públicamente y solo concedieron una entrevista en la que se mostraron esquivas y no ofrecieron detalles de sus encuentros. Era como si pensaran que su juego estaba dejando de ser gracioso y cada vez se desvinculaban más del asunto. Sir Arthur, en cambio, escribió poco después un libro sobre hadas titulado The Coming of the Fairies.



El montaje no fue en absoluto complicado y el hecho de que engañara a tanta gente solo se explica si esa misma gente deseaba ser engañada. Elsie había dibujado las hadas y el duende sobre cartón copiándolos de un libro ilustrado de 1915 llamado Princess Mary´s Gift Book. Las hadas ilustraban, en concreto, un poema de Alfred Noyes, A Spell for a Fairy, en el que se detallaba como invocar un hada. Elsie recortó sus dibujos, los sostuvo con hilos y tomó las fotografías. Eso es todo, excepto en el caso de la Fotografía nº5 que probablemente se deba a una doble exposición accidental. Las figuras míticas que aparecen en las fotos carecen de profundidad, son planas y, a pesar de estar saltando y bailando, no presentan desenfoque por movimiento como la cascada de la Fotografía nº1. Incluso en varias de ellas se pueden apreciar los hilos que sostenían los cartones. No hay prácticamente ningún intento por ocultar el hecho de que las hadas eran figuras de cartón, Frances y Elsie no hicieron un complicado montaje esperando engañar a toda Inglaterra; se limitaron fotografiar unas figuritas de cartón sujetas con hilos. La gente hizo el resto.



Doyle no fue riguroso en sus estudios y cometió errores de principiante. No estuvo, en absoluto, a la altura de su personaje. En primer lugar cometió el error de presuponer que si alguien no buscaba ni dinero ni fama sería absurdo que cometiese un engaño, olvidando las "tontadas" que llega a hacer la gente solo por diversión. Dijo que Elsie y Frances eran incapaces de llevar a cabo un montaje tan sofisticado, cuando ni el montaje era sofisticado ni se necesitaba ningún conocimiento especial para llevarlo a cabo; conocimientos que Elsie sí que poseía y podría haber usado de haber sido necesarios, pero Doyle no mencionó esto. Se escudó en las personalidades que avalaban el fenómeno aun cuando estas personas se pronunciaban muchas veces bajo el condicionamiento del propio Doyle que, simplemente presentando su apoyo al tema, lo dotaba de credibilidad. Cuando alguno de los expertos se pronunciaba en contra, su opinión no era tenida en cuenta; éste fue el caso de los técnicos de Kodak que también dijeron a Sir Arthur que, aunque no había sido manipulado el negativo, si que era muy sencillo crear esas fotografías sin hacerlo. Doyle ignoró esto.


El famoso escritor mostró la mayor credulidad posible. Dejó que sus creencias formaran su juicio y fue incapaz de oler el engaño que tenía ante sus ojos. Arrastró con él a otros hombres eminentes que fueron aumentando la credibilidad total del asunto, hasta que la existencia de las hadas y la autenticidad de las fotos de Cottingley Glen fueron algo indiscutible para un gran número de ingleses. Puede que nos parezca absurdo hoy en día pero creencias igual de fantásticas son seguidas por un número cada vez mayor de personas que hacen crecer la industria del misterio. Programas de máxima audiencia presentan como serios y respetables sucesos menos creíbles que las hadas de Yorkshire y libros con teorías sin pies ni cabeza sobre órdenes secretas de templarios, sábanas santas, cálices, conspiraciones, códigos milenarios y demás se encuentran entre los más vendidos. Puede que Frances y Elsie, ayudadas por el photoshop, hubieran tenido igual éxito hoy en día.




EPÍLOGO

Se han realizado dos películas, ambas de 1997, sobre el tema: Fairy Tale: A True Story y Photographing Fairies.

En 1971, Elsie fue entrevistada por la BBC. Dijo que "jamás juraría sobre la Biblia que las hadas estaban realmente allí”


Posteriormente, por carta, manifestaba:

Admito que no puedo creer en las hadas. En cuanto a las fotografías, digamos que son fragmentos de nuestras imaginaciones, de la mía y de la de Frances.



FUENTE

RANDI, JAMES, Fraudes paranormales, 1994, pp. 13-45

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viernes, 7 de diciembre de 2007

Informe minoritario

El 28 de enero de 1986 partía de Cabo Cañaveral el transbordador espacial Challenger en su décima misión, la STS-51-L.

Exactamente 59 segundos después del despegue se produjo una fuga de gases en el acelerador derecho. Cinco segundos después una visible llama salía por la brecha abierta en el depósito. La fuga impulsó al depósito que chocó contra el otro, el de oxígeno, produciendo una nueva fuga. Cuando el hidrógeno (combustible) y el oxígeno (comburente) se juntaron, entraron en ignición provocando nuevas fugas. La hidracina y el peróxido de nitrógeno, al unirse, causaron una explosión que desestabilizó por completo el tándem lanzadera/transbordador y causó una deceleración de 30 Gs, siendo el máximo soportado de 3 Gs. En ese momento el Challenger se descompuso en varios pedazos en medio de una espectacular nube a 16 kilómetros de altura. Es posible que no todos sus tripulante murieran en el acto ya que se detectó la activación de al menos tres mascaras de oxígeno pero, al no haber ningún sistema de eyección, no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir a la caída al mar a 333 km/h.


Los astronautas Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Greg Jarvis, Judith Resnik, Francis “Dick” Scobee y la profesora Christa Corrigan McAuliffe murieron ese día a causa del primer accidente grave de un transbordador espacial.



La administración Reagan creó la “Presidential Commission on the Space Shuttle Challenger Accident”, más conocida como Comisión Rogers pues estaba dirigida por el secretario de Estado William P. Rogers, para determinar las causas del accidente. La comisión estaba constituida por políticos, astronautas, militares... y un científico. Si el objetivo de la comisión era echar tierra sobre las implicaciones de la NASA en el accidente, sin duda, eligieron al científico equivocado.



La Comisión Rogers determinó que la causa del accidente fue el fallo de los anillos-O debido a las bajas temperaturas a la hora del despegue. Pero, ¿tenía la NASA alguna responsabilidad en el accidente? Richard P. Feynman aseguró que sí, la tenía, y así lo demostró en su informe. Todas las citas de este artículo están extraídas del histórico Informe minoritario de Richard P. Feynman en la investigación de la lanzadera espacial Challenger”


Los que conozcan al físico Richard Feynman sabrán que si existe alguien que no se va a detener hasta conocer la verdad, ese era él. Feynman nunca se amilanó ante la autoridad, lo cierto es que tenía graves problemas con cosas como el protocolo, las cadenas de mando o las normas sociales. Estamos hablando del hombre que, cuando trabajaba en el Proyecto Manhattan, se dedicaba a reventar las cajas fuertes de alta seguridad de Los Alamos solo por diversión, o burlaba a la Inteligencia americana escribiéndose cartas en código con su mujer. Por ahora, dejaremos de lado su afición a frecuentar prostíbulos y tocar los bongos.


El que fuera llamado el hombre más inteligente del mundo (esto a él siempre le hizo mucha gracia) se tomó completamente en serio su trabajo para la Comisión Rogers. Feynman analizó la forma de trabajar de la NASA, así como la de las empresas satélites que le proporcionaban los componentes para las lanzaderas. Entrevistó a ingenieros, mecánicos y técnicos y analizó todos los informes previos y estadísticas que encontró. Sus conclusiones pondrían en un serio aprieto a la Agencia Espacial estadounidense.


Feynman dividió su informe en tres partes, según los componentes de la lanzadera analizados: la aviónica, los cohetes de combustible sólido (SRB) y el motor de combustible líquido (SSME). La aviónica, que englobaba los sistemas informáticos y los sensores del vehículo, salió relativamente bien parada, aunque el físico puso de manifiesto algunos fallos como la baja fiabilidad de los sensores de temperatura.


En el apartado referido a los motores de combustible líquido, Feynman analizó de forma general el modo de trabajar de los ingenieros de la NASA poniendo en evidencia sus errores. En la construcción de motores para aviones civiles o militares se sigue un método conocido como “de abajo a arriba” Esta forma de trabajar consiste en probar los componentes de forma independiente, antes del ensamblado final. De este modo se detectan los errores con mucha mayor rapidez y es más barato solucionarlos. La construcción del SSME sigue un método muy distinto, son fabricados y testeados “de arriba a abajo”, es decir el motor se monta por completo antes de someterlo a las pruebas. En esta forma de trabajar dificulta la localización y reparación de los fallos.


El motor principal de la lanzadera espacial es una máquina muy notable. Tiene una razón de propulsión a peso mayor que cualquier motor anterior. Está construido en el límite de, o fuera de, cualquier experiencia previa en ingeniería. Por consiguiente, tal y como se esperaba, se han manifestado muchos tipos diferentes de defectos y dificultades. Puesto que, por desgracia, estaba construido al modo de arriba a abajo, éstos son difíciles de localizar”


En el análisis de los cohetes de combustible sólido los argumentos de Feynman fueron muy críticos con la NASA. Los anillos-O, que fueron la causa de la catástrofe, habían presentado erosión, en misiones anteriores, hasta de un tercio del radio. Según la NASA esto significaba que los anillos-O tenían un “factor de seguridad de tres”. Cualquier ingeniero sabrá que esto es completamente falso; un factor de seguridad de tres significa que, por ejemplo, un puente debe soportar tres veces más peso que la media que deba soportar en su uso normal. Si ese puente, soportando un peso normal, presentara grietas en un tercio de su estructura a nadie se le ocurriría decir que tiene un factor de seguridad de tres. ¡No tendría siquiera un factor de seguridad de uno!


Los anillos-O de los cohetes propulsores de combustible sólido no estaban diseñados para desgastarse. La erosión era una clave de que algo iba mal. La erosión no era algo a partir de lo cual pudiera inferirse la seguridad”


En vuelos anteriores había habido erosión y dilatación no previstas en multitud de componentes, sin embargo la NASA deducía que ya que estás misiones anteriores habían tenido éxito, cabia esperar que los cohetes eran seguros. Sin embargo, el que existan desviaciones no esperadas lo único que significa es que en cualquier momento se podrían dar desviaciones mayores.


El hecho de que este peligro no condujera a una catástrofe antes no es garantía de que no vaya a hacerlo la próxima vez, a menos que se haya alcanzado una completa comprensión del mismo. Cuando se juega a la ruleta rusa, el hecho de que el primer disparo no haya producido daños sirve de poco consuelo para el siguiente. El origen y consecuencias de la erosión y de la dilatación no se entendían. No ocurrieron de la misma forma en todos los vuelos y todas las juntas; a veces eran mayores y a veces menores. ¿Por qué no iban a conducir a una catástrofe, cuando se dieran ciertas condiciones determinadas?”


Pese a todo esto, la NASA no tenía reparos en afirmar que el riesgo en una misión así era de 1 por 100.000, este valor es tan bajo que es difícil imaginar como llegaron a esta conclusión. Deberían haber observado una inmensa cantidad de despegues para garantizar esa seguridad. Según esa cifra se podría poner en órbita una lanzadera al día durante 300 años con la esperanza de perder una sola nave. Los ingenieros, más realistas, estimaban el riesgo de las misiones en 1 por 100. Feynman lo elevó hasta el 2 por 100.


Aunque la NASA garantizaba, como hemos visto, el perfecto funcionamiento de sus lanzaderas, lo cierto es que algunos de ingenieros de Morton Thiokol, la empresa encargada de la fabricación de los anillos-o, habían avisado, el día anterior al lanzamiento, del peligro que suponían las bajas temperaturas para la elasticidad de la pieza. Según ellos, por debajo de los 11,7ºC la rigidez hacía que los anillos no funcionaran correctamente. La NASA mantuvo que no existía peligro alguno pese a que la noche anterior al lanzamiento se registraron temperaturas de -2ºC en la zona.


El informe de Feynman, poniendo de relieve la responsabilidad de la NASA en el accidente, fue rechazado para ser incluido en las conclusiones de la Comisión Rogers. Pero cuando el físico amenazó con eliminar su nombre de la comisión, con el consiguiente escándalo que eso supondría, accedieron a incluirlo. Además, Feynman convocó a los medios realizando su famosa demostración. Ante las cámaras, sumergió uno de los anillos-o en un cubo de agua fría. La pieza perdió toda su elasticidad.


El informe de Feynman concluía así:

Para una tecnología exitosa, la realidad debe tener preferencia sobre las relaciones públicas, pues la naturaleza no puede ser engañada”









EPÍLOGO

En el 2003, el accidente del Columbia se sumó al del Challenger elevando a dos el número de catástrofes. Dos de cien. Se correspondía exactamente con margen de seguridad que daba Feynman para las lanzaderas: un dos por cien.


FUENTES

FEYNMAN, RICHARD P., El placer de descubrir, pp 123-137: Informe minoritario de Richard P. Feynman en la investigación de la lanzadera espacial Challenger


http://es.wikipedia.org/wiki/Accidente_del_Transbordador_espacial_Challenger





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