martes, 26 de mayo de 2009

Y, sin embargo, no se mueve. 1

El juego


No puedes ganar

No puedes empatar

Ni siquiera puedes abandonar la partida

Anónimo






Imagina un juego. El único jugador, que tengamos constancia, se llama ser humano. La partida es bastante larga, lleva en marcha unos cuantos miles de años. El objetivo es simple: crear trabajo. Cuanto más trabajo y de forma más eficiente produzcamos, mejor. Nadie nos obliga a jugarlo y, sin embargo, no existe grupo humano que no lo haya jugado a conciencia a lo largo de su historia.


Imaginemos ahora una comunidad humana que está empezando a jugar. Al principio la partida no pinta nada bien, únicamente disponemos de nuestro cuerpo para producir trabajo y, seamos sinceros, nuestro cuerpo no es gran cosa. La potencia que podemos ejercer por nosotros mismos es, más o menos, de medio caballo de vapor. No es mucho. Poco trabajo podemos producir con eso. Los “machos alfa” de nuestro grupo imaginario a lo mejor llegan a 1 cv de potencia (ser potente es uno de los requisitos para el oficio de “macho de alfa”) pero eso tampoco es para tirar cohetes. Además, solo podemos desplegar nuestra máxima potencia durante un breve periodo de tiempo. Después quedamos agotados porque resulta que, además de poco potente, el ser humano tampoco dispone de mucha energía para gastar.


Por si todo esto fuera poco, empleamos cerca de un veinte por ciento de nuestras reservas de energía en mantener en funcionamiento un extraño aparato. Se le suele calificar como el nova mas de la perfección en el mundo natural, un milagro, un ordenador maravilloso y preciso que nos ha regalado la evolución: el cerebro humano. El caso es que, cuanto más sabemos sobre el cerebro, menos se parece a la imagen clásica de supercomputador. De hecho, si continuamos con las analogías informáticas el cerebro se parecería mas a un PC destartalado y obsoleto al que le hemos ido añadiendo memoria y procesadores, lleno de parches, bucles, empalmes y remiendos con cinta aislante. Además, todavía no tenemos mucha idea de como funciona el software; ni el que trae de serie, ni el que vamos instalando con el paso del tiempo. Sea como sea, flamante computador o cacharro al borde del colapso, el cerebro funciona. Y funciona lo suficientemente bien para recuperar con creces ese veinte por ciento de energía que invertimos en él. Lo cierto es que el cerebro es nuestra mejor baza en el juego del trabajo.


A estas alturas supongo que te estarás preguntando sobre la importancia de este supuesto juego y, sobretodo, por qué hablo de él en un blog sobre errores o trampas. La respuesta a la segunda pregunta es simple: yo quería hablar de un grupo de tramposos pero no puedo hacerlo sin antes explicar el juego al que intentaron hacer trampas. Y respecto a la primera pregunta la respuesta es que este juego es muy importante. Tanto que si pudiéramos estar presentes en los momentos de cambio o desarrollo más significativos, para bien o para mal, de la humanidad y nos permitieran echar un vistazo entre bastidores descubriríamos algo sorprendente. Allí, ocultos en las páginas de los libros de historia tras los reyes y los generales, están los jugadores. Cada gran cambio histórico esconde una apasionante partida de este juego.





Las primeras civilizaciones humanas fueron posibles gracias a grandes jugadores. Ellos fueron los que consiguieron la rueda, la polea, la palanca, la grúa, la organización del trabajo o el plano inclinado. Otros pensaron que lo mejor era poner en nómina a la naturaleza y que ella se encargara del trabajo duro. Así se ganó la partida de la domesticación del buey (que tiene la potencia de varios seres humanos y además recarga él solo sus reservas de energía pastando) y la del uso de las crecidas de los ríos para irrigar los campos sin mover un dedo. Por primera vez, se producían alimentos para un porrón de gente con el trabajo de muy pocos. Esto condujo a una situación completamente nueva para el ser humano: un montón de personas, un número nunca antes visto, se habían establecido juntas de forma permanente y la gran mayoría de ellas no tenía nada que hacer. Aquellos que no tenían que trabajar en la obtención de sustento se dedicaron a sus hobbies: inventar la escritura, los gobiernos, los números, los oficios, el comercio, la religión organizada, los ejércitos, la arquitectura, las leyes y, también, descubrir nuevas formas de producir trabajo. El juego no se detiene y estábamos empezando a pillarle el tranquillo.



Las reglas del juego

La termodinámica es curiosa. La primera vez que te enfrentas a ella, no la entiendes del todo. La segunda vez, crees que la has entendido, salvo algún detalle sin importancia. La tercera vez te das cuenta de que no la entiendes en absoluto pero estás tan acostumbrado a ella que ya no importa.

Arnold Sommerfeld



Las máquinas no crean fuerza, sólo la transforman,y todo aquel que espere otra cosa no entiende nada de mecánica.

Galileo



El juego no traía manual de instrucciones. Las reglas debían descubrirlas los jugadores por ellos mismos. Esto, en realidad, nunca supuso mayor problema: aunque las leyes generales no se descubrieran hasta hace relativamente poco, los seres humanos siempre han intuido las escasas reglas que gobiernan el juego del trabajo. Hemos tenido mucho tiempo para acostumbrarnos a ellas.


La primera regla es fácil: nada es gratis y el trabajo, menos. Y ahora, un breve inciso. Por trabajo me estoy refiriendo al proceso de transformar un tipo de energía en otra. Me explico. Pongámonos en la piel de un arquitecto egipcio (egipcio de los de antes, de los que construían estatuas de cuatro dedos). Le han encargado construir una pirámide. El tipo está un poco agobiado porque se le está echando el tiempo encima, apenas tiene dos o tres décadas para acabar la obra y ni siquiera han aparecido visitantes del espacio exterior para hacerle el trabajo. El caso es que nuestro arquitecto necesita mover unos pedruscos enormes y para eso hace falta mucha energía. Por supuesto él no puede hacerlo por si mismo, ya hemos visto que el cuerpo humano tiene escasas reservas de energía... Pero, ¿qué pasa si tenemos un montón de “cuerpos humanos”? Los egipcios tenían esclavos abundante mano de obra. El método, el cruel método, era sencillo: pon a tropecientos trabajadores a empujar la piedra. Cada uno ellos perderá energía en el proceso pero esa energía no desaparece, tan solo se transforma. Mediante el trabajo (empujar) la energía de los trabajadores esclavos pasa a la piedra transformada en energía cinética y, si ésta es suficiente, el pedrusco se moverá. El arquitecto podrá dormir tranquilo y los trabajadores esclavos planear un éxodo.


Un ejemplo más actual y menos bárbaro. Imaginemos que tenemos una lata de gasolina. Con simplemente aplicar una chispa al líquido tendremos grandes cantidades de calor pero resulta que lo que nosotros queremos no es calentarnos sino movernos. No pasa nada, tan solo tenemos que inventar una máquina que sea capaz de llevar a cabo el trabajo necesario para convertir calor en movimiento (motor de combustión interna). Es recomendable, si no queremos tener problemas, que nos proveamos también de una máquina que se encargue del trabajo inverso: volver a convertir el movimiento en calor. Se suelen llamar frenos.

Bien, vuelvo a las reglas del juego. La primera es simple: es imposible construir una máquina que, tras realizar un trabajo, produzca más energía de la que gasta. Sería como intentar hacer aparecer la energía de la nada y eso no esta bien. No es jugar limpio. Si esta regla no existiera podríamos construir un motor con un rendimiento energético de, por ejemplo, el 105%. Eso significa que el motor sería capaz de abastecerse a si mismo, conectando la salida a la entrada, y aun produciría un excedente energético del 5%. Con máquinas así la energía sería gratis, se acabó pagar la factura de la luz.


Pero, ¿y si no queremos excedente de energía?. A lo mejor solo queremos una máquina que se autoabastezca. Una máquina que se mantenga a sí misma en funcionamiento pero no produzca excedente de energía. Un rendimiento del 100% no viola la primera regla del juego. Aunque una máquina así no produciría trabajo útil, pues gastaría toda su energía en mantenerse a si misma, siempre la podríamos usar como adorno. Desgraciadamente la segunda regla del juego nos priva de tener un móvil perpetuo adornando nuestro despacho. Esta regla dice que, a no ser que consigamos temperaturas de 0º absoluto, tampoco podemos construir nada con un rendimiento del 100%.


No existen máquinas perpetuas simplemente porque la energía se escabulle por todas partes. Volvamos a nuestro motor de combustión. Nosotros queríamos conseguir energía cinética, es decir movernos, pero eso es solo una parte de lo que en realidad obtenemos cuando ponemos en marcha el motor. Una parte muy alejada del 100%. Gran cantidad de energía se desperdicia en formas de ondas sonoras o de calor, tanta que hemos tenido que inventar mecanismos como el radiador, el tubo de escape o el silenciador para lidiar con toda esa energía desbocada. Y nosotros solo queríamos movimiento.


Por último, por si alguien tenía pensado agarrarse a la letra pequeña de la segunda regla, está la tercera regla del juego. Es también clara y nos impide salirnos por la tangente: nunca, jamas, de ninguna manera, se puede alcanzar el 0º absoluto.


Ya conocemos el juego y sus instrucciones. En el próximo artículo hablaré de los tramposos.

En breve:

Y, sin embargo, no se mueve. 2

Los tramposos.


Notas:

- La cita de Galileo está sacada de aquí.

- La de Sommerfeld de Wikipedia


Disculpas:

- A los lectores habituales. Por no incluir ningún fraude en esta primera parte y salirme así de la temática del blog. Prometo que en la segunda parte hay estafadores de sobra para compensar.

- A los físicos por las patadas que acabo de darle a la termodinámica, por las simplificaciones imperdonables y por los errores que haya podido cometer.

- A los historiadores, por ventilarme la revolución neolítica con un par de frases chorras. Ah, y por poner una estatua de atrezzo al hablar de los egipcios (No he podido evitarlo)


Perdón a todos, pero necesitaba este artículo para poder escribir el siguiente. :-P

Corrijo el error de los esclavos egipcios. Cortesía de dos comentarios anónimos. ¡Gracias!

Para saber más sobre egipcios y esclavos: Construcción de pirámides



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miércoles, 8 de abril de 2009

¿Dónde están los monstruos?



Más allá hay monstruos escribía el cartógrafo medieval cuando llegaba a la parte del pergamino en la que sus conocimientos flaqueaban. Si nadie había vuelto tras intentar cruzar este mar o aquel desierto por algo sería, pensaría el maese. Allí había monstruos, sin duda. Lo cierto es que el cartógrafo jamás había visto un monstruo ni había conocido a nadie que lo hubiera visto. A pesar de ilustrar con sierpes y dragones los mares más inhóspitos, nunca se había encontrado con estos seres. De barcos hundidos por tormentas y de caravanas devoradas por la arena sí que tenía constancia, pero optaba por los monstruos cuando tenía que representar en sus portulanos un lugar del que nadie, que él supiera, había regresado. Esta muestra de irracionalidad, podrán pensar algunos, se debe sin duda a la época en la que le tocó vivir. Si el cartógrafo era un palurdo supersticioso es porque el medievo fue un tiempo de palurdos supersticiosos. Nada que ver con nosotros, “los de ahora”, mucho más sabios y racionales...

Lo cierto es que el cuento de los mapas medievales poblados de monstruos no es más que eso, un cuento. Al igual que la idea de contemplarnos a nosotros mismos como unos seres completamente distintos a los que vivieron nuestro pasado, cuando no eran más que nosotros ayer.

Los dibujos de monstruos en mapas antiguos no son un mito, pero sí algo anecdótico. De los cientos de mapas y portulanos que se conservan, los que tienen figuras fantásticas se pueden contar con los dedos (aquí hay una lista de mapas con seres mitológicos). En cuanto a la frase “Más allá hay monstruos”, que todo el mundo parece identificar con los mapas medievales, no es más que un invento moderno. No se conoce el origen del mito pero lo que es seguro es que esa frase no aparece en ningún mapa antiguo. Lo más parecido que podemos encontrar es un texto, escrito en la costa este de Asia, en el Globo Lenox, el segundo orbe terrestre más antiguo que se conoce, que reza: “HC SVNT DRACONES” (Aquí hay dragones, en latín) Eso es todo. La práctica totalidad de portulanos medievales se ceñían a las necesidades de comerciantes y navegantes; y éstos no querían monstruos sino distancias, ciudades, puertos, rutas y accidentes geográficos. Para la mayor parte de la gente, los monstruos eran parte del folklore, como ahora. Lo que preocupaba al pastor o al campesino era el tiempo, las plagas o el precio del grano. Como mucho los lobos. Pero, desde luego, no los dragones. Del mismo modo que hoy, por más que uno quiera creer, se preocupará por los grizzlies y no por los big-foots cuando se adentré en los bosques de Norteamérica. Y, si viaja en barco, aun siendo un amante del misterio, nuestro hombre de hoy estará atento al parte meteorológico, pendiente de las tormentas y no de los krakens. Si no es así, estaríamos hablando de lo que se suele llamar un imbécil clásico y de esos también había en la Edad Media. De hecho, son intemporales.


La difusión de los cuentos sobre monstruos, o sobre otras cosas fantásticas, tenía su nicho de mercado en el medievo. Solo que, al no haberse inventado todavía las revistas baratas ni los programadores de televisión, se difundía en forma de libros. De este subgénero poblado de dragones y unicornios, tenemos en España uno de los mejores ejemplos: el Jardín de las Flores Curiosas, de Torquemada. Antonio de Torquemada (no confundir con Tomás, el cabroncete, con el que no tenía ninguna relación) fue un autor de bestsellers del siglo XVI especializado en novelas de caballería. No podemos considerarlo un escritor medieval propiamente dicho pero, como en España llegamos tarde y mal a todo y el Renacimiento no fue una excepción, para el caso nos vale. Torquemada escribió su Jardín en forma de diálogo entre tres amigos y dividido en tratados. En cada uno de estos tratados, los amigos discuten sobre un tema misterioso. Un capítulo trata de lugares míticos, otro de monstruos, otro habla de poderes sobrehumanos y así hasta seis tratados sobre temas más o menos extraños.


Cervantes, en el Quijote, puso en boca del Cura una mordaz crítica al Olivante, otro libro de Torquemada, y de paso al Jardín de las Flores Curiosas:


El autor de este libro -dijo el Cura- fue el mismo que compuso a Jardín de Flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por mejor decir, menos mentiroso; sólo sé que éste irá al corral por disparatado y arrogante”


Hay que decir que el mundillo del misterio no ha evolucionado mucho: los argumentos que usaban los protagonistas del Jardín... para defender la existencia de los monstruos son exactamente los mismos a los usados hoy en día:


Yo no sé qué juzgar, porque tantos autores lo escriben y hacen mención de tantas monstruosidades, siendo tan graves y de tanta autoridad, que nos obligan a creer que los hay; y por otra parte, apenas se verá ahora ni se oirá de ninguno que haya en el mundo, ni que diga que lo ha visto, aunque nunca tanta parte de tierra se ha descubierto en el mundo, y no vemos que ni en la India Mayor, que los de la nación portuguesa han conquistado, ni en las indias occidentales se hayan hallado monstruos ningunos; pero en fin se entiende que es verdad lo que está escrito; y así, dicen que se han recogido a las montañas y partes que no son habitadas de gentes.”


A Torquemada ya le olía mal que los europeos no dejaran de llegar a tierras desconocidas y los dichosos monstruos no apareciesen por ningún lado. En la actualidad, a los monstruos la casa se les ha quedado mucho mas pequeña. Las montañas a las que se recogieron en el siglo XVI ahora tienen estaciones de esquí con tienda de regalos y las partes que no son habitadas de gentes seguro que son cruzadas por varios rallyes al año. Y los monstruos siguen sin aparecer. Google Earth no deja ni un pequeño espacio en blanco en el que escribir: Más allá hay monstruos, y en ninguna de sus fotos aparecen dragones.


Pero nada de esto importa. Hoy, como en la Edad Media, como siempre, sigue habiendo gente que, pasada la niñez, sigue creyendo en monstruos. Se llaman a si mismos criptozoólogos y a los monstruos los denominan críptidos; porque una cosa es creer en los monstruos y otra no sentir vergüenza al admitirlo. Usando estos términos la cosa queda entre académica y misteriosa, y los criptozoólogos pueden hablar en público de sus cosas de monstruos sin ruborizarse.


A los distintos tipos de monstruos también les han cambiado el nombre; se conoce que no quedaba serio ser investigador, con chaleco con bolsillos y todo, y que tu objeto de estudio sean los protagonistas de los libros de cuentos que leen tus hijos. Los dragones ahora suelen llamarse plesiosaurios (porque, sin duda, un inmenso reptil extinto hace millones de años es mucho mas creíble), viven en los lagos en lugar de en cuevas y, al contrario que sus tocayos prehistóricos, no necesitan emerger a respirar y solo suben a la superficie cuando su instinto les dice que se aproxima un turista con una cámara desenfocada. Al ser pocos y estar todos fichados, cada dragón tiene nombre propio, como los de las sagas nórdicas. El más famoso de ellos se llama Nessie y vive en un frío lago escoces rodeado de castillos medievales, el ecosistema perfecto para que un dragón se críe de forma saludable.


Como uno no puede pasarse los años buscando monstruos sin presentar resultado alguno, los criptozoólogos hacen suyos los descubrimientos de nuevas especies por parte de los biólogos. Todos los manuales de criptozoología que he consultado comienzan con un listado de especies recientemente descubiertas, desde el celacanto hasta el okapi, incluyendo decenas de invertebrados y pequeñas aves, mamíferos o reptiles. Puesto que ninguna de esas especies ha sido descubierta por ningún criptozoólogo el argumento pierde un poco de fuerza: “Eh, si esos científicos de Oxford han descubierto quince especies de escarabajos peloteros, ¿por qué nadie cree en mi plesiosaurio de veinte metros?”

Pero el principal motivo por el que no hay que tomarse en serio este argumento es que ni los mismos criptozoólogos lo hacen. En realidad, los escarabajos peloteros, las ratas o los ciervos enanos que descubran los biólogos les importan un bledo a los criptozoólogos. Los meten en la introducción de sus libros para que parezcan serios, pero en el resto de capítulos no se vuelve a hablar de invertebrados ni de pequeños mamíferos por ningún lado. ¿A quien le importan los escarabajos teniendo monstruos? Perdón, críptidos. Se habla en esos libros de gigantes peludos de tres metros de altura que viven en el Himalaya, aunque no se sepa muy bien de que viven. También suele tener su capítulo especial el, atención, hombre-polilla, bicho que goza de especial fama por ser un dos por uno de lo paranormal, mitad críptido mitad extraterrestre. Y no puede faltar el chupacabras, monstruo sobre el que solo se sabe seguro el nombre. No he conseguido encontrar dos descripciones iguales de este ser, ni siquiera parecidas; desde un perro mutante hasta un vampiro del espacio, pasando por un canguro infernal (lo juro), el chupacabras puede tener cualquier aspecto. Aunque mi favorito es el hombre rana de Loveland, una criatura que vive en los lagos de Ohio y que es clavadito al triste hombre pez de “La mujer y el monstruo”


Así que, la próxima vez que pensemos en el medievo como ese oscuro periodo de la historia poblado de ignorantes supersticiosos que creían en los monstruos será mejor que nos paremos a pensar en el programa que echan por la noche en la tele, en los suplementos que regalan con los periódicos o en esos tipos serios que, con cuarenta años, todavía se dedican a perseguir monstruos y lo admiten sin rubor.


Puede que más allá haya monstruos, el problema es que cada vez hay menos más allá.


Angulo, Eduardo; Monstruos, 2007

Torquemada, Antonio; El jardín de las flores curiosas, 1570 (Descubrí este libro gracias a Exapamicron, un blog muy interesante repleto de rarezas y curiosidades. Os lo recomiendo.)

González/Heylen; Al límite criptozoología, 2002

González/Heylen/Sánchez; El gran libro de la criptozoología, 2008

Criptozoología


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martes, 17 de febrero de 2009

Felicidad



He sido elegido. Yo.


Estoy destinado a conocer el Secreto de la Felicidad Absoluta.


Sí, ya se que en este blog siempre he mantenido una postura escéptica con respecto a estos temas pero eso era solo porque el destino aún no me había señalado con el dedo. Es muy fácil apelar a la razón y alardear de incredulidad cuando no eres un Elegido, cuando no has atisbado el misterioso mundo que se esconde tras la cortina.


Hace unos días recibí una carta que iba a cambiar por completo mi vida. En cuanto vi el sobre comprendí que había algo extraño. A pesar de que en él se podía leer ¡¡¡CONTENIDO SECRETO!!!, el sobre era de esos con una ventanita de plástico trasparente en una esquina, por lo que se podía leer parte de lo escrito en las hojas del interior: TE HAN ELEGIDO A TI ¡¡¡Formas parte de los 7!!!

NOTA: Conviene, antes de seguir, aclarar algunas características propias del lenguaje usado por los que han alcanzado la felicidad. Las mayúsculas, por ejemplo, no se emplean únicamente en los nombres propios sino que su uso se extiende a todas aquellas palabras que nos parezcan Importantes. Si creemos que un término es MUY IMPORTANTE, debemos escribirlo por completo en mayúsculas.

Por otro lado, el signo de admiración también tiene un uso distinto al que le dan los no versados. El Lenguaje de la Felicidad invita a usarlo con generosidad hasta el punto de encerrar casi cada frase entre signos de admiración. Si la frase en cuestión hubiera requerido de una admiración en el habla normal (o habla infeliz), entonces usaremos dos. Como medida excepcional se podrán usar hasta tres exclamaciones, siempre y cuando el espectacular efecto que esto provoque esté justificado. (La pronunciación correcta de la triple exclamación, por ejemplo ¡¡¡Destino!!!, es, según los expertos consultados, una pronunciación chanante)

Ah, y los números se escriben siempre con cifras nunca con palabras.


La carta, Personal y Confidencial, venía de Madrid y estaba firmada por el Profesor Berthold von Graaf, del IFA (International Foundation for Abundance) El carácter único del profesor von Graaf le permite esas excentricidades propias de grande hombres tales como, en lugar de poner fecha en el encabezado de su misiva, poner hora:

Tras dejar bien clara, mediante admiraciones y mayúsculas, la suma importancia de la carta, von Graaf pasa a contarme el meollo del asunto:

Impresionante. Lo que más llamó mi atención no fue que el equipo del prestigioso Centro Internacional de Investigación de la Felicidad hubiera descubierto ¡el mayor secreto de nuestro tiempo!; tampoco fue la inmensa labor de ingeniería social que han tenido que realizar para montar un equipo con astrólogos, clarividentes, médiums y científicos (¡los más importantes!). No, lo mas impresionante de todo es esta parte: “¡...en seguida, y sin ningún esfuerzo de tu parte!” ¡Dolce far niente! Todos mis deseos, ¡los más profundos y los más urgentes!, se harán realidad sin que yo tenga que mover un dedo. Estos del Instituto de la Felicidad sí que saben, felicidad rápida, a domicilio y sin esfuerzo. Son el Telepizza de la felicidad. Fast Felicity.


Aunque llegado a este punto he de reconocer que me asaltó mi primera duda. Mi primera crisis de fe. ¿Y si el concepto de felicidad del profesor von Graaf no coincidía con el mio? Afortunadamente, como si me estuvieran leyendo la mente (probablemente así fue), el siguiente párrafo dejaba claro el asunto:

Los clásicos nunca fallan. Salud, dinero y amor. Me pregunté quienes serían los otros 6 afortunados que habían sido Elegidos como yo...


La carta seguía:


¡Acabáramos! ¡La poderosa fuerza elemental del universo y del cosmos! Las piezas comenzaban a encajar, aquello no podía ser un engaño. El mismísimo círculo secreto de los principales astrólogos y adivinos de Europa estaba detrás del asunto. Palabras mayores. Ya no cabía ninguna duda. ¡Si hasta venía en negrita y rodeado a boli! Soy un Elegido. ¡Soy uno de los 7!


No había rastro de duda en mí pero el profesor von Graaf, conocedor sin duda de mis artículos y, en consecuencia, de mi cerrazón mental pre-conversión, se había molestado en incluir en el sobre todas las pruebas necesarias para convencer hasta al más escéptico. Primero está el certificado oficial, firmado por el prestigioso notario Dr. Tutzig:

Por si esto fuera poco, se incluye también el manuscrito original en el que el Instituto de la Felicidad comunica a von Graaf que soy el Elegido:

Este es uno de esos detalles que dejan claro que estamos ante gente seria. Podían haber comunicado el MUY PODEROSO SECRETO usando el teléfono, el fax o el correo electrónico y, sin embargo, han usado una carta de las de toda la vida. Puede que, en lugar del servicio postal, hayan usado un cuervo para hacerla llegar a su ¡¡¡Destino!!! pero es una carta al fin y al cabo.

Aunque las pruebas son irrefutables y nadie en su sano juicio tendría dudas a estas alturas, von Graaf se permite incluir una evidencia más. La lista de los Elegidos:

En efecto, ahí estaba. La lista de los 7 y, bajo ésta, la lista de los 7 suplentes. Los nombres estaban tachados, sí, pero bajo el borrón se aprecia claramente que había un nombre escrito. No hay ninguna duda. Irrefutable.

Un incrédulo podría objetar la presencia de los 7 reservas. ¿Cómo se puede ser un Elegido Reserva? O eres Elegido o no, no se puede ser medio Elegido. Estos prejuicios no hacen más que poner de manifiesto la ignorancia de los escépticos. Desconocer los mecanismos por los que algo sucede no significa que no pueda suceder. Cualquiera de los integrantes del muy secreto círculo de magos podría explicar fácilmente el misterio de los Elegidos Reservas pero es una información demasiado IMPORTANTE como para revelársela a cualquiera. (Probablemente se trate de Algo Cuántico)


Por último, antes de irme a disfrutar de la Felicidad Absoluta, me gustaría contar un curioso incidente que, posteriormente, reconocí como una prueba de Fe. Justo después de leer la carta recibí un mail de un lector habitual de este blog. Con tristeza, mientras leía su correo, me di cuenta de que era un incrédulo que lo único que pretendía era que hiciera burla en esta página de algo tan serio como el Instituto de la Felicidad. Por supuesto, he ignorado sus maliciosas intenciones y espero haber tratado el tema en este artículo con toda la seriedad que merece.


Mas importante era que, en el mail, se incluía la carta escaneada. Al comparar su carta con la mía me di cuenta de algo asombroso: los 7 Elegidos y los 7 Reservas de su carta eran distintos a los de la que yo había recibido (a pesar de que los nombres están tachados, las ciudades de residencia no lo están y eran todas distintas) ¿14 Elegidos y 14 Reservas? ¿Cómo es eso posible? Si había 14 Elegidos por país, en toda Europa habría 154 y no 77. Alguien con la mente cuadriculada podría pensar que no salen las cuentas, si los Elegidos son 7, son 7 y punto, no 14. Por supuesto, estas dudas solo asaltaran a los cortos de mente y a los descreídos, para el resto de la gente esto no supondrá ningún misterio; hemos tenido dos milenios para familiarizarnos con la idea de que 3 son 1, ¿por que habría de resultar más extraño que 14 sean 7? El mismo principio que explica la Trinidad, explica también el Misterio de los 14 en 7 (más reservas) o el Misterio de los 154 en 77 (más reservas) Y sí, por si alguien se lo preguntaba, en la solución al Misterio de los Muchos en Pocos está involucrada la poderosa fuerza elemental del cosmos y del universo y unas cuantas Cosas Cuánticas.


Me voy a comprar la lotería.


  1. Los scans de la carta son cortesía de Marcos Andión. ¡¡¡Gracias!!!

  2. Hay muy pocas referencias a von Graatz en la web. Una de ellas, en Fraudalert, lo vincula a un timo en el que decía hablar en nombre del Instituto de Medicina Holística y pedía 75 dólares a los que respondían a su carta.





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domingo, 18 de enero de 2009

Las chicas del ayuno

"Cada mañana pienso en una taza de té verde. Ayer me sorprendí recordando el sabor de una sopa de tomate con cilandro… hoy ha sido una tarta Selva Negra y pasteles con sirope de arce y helado y chocolate caliente con malvaviscos"


Estas líneas forman parte de una de las últimas anotaciones del diario personal de Lani Marsha Rosalind Morris, una mujer de 53 años que, en junio de 1998 dejó su casa en Melbourne para acudir a un programa de "respiracionismo" (breatharian) en Brisbane.



El respiracionismo, o inedia, es la creencia en que, siguiendo determinadas técnicas espirituales, el ser humano puede vivir eternamente sin necesidad de ingerir alimentos ni bebidas. Jim Vadim Pesnak y su esposa Eugenia, responsables del tratamiento respiracionista que estaba siguiendo la señora Morris, aseguraban que el cuerpo es una entidad espiritual más que física y que no necesita contaminarse con sustancias materiales como la comida. Ellos eran capaces de enseñar a cualquiera, a cambio de una importante cantidad de dinero, a trascender el mundo terrenal y alcanzar el estado natural del ser humano, el estado espiritual, en el que ya no son necesarias las cadenas que nos atan a la existencia física como comer, beber o incluso dormir.


El entrenamiento respiracionista de los Pesnak constaba de un programa de un mes de duración. Durante este periodo de tiempo los iniciados no debían ingerir ningún tipo de alimento ni bebida. Lani Morris era una víctima perfecta. Crédula e inocente, consumidora habitual de literatura de autoayuda, pensaba sinceramente que podía trascender la realidad física y convertirse en un ente espiritual sin necesidades terrenales. Comenzó a escribir un diario el mismo día que llegó a la casa del matrimonio Pesnak. Conforme iban pasando los días la comida se hacía cada vez más presente en las anotaciones de Morris. No podía pensar en otra cosa. Al final, los textos eran casi ilegibles y se componían en su mayor parte de nombres de alimentos. La última página no contiene palabra alguna, tan solo el dibujo de una espiral.

Después de una semana siguiendo el programa respiracionista, Morris era incapaz de hablar y se caía de la cama. Los siguientes tres días, según declaraciones de Jim Pesnak en el juicio posterior, la mujer se orinaba constantemente en la cama y perdió la movilidad de la parte derecha de su cuerpo. Vomitaba a menudo y unos grumos negros y pegajosos goteaban de sus labios. Después de once días de tratamiento dejó de respirar ya que los grumos llenaban por completo su boca. El señor Pesnak intentó realizarle una traqueotomía casera con un cuchillo pero finalmente aceptó llamar a una ambulancia. Cuando ingresó en el hospital se le diagnosticó derrame cerebral, deshidratación severa, fallo renal y neumonía. Lani Morris fue trasladada a una unidad de cuidados intensivos donde murió siete días después.

En el juicio posterior, el juez Wilson declaró responsables únicos de lo sucedido al matrimonio Pesnak. Según la sentencia, el resto de acólitos respiracionistas actuaban engañados por los Pesnak. Jim y Eugenia Pesnak fueron declarados culpables de homicidio y condenados a las penas máximas que pedía el fiscal para cada uno de ellos.

Cuando en el juicio se le preguntó a Jim Pesnak por qué no había llamado antes al doctor, contestó: Ella [Morris] no estaba sufriendo una enfermedad, sino una "batalla de egos" Mi programa no era un tratamiento médico sino espiritual. Cuando me surgió la duda de si debía llamar a un doctor la respuesta fue instantánea: "No. Confía en Dios"

No comer. Ese es el significado literal en latín de la palabra inedia. En realidad, la habilidad de vivir del aire es tan solo uno más de los superpoderes clásicos de héroes, dioses y santos de diversas mitologías. Tanto hinduistas, como budistas y cristianos cuentan con multitud de casos de inedia en sus textos. El mismo Buda era capaz de pasar varios días meditando sin necesidad de comer o beber. El que parece ser el favorito en todas las apuestas a ser la reencarnación de Buda, Palden Dorje, parece tener la misma habilidad. Entre los santos cristianos también podemos encontrar varios que, aparentemente, han conseguido vivir sin ingerir alimento alguno, excepto la eucaristía.

En la época victoriana, la inedia, hasta entonces patrimonio de santos medievales, reapareció de un modo inesperado y masivo. El espiritismo, y todo lo paranormal en general, eran la diversión de moda en la Inglaterra victoriana. Aparecidos, duendes, hadas, astrología, muertos parlantes, y toda suerte de habilidades misteriosas y seres mitológicos, que parecían haber sido desterrados al mundo de los cuentos por la ilustración, reaparecieron con más fuerza que nunca en los salones de té de Londres a finales del XIX. La inedia, que no es que sea un fenómeno paranormal muy espectacular ni llamativo, fue sin embargo uno de los más exitosos en este resurgir de lo oculto. Multitud de niñas y adolescentes inglesas afirmaban no necesitar el menor sustento material para vivir. Eran tantas que incluso existía una palabra para referirse a ellas, las llamaban las fasting girls. Las chicas en ayuno. Eran una da las atracciones mas visitadas en ferias y circos de lo extraño, también eran habituales en teatros de variedades, donde el mundo del misterio era el centro de la mayoría de espectáculos.


El público que observaba a aquellas chicas a las que se les notaban los huesos veía un misterio insondable, una prueba de la existencia de cosas que no comprendemos, un desafío a la razón... En realidad lo que tenían delante no era más que una niña con anorexia nerviosa a la que probablemente no le quedara mucho tiempo de vida.


Los padres de Sara Jacob, por ejemplo, tenían una mina con su hija. El mismo vicario del pueblo había certificado que su Sara Jacob vivía sin ingerir alimentos. Sara se hizo pronto famosa y la familia Jacob se hizo rica de la noche a la mañana. Lo cierto es que Sara comía, poco pero comía. Sus padres quizá no lo supieran cuando decidieron ofrecer al mundo la prueba definitiva de los poderes de su hija. En 1869 la metieron en una habitación de hospital donde sería vigilada las veinticuatro horas del día. Los padres ordenaron que no se diera ningún alimento a su hija aunque ésta lo pidiera. Bajo la estricta vigilancia a la que estaba sometida, Sara no podía comer a escondidas como había estado haciendo y no tardó en suplicar comida. Sus padres se negaron. Poco después quedó inconsciente y las enfermeras pidieron a los padres permiso para alimentar a Sara. Se negaron. Al día siguiente era evidente que Sara se estaba muriendo y los médicos suplicaron a los padres que les dejaran alimentar a Sara pero éstos se negaron. Sara Jacob murió ese día de hambre. Ni sus padres ni el personal del hospital fueron juzgados por asesinato.


No fue la única, otras fasting girls, como Leonora Eaton, también acabaron muriendo de hambre. Josephine Bedard, en cambio, era bastante más sensata y nunca dejó de comer a escondidas. Mientras estaba poniendo a prueba sus poderes la pillaron robando patatas fritas de la comida del doctor que tenía que vigilarla.

Como todo, la inedia pasó de moda y no se volvió a dar ningún caso notorio hasta el de la mística cristiana Therese Neumann. La aspirante a santa afirmaba que nada, salvo la hostia consagrada, había cruzado sus labios desde 1926 hasta su muerte en 1962. Como vemos en la foto, Therese, quien también tenía llagas en las manos y lloraba sangre, es bastante más rolliza que las fasting girls victorianas. La explicación es fácil, la precavida Therese nunca aceptó someterse a ninguna prueba. Ni siquiera admitía que médicos o investigadores se acercasen a su habitación. El Vaticano todavía no ha aceptado la realidad de sus milagros, pero están en ello.


Como en la época victoriana, en el siglo XX también se dio un periodo de fertilidad extraordinaria para todo lo paranormal. Fue en los años sesenta y se llamó, sí, New Age. La inedia reapareció de nuevo con fuerza entre toda una serie de gurús que afirmaban que todo lo terrenal es malvado y que se llaman a si mismos respiracionistas. Siguiendo sus métodos, cualquiera puede aprender a ser un ente completamente espiritual y vivir de la brana o de la luz líquida, que es como llaman a la sustancia que nutre nuestro yo etéreo o lo que sea. Desgraciadamente, para alcanzar este estado superior y trascender la materia debemos desembolsar una importante y muy terrenal cantidad de dinero.


La última y más importante de las respiracionistas es la australiana Ellen Green, también conocida como Jasmuheen. Jasmuheen decía al principio no necesitar más que la brana para sustentarse, aunque en declaraciones posteriores admitió “tomar de vez en cuando un té de hierbas” Es autora de varios libros con títulos como “Vivir de la luz”(por éste ganó un premio Ig Nobel de literatura en 2000), “El Programa Prana” o “El alimento de los dioses” y toda una celebridad entre los respiracionistas.

Cuando un grupo de periodistas acudió a casa de Jasmuheen para grabar un reportaje sobre sus habilidades, uno de ellos tuvo la brillante idea de abrir la nevera de la mística. Estaba hasta los topes y no precisamente de brana. En el 2006 el programa de televisión 60 minutos ofreció a la señora Green la oportunidad de mostrar al mundo sus poderes en directo. La idea era que un equipo del programa mantuviera vigilada permanentemente a Jasmuheen, los cámaras grabarían cada minuto para que no hubiera posibilidad de fraude. A las cuarenta y ocho horas de comenzar, Ellen Green tenía síntomas claros de deshidratación. Ella acusó a la contaminación atmosférica de interferir con la brana y privarla de su ración diaria de luz líquida. No explicó como algo tan material como la contaminación puede interferir con la etérea brana, sin embargo los productores del programa accedieron a trasladar el lugar de la prueba a una casa en mitad del campo. De nuevo, cuarenta y ocho horas después del traslado, Jasmuheen presentaba síntomas claros de deshidratación y los médicos pararon la prueba.

Jasmuheen sostiene que el hombre es un ser de espíritu no de materia y que el hambre no es más que una mentira que los mass media han introducido en nuestras cabezas(sic). Estoy seguro de que un programa de televisión consistente en llevar a la señora Green a ciertos lugares de África a decir a ciertas personas que su hambre no es mas que una mentira de los mass media hubiera tenido mucho más éxito. Cuando se le ha preguntado sobre las muertes de personas que han seguido sus técnicas respiracionistas Jasmuhenn se ha limitado a contestar que la causa de la muerte no es el respiracionismo sino la falta de preparación. Sobre Lani Morris, la mujer que escribió las líneas con las que comienza el árticulo, se limitó a decir: “quizá no tuviera la motivación adecuada


http://en.wikipedia.org/wiki/Jasmuheen

http://en.wikipedia.org/wiki/Ram_Bahadur_Bomjon#Feats_of_Inedia

http://en.wikipedia.org/wiki/Therese_Neumann

http://home.iae.nl/users/lightnet/health/breatharianslinks.htm

http://www.randi.org/jr/122603li.html

http://skepdic.com/news/newsletter34.html

http://en.wikipedia.org/wiki/Fasting_girls

http://www.rickross.com/groups/breat.html

http://skepdic.com/inedia.html



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martes, 23 de diciembre de 2008

El chico amarillo

A la memoría de Paul Newman



Nunca he timado a un hombre honesto, solo a granujas. Ellos querían algo a cambio de nada y yo les daba nada a cambio de algo.

Joseph “Yellow Kid” Weil


Artículo con banda sonora. Se recomienda escuchar el tema “The Entertainer” de Scott Joplin durante su lectura.




Los estafadores han sido los principales protagonistas de este blog desde que comenzó su andadura hace poco más de un año por lo que he pensado que ya iba siendo hora de dedicarle un artículo al que quizá haya sido el más grande timador de todos los tiempos. Un auténtico artesano del noble oficio de la estafa. Joseph Chico Amarillo Weil.

Ahora que los timos y estafas por parte de políticos, banqueros y especuladores están a la orden del día no está de más recordar una clase de estafa bien distinta. En este tipo de timos no se pretende desplumar a cientos de familias de golpe o dejar sin blanca a un puñado de inversores. Al contrario, es suficiente con una sola víctima. Tampoco la buena fe forma parte de esta historia. La buena voluntad es el peor enemigo de este tipo de golpes, la víctima debe creer que ella misma es cómplice del timo. El estafado tiene que creerse estafador y cuanto mas ambicioso sea mejor.


Pero empecemos por el principio.



Weil comenzó su andadura en el mundo de la estafa con un auténtico clásico: los remedios milagrosos. Nacido en Chicago, pronto fue un habitual de las ferias y circos. Allí ofrecía sus crecepelos maravillosos y otros tónicos capaces de curar cualquier dolencia. Este timo, habitual hoy en día hasta en la teletienda, no tardó en aburrir a Weil. Quizá la razón fuera la naturaleza de esta estafa, en la que lo principal es aprovecharse de la inocencia de la víctima, lo que le llevó por otros caminos. En sus memorias confesó que cada una de sus víctimas tenía un timador en su interior y echando un vistazo a sus golpes más famosos comprobamos que no le faltaba razón.


¿Ha visto usted a mi perro?

Un bar cualquiera en Chicago. Principios de siglo. El camarero atiende a los clientes, limpia la barra y da conversación a los borrachos cuando un extraño personaje cruza la puerta. Tiene cara de preocupación y, lo que es peor, de querer compartir esa preocupación con alguien. Resignado, asumiendo que gran parte de su trabajo consiste en escuchar las penas de otros, el camarero se acerca dispuesto a atender al nuevo cliente. El extraño resulta tener acento extranjero y tras un par de cervezas confiesa la causa de su desgracia. Ha perdido su perro hoy mismo. Pero no un perro cualquiera, no. Ha perdido un Saulsazer Atigrado (o algo así) de pura raza, uno de los pocos que quedan. Se le escapó hace unas horas por el barrio y todavía no ha podido dar con él. El hombre, entre sollozos, habla maravillas de su mascota. En Europa es considerado un perro de aristócratas, solo la creme de la creme puede permitirse tener uno de ellos. El camarero sospecha que quizá tenga ante él a un noble europeo y comienza a interesarse por la conversación, quizá incluso invite al extraño a un par de copas. Antes de irse, el extranjero hace una descripción detallada del animal y pide al camarero que pregunte por él a sus clientes. Ese perro es irremplazable y está dispuesto a pagar quinientos dólares a quien le ayude a recuperarlo. El extraño promete volver al día siguiente para ver si hay alguna noticia sobre su valioso Saulsazer.


Horas después, ese mismo día, un nuevo cliente entra en el bar. El tipo es la afabilidad en persona. Con una sonrisa de oreja y un tono de voz que inspira confianza parece la clase de persona a la que dejarías al cuidado de tus hijos o el vecino al que darías una copia de la llave de tu casa. Es Joseph Weil.


-¡Mire que suerte he tenido! -dice el nuevo cliente tras sentarse y pedir una copa-. Acabo de encontrar este perro vagando a un par de calles de aquí. Y debe ser un buen perro pues tenía collar y todo.


El camarero no da crédito a lo que ve. ¡Es el Saulsazer Atigrado! La verdad es que a él le parece un vulgar chucho callejero pero no cabe duda de que su descripción coincide exactamente con la que le hizo el extraño aristócrata.

El camarero, inmediatamente, inventa alguna excusa que justifique su interés en el animal. “La verdad es que vivo solo y no me haría mal un poco de compañía. Le pagaré cien dolares por el perro”, por ejemplo.


  • Pues lo cierto es que, en poco tiempo, ya he cogido cariño a este animal. Me daría pena deshacerme de él- responde Weil mientras acaricia la cabeza del Saulsazer.


  • Que sean doscientos dólares entonces- contesta el camarero.


La historia siempre acababa del mismo modo. Con Weil y su gancho embolsándose un gran fajo de dólares y con un camarero que creía haber hecho el negocio del siglo y que había pagado un pastón por un perro callejero como los que veía cada vez que sacaba la basura.

Con timos menores como éste Weil fue haciendo carrera en los bajos fondos de Chicago. Pronto conoció a otros estafadores con los que se asociaba a menudo como Frank Hogan, con quien formó pareja en 1903. Esta asociación es el origen del mote con el que es conocido Weil. Yellow Kid era un famoso personaje de comic norteamericano a quien siempre acompañaba su amigo Frank Hogan. Pero Weil no solo era famoso entre los estafadores. A medida que sus timos iban volviéndose más elaborados Weil necesitaba de una gran cantidad de mano de obra. Se hizo amigo de rateros, prostitutas, carteristas, jugadores profesionales, mendigos... Todos conocían a Weil y estaban más que dispuestos a participar en sus montajes. Después de todo era una forma bastante divertida de ganar dinero y los planes de Weil raras veces fallaban.



Invierta en tierra

Si la gente aprendiera -aunque dudo que suceda- que es imposible obtener algo a cambio de nada, el crimen desaparecería y todos viviríamos en armonía.

Joseph Weil


En algún selecto café un adinerado caballero observa como dos hombres de negocios se sientan en la mesa contigua a la suya. En cuanto llegan a sus oídos frases como “ganancia asegurada” o “negocio del siglo”, el honrado millonario comienza a interesarse por la conversación que está teniendo lugar a su lado.


Al parecer, el banco ha expropiado las tierras que un pobre diablo tenía en Indiana por impago de deudas y las ha sacado a la venta por 50.000$. Pero lo interesante es que esos terrenos, aunque el banco no lo sepa, tienen un valor cien veces mayor. Uno de los dos tipos que hay a su lado es geólogo y tiene información de primera mano sobre lo que hay bajo ese suelo.


  • Cuando trabajaba para la Standard Oil Company me encargaron que evaluara esos terrenos para una posible compra -está diciendo el geólogo a su acompañante-. ¡Aquello es una enorme bolsa de petroleo! Oculté esa información a la compañía pues ya entonces el dueño de las tierras estaba en bancarrota y sabía que podría hacerme con ellas a precio de ganga si esperaba un poco. Era una oportunidad única de ganar millones de dólares.

  • ¿Y qué pasó? ¿Cómo es que no eres el nuevo Rockefeller? -pregunta el otro tipo.

  • Ya sabes que pasó. Perdí mi empleo antes de poder reunir los malditos 50.000 dólares.

El millonario espera ansioso a que a alguno de los dos se le escape el nombre del banco que vende los terrenos pero no hay forma. Finalmente decide intervenir en la conversación.


  • Perdone, caballero, pero no he podido evitar escuchar la conversación que estaba manteniendo con su amigo. Quizá si me aceptara como socio capitalista ambos podríamos repartirnos la propiedad en cuestión. Yo podría disponer con facilidad del dinero necesario.


El geólogo tras muchas dudas y preguntas acaba aceptando la oferta. Por supuesto no le dice al millonario donde se encuentra el banco sino que se ofrece a acompañarlo él mismo a cambio de figurar en la escritura de propiedad. Parece un trato justo, uno pone la información y otro el capital, así que se encaminan hacia la oficina bancaria donde poder comprar los terrenos bañados en petroleo.


Una vez allí todo sucede con normalidad. El banco se encuentra situado en un espacioso local y parece bastante próspero. Hay multitud de cajeras atareadas atendiendo a los numerosos clientes, pero no importa, no tienen que hacer cola porque es el mismo director bancario quien se encarga de cerrar el trato.


  • En efecto, la propiedad que mencionan está en venta por esa cantidad pero... ¿está seguro de querer invertir en un secarral sin valor?

  • Sí, sí, usted háganos una escritura de propiedad a nombre de los dos y no se preocupe -dice el millonario con una sonrisa y dando un codazo cómplice al geólogo-. Aquí tiene los 50.000 dólares.


Una vez fuera ambos acuerdan quedar al día siguiente para planificar como venderán la propiedad por cien veces más de lo que les ha costado a alguna compañía petrolera. Habrá que hacer prospecciones, consultar con otros geólogos... Quizá hasta consigan más dinero del que esperaban. Con un abrazo ambos hombres se despiden... Y nunca más vuelven a encontrarse.


El feliz socio capitalista no tarda más que unos días en descubrir que no hay rastro del geólogo, ni de nadie con su nombre, por ningún lado. La propiedad no existe y la escritura no es más que una falsificación. Si decide acudir al banco donde se cerró el trato descubrirá un local vacío, sin rastro de cajeras, ni clientes, ni nada que recuerde a una sucursal bancaria.


Weil, que lo mismo hacia de banquero que de geólogo cuando llevaba a cabo esta estafa, lo había planeado todo a la perfección. Se alquilaba un local y se decoraba superficialmente para parecerse a una oficina bancaria. Las cajeras eran todas prostitutas y los clientes mendigos o carteristas. En ocasiones incluso contrataba compañías de teatro amateur para que todo quedara más creíble. En cuanto el millonario doblaba la esquina todo el tinglado era desmontado, cada uno de los participantes cobraba su parte del botín y desaparecían hasta que las cosas se calmasen. O hasta el próximo golpe.

El golpe

Pensaba acabar este artículo relatando la más famosa estafa de Joseph Weil pero no voy a hacerlo. No hay mejor descripción de ese timo que la que el director George Roy Hill y el escritor David S. Ward hicieron en 1973. Quien haya visto “The Sting” ya sabe de que hablo y quien no ya está tardando en alquilar/comprar/descargar esa gran película.


Joe Yellow Kid Weil murió en 1975 a la edad de cien años.


¡FELICES FIESTAS A TODOS!



Innes, Brian, Fakes &Forgueries, 2007

Weil, Joseph, The Con Game and "Yellow Kid" Weil,

http://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_Weil

http://www.nationmaster.com/encyclopedia/Joseph-Weil


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