Esta historia trata de monos. De monos y de conciencia colectiva pero, sobre todo, de monos. Comenzó hace medio siglo en una pequeña isla del sur de Japón. Allí, ante los ojos de un grupo de científicos, tuvo lugar un suceso extraordinario.
El macaco de cara roja, o mono de las nieves, es el único primate autóctono de Japón. Su frondoso pelaje le aísla del frío y le permite vivir en hábitats de montaña situados a gran altitud. Esto, unido a su afición a nadar por mar abierto, ha permitido al macaco japonés colonizar un gran número de islas del archipiélago y ocupar una variedad inusual de nichos ecológicos, desde la frondosa selva hasta las nevadas cimas de las montañas. Forman grupos de hasta medio millar de individuos y son conocidos, sobre todo, por su costumbre de darse relajantes baños en las fuentes de aguas termales. La imagen de un puñado de macacos metidos en una humeante charca en medio de la nieve es un clásico de los documentales de naturaleza.
Otra de las características a destacar de estos monos es su gran inteligencia. Están entre los primates más inteligentes. Este hecho es clave para entender la historia de los cien monos.
En la década de los cincuenta un equipo de científicos japoneses estudiaba una comunidad de macacos de cara roja en la isla de Koshima, en el sur del archipiélago japonés. Los investigadores, de vez en cuando, ofrecían fruta y otros alimentos a los monos. Un día, uno de los científicos dio una patata llena de tierra a uno de los macacos. No se sabe si por accidente o de forma intencionada la patata acabó en un charco de agua de mar. Al recuperar su regalo el macaco descubrió que el agua no solo había limpiado toda la tierra que recubría el tubérculo sino que también le había otorgado un sabor salado que lo hacía mucho más apetitoso. Desde ese día, cada vez que los científicos daban una patata a ese mono ocurría lo mismo. El animal corría hasta la orilla del mar y la lavaba a conciencia hasta que no tenía ni rastro de tierra. Luego, orgulloso de su descubrimiento, se zampaba la salada patata.
Pero fue al cabo de unos días cuando los científicos descubrieron algo mucho más asombroso. Al recibir sus regalos, eran varios los monos que cogían las patatas y se iban al mar a lavarlas. Al parecer, el descubridor de tan novedosa receta culinaria en el mundo de los monos había enseñado su técnica a algunos vecinos. Estos, a su vez, se la enseñaron a otros monos. Pronto, el lavar las patatas en agua de mar se convirtió en algo habitual en la colonia de monos.
Los científicos estaban maravillados. Si bien no es algo extraordinario entre los animales que un individuo enseñe a otro conocimientos adquiridos (cultura) si que es algo bastante raro. Que yo sepa existen al menos otras tres especies entre las que la transmisión cultural es habitual: el chimpancé, el bonobo y el ser humano; y es probable que también se dé el caso entre lobos y delfines (¿algún biólogo en la sala?).
Pero lo mejor estaba por llegar. Un suceso realmente único y extraordinario. Como he dicho la técnica de lavado de patatas descubierta por el macaco número uno pronto fue extendiéndose por toda la población. Hasta que el macaco número cien aprendió a lavar patatas. En ese momento se obró el milagro. De repente, y sin ningún tipo de enseñanza por parte de un colega, todos los macacos de cara roja aprendieron a lavar patatas. No me refiero a todos los macacos del grupo sino literalmente a todos los macacos de cara roja. Poblaciones de macacos situadas en la otra punta de la isla, incluso poblaciones de otras islas, adoptaron de la noche a la mañana la técnica del primer macaco.
Al llegar al macaco número cien, los monos, cual plutonio, habían alcanzado una especie de masa crítica mental y la idea se había instalado por arte de magia en las mentes de todos los miembros de la especie. Era una prueba irrefutable, ya que había un montón de científicos de testigos, de la existencia de la conciencia colectiva.
Como es lógico, la mayor parte de esta historia es mentira.
Suele ser bastante difícil seguir el rastro a una leyenda urbana hasta descubrir como se originó pero este caso es una excepción. La mentira de los cien monos tuvo un comienzo bastante marginal y, poco a poco, se fue abriendo paso hasta convertirse en un hecho probado para multitud de personas. La primera mención al fenómeno la encontramos en el libro de 1975 “Rhythms of Vision: The Changing Patterns of Belief” escrito por Lawrence Blair, un autor de tercera fila seguidor de las corrientes New Age. En esta primera versión ya encontramos todos los elementos de la historia: la isla japonesa, los científicos, las patatas y el macaco número cien que desencadena la mente colmena monesca. Cuatro años después volvemos a encontrar la misma historia, contada de forma idéntica, en el libro “Lifetide: a Biology of the Unconscious” de Lyall Watson. Watson es un conocido autor de libros New Age, incluso ha participado en la realización de documentales para la BBC. Con su libro, la historia de los cien macacos recibió un importante impulso.
Pero fue en 1982 cuando la mentira alcanzó el estatus de noticia. Ese año se publicó el libro “The Hundredth Monkey” de Ken Keyes. Keyes era una especie de Danielle Steel de la Nueva Era. Especializado en temas de autoayuda y crecimiento personal sus libros solían estar entre las listas de los más vendidos. Tras el libro del gurú Keyes, la leyenda pasó a formar parte de forma oficial de la mitología New Age. Es citada de forma recurrente cuando se tratan temas como el poder de la mente o la percepción extrasensorial. El showman (aunque el se denomina científico) Rupert Sheldrake ha esgrimido el fenómeno de los cien monos como defensa de su teoría de los Campos Mórficos y de la existencia de la telepatía.
En este caso no es complicado probar la falsedad del mito. Elaine Myers y Michael Shermer acudieron a los archivos de la revista Primates, donde fueron publicadas las investigaciones originales, para descubrir que había sucedido en realidad en la isla de Koshima.
Nada más empezar encontraron el primer error. No eran patatas sino batatas lo que los científicos regalaban a los monos. No es un fallo significativo pero no importa, solo es el primero. En 1952 fue observado el primer macaco lavando las batatas en el mar. En 1962, diez años después, el número de monos que tenían esta costumbre era de treinta y seis. Podemos observar como, lejos de la explosión de cultura hasta alcanzar la masa crítica, el habito de lavar batatas fue extendiéndose de forma bastante gradual. Los científicos describen como la costumbre es enseñada por los monos adultos y aprendida por los jóvenes. El aprendizaje por parte de los adultos era muy escaso por lo que la costumbre iba generalizándose cuando unas generaciones sustituían a otras, de forma bastante lenta.
¿Y los monos de otras islas? Es cierto que en otras islas, años después, fue observado el mismo fenómeno cuando otros grupos de investigadores daban batatas a los monos. A esto podemos dar, como mínimo, tres explicaciones:
a) Tal y como hizo el primer mono, otros monos en otras islas podrían haber descubierto el fenómeno por su cuenta y difundido el hábito entre sus compañeros. Después de todo estamos hablando de una de las especies animales más inteligentes y lavar una batata no es que sea resolver una ecuación de tercer grado (sin desmerecer a los macacos)
b) Los macacos de cara roja son bastante viajeros. Incluso marineros. Con relativa frecuencia se observa como los macacos nadan de una isla a otra. Ya sea en solitario o en grupo usando maderos y troncos a modo de balsa, los monos de las diferentes islas mezclan sus poblaciones a menudo. Con que uno solo de los viajeros tuviera el hábito de lavar patatas habría bastado para enseñar la técnica a las nuevas generaciones de otra colonia de monos. Auténtico mestizaje cultural macaco.
c) La explicación del mono número cien.
Tenemos al menos dos explicaciones mundanas para un fenómeno que resuelven el problema sin recurrir a lo paranormal. ¿Para qué necesitamos la tercera explicación? Incluye elementos sobrenaturales, datos falsos y plantea muchísimas más preguntas de las que responde.
Por supuesto, la tercera explicación es la que ha alcanzado notoriedad y la que mas literatura ha generado. Contiene un elemento clave que la hace muy atractiva a las corrientes New Age: la utilidad del no hacer nada. El fenómeno del mono número cien ha sido usado como soporte para los experimentos en los que se pretendía bajar los indices de criminalidad rezando y pensando de forma positiva. ¿Para que mover el culo y resolver un problema si lo único que hace falta es concentrarse, sonreír y tener buen rollo? Tras la defensa del poder de la mente lo único que se esconde es un deseo de no usar el poder del cuerpo. La toma de conciencia (expresión que cuanto más popular se hace menos entiendo) está cada día más sobrevalorada.
El efecto del centésimo mono (Wikipedia, inglés)
Shermer, Michael, Por qué creemos en cosas raras, pp 58-60 1997 (En el primer capítulo, Shermer hace un magnífico análisis del fenómeno)
Carroll, Robert Todd, The Skeptic´s Dictionary, pp 165 y 166, 2003
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