Sexo, lengua, estudios de género y otras imposturas, 2
Primera parte aquí.
Algo malo le sucedió a las ciencias sociales en Europa a finales de los sesenta. Algo muy, muy malo. Algo raro y malo. Ante el asombro de sus colegas de otras disciplinas, un buen número de psicólogos, sociólogos y antropólogos comenzaron de pronto a decir estupideces y sinsentidos. La posmodernidad había tomado las universidades.
Y no, no uso el término de forma provocativa o para ser hiriente. Uso la palabra estupideces porque, como se podrá comprobar más adelante, es la expresión que con mayor precisión describe lo que salía de sus plumas. Quiero dejar claro que no tengo nada en contra del posmodernismo como movimiento literario o artístico. Al contrario, me parece perfecta la subversión que supuso. Lo que quiero demostrar en este artículo es que el posmodernismo, aplicado al ámbito académico, fue un golpe casi mortal a las ciencias sociales del que todavía se están recuperando. Y en algunos casos, como en el de los estudios de género o de la mujer, no se han recuperado en absoluto.
De repente, sobretodo tras 1968, un montón de profesionales que llevaban décadas luchando por que su estatus en ciencia se equiparara al de los científicos puros empezaron a renegar del método científico y a llevar a cabo sus estudios e investigaciones como si de análisis literarios se tratara. Cuanto mayor era el sinsentido en sus publicaciones, más fama cosechaban (véase Lacan o Derrida). Prescindiendo de un referente real, sus estudios estaban plagados de citas y notas al pie que mentaban a otros colegas, que a su vez citaban a los citadores. Como dije en el anterior artículo, su análisis se reducía a un circuito cerrado de referencias, al margen del método o de cualquier disciplina seria. Era un mundo académico aparte que, en lugar de estudiar la realidad, se estudiaba a si mismo. Cualquiera podía decir la tontería que le viniese en gana siempre que tuviera un montón de notas al pie, una bibliografía más extensa que el propio texto y estuviera escrita en el lenguaje mas farragoso y confuso posible.
Antes de seguir conviene dejar claro que se entiende por posmodernismo. Aunque estamos hablando de multitud de corrientes de pensamientos distintas, e incluso opuestas, todas tienen suficientes características en común como para justificar su agrupamiento bajo el término posmodernismo. Marvin Harris hace un resumen de estos rasgos comunes en Teorías sobre la cultura en la era posmoderna:
“De las numerosas fibras que componen el posmodernismo, la más notoria y destacada es el descrédito de la ciencia y la tecnología occidentales. Entre las demás fibras que corren paralelas a este nervio central figuran:
La representación de la vida social como un texto
La elevación del texto y el lenguaje al rango de fenómenos fundamentales de la existencia
La aplicación del análisis literario a todos los fenómenos
El cuestionamiento de la realidad y de la idoneidad del lenguaje para describir la realidad
El desdén o el rechazo del método
El rechazo de las teorías generales
La prioridad concedida a las relaciones de poder y a la hegemonía cultural
El rechazo de las instituciones y logros occidentales
Un relativismo radical y cierta propensión al nihilismo”
Yo añadiría el uso a conciencia de un lenguaje farragoso y confuso para dotar de apariencia culta unos textos vacíos y la autocita. Pero vamos, que por mucho que se las den de sesudos intelectuales sus defensores, el posmodernismo no es más que un New Age a la europea, donde lo literario sustituye a lo místico.
Veamos un par de ejemplos. Primero, Jacques Lacan. Junto con Derrida, Lacan es una de las figuras más importantes del posmodernismo. Es famoso por su revisión del psicoanálisis mediante las matemáticas. Pero que nadie se haga ilusiones. Lacan usaba las matemáticas sin el menor sentido y sin venir a cuento. Tenía una especie de teoría geométrica de los trastornos mentales que es absolutamente delirante. Su relación con el feminismo fue de amor odio. Por un lado fue bastante influyente y su frase “La mujer no existe” ha sido citada hasta la saciedad. Pero por otro nunca pudo quitarse el estigma de falócrata por su defensa del psicoanálisis.
Dejemos que Lacan se exprese por si mismo:
“Denominamos aquí el punto que cubre la imposibilidad de la relación sexual como tal. El goce, en tanto que sexual, es fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal.
Sigamos aquí el complemento de está hipótesis de compacidad.
La topología que califiqué de más reciente, partiendo de una lógica construida sobre la interrogación del número, que conduce a la institución de un lugar que no es de un espacio homogéneo, nos proporciona una fórmula. Tomemos el mismo espacio acotado, cerrado, que se supone instituido, el equivalente de lo que hace poco establecí como intersección que se extiende hasta el infinito. Si lo suponemos recubierto de conjuntos abiertos, es decir, que excluyen su límite -para darles una imagen rápida, el límite es lo que se define como algo más grande que un punto, más pequeño que otro, pero en ningún caso igual ni al punto de partida ni al punto de llegada- se demuestra que es equivalente decir que el conjunto de esos espacios abiertos abiertos permite siempre un subrecubrimiento de espacios abiertos, que constituye una finitud, o sea, que la serie de los elementos constituye una serie finita.”
“Es así como el órgano eréctil viene a significar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahí que sea equivalente a al √-1 del significado obtenido más arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de falta de significante: (-1)”
Espero que a estas alturas se entienda el por qué del título del artículo. Al leer algo así uno se pregunta como el autor de semejante sarta de tonterías sin sentido alguno pudo ser una figura destacada de movimiento alguno. Es difícil imaginar como se puede citar a este autor, o prestarle la más mínima atención siquiera, después de decir cosas como que el órgano eréctil es equivalente a √-1. ¿Qué sentido tiene eso?
Ahora veamos a una de las más influyentes feministas del posmodernismo. Luce Irigaray. Irigaray fue discípula de los dos grandes, Derrida y Lacan, aunque en su publicación más famosa, “El espejo de la otra mujer”, se desmarcaba de este último y se decantaba por el feminismo de la diferencia (ver artículo anterior). También fue la primera y más firme defensora de las teorías del lenguaje sexista. Junto a Julia Kristeva y Hélène Cixous, Irigaray es una de las más importantes figuras del feminismo moderno. Mantenía que la ciencia estaba contaminada de masculinidad ya que eran hombres los que la realizaban. “[...]la ciencia hace siempre determinadas elecciones, determinadas exclusiones, debidas, sobretodo, al sexo de los estudiosos que se dedican a ella” Veamos como Irigaray justifica esta afirmación”
“Por lo que respecta a Einstein, desde mi punto de vista, la cuestión más importante que plantea es la de que la única esperanza que nos deja es su Dios, dado su interés por las aceleraciones sin reequilibrios electromagnéticos. Lo cierto es que Einstein tocaba el violín y que la música le ayudó a preservar su equilibrio personal. Pero para nosotros, ¿qué representa esa relatividad general que gobierna más allá de las centrales nucleares y que pone en duda nuestra inercia corporal, necesaria condición de vida?”
“La mecánica cuántica se interesa por la destrucción del mundo”
¡Ajá! Ahora entiendo el revuelo del LHC. Todos esos malditos físicos están conspirando para destruir el mundo mediante un agujero negro. Gracias, Irigaray.
El siguiente párrafo es mi favorito:
“¿La ecuación E = mc² es una ecuación sexuada? Tal vez. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa”
¿ E = mc² sexuada? ¡Por dios, es una ecuación! La relación entre la masa y la energía sería exactamente la misma aunque la hubiera descubierto una mujer. La luz se va a mover a la misma velocidad aunque la mida la misma señora Irigaray. Por cierto, ¿por qué Irigaray considera la velocidad como un atributo masculino? A mi me suena directamente a machismo.
Para cualquiera con dos dedos de frente queda claro con solo leer estos fragmentos que no son más que sandeces. Pero, ¿cómo podríamos demostrarlo? La respuesta de los que defienden algunas de las corrientes posmodernistas cuando se les acusa de no tener fuste alguno suele ser un “lo que pasa es que es demasiado denso para que tú lo entiendas” o un “necesitas ser un experto en estos autores para comprender su profundidad” o algo así. Siempre acompañando la frase de una media sonrisa y una mirada de superioridad, eso es esencial. Afortunadamente un científico diseñó un experimento perfecto para probar la tontería. El físico Alan Sokal consiguió encontrar la manera de demostrarle a un estúpido su propia estupidez.
Prueba empírica 2:
El genial fraude de Alan Sokal
En 1996 la prestigiosa revista de humanidades Social Text publicó un artículo revolucionario. Social Text pertenece a la corriente posmodernista de la ciencia social y, como tal, recibe críticas a menudo de la comunidad científica que la acusa de publicar pseudociencia. Pero en 1996 las cosas cambiaron. Un científico puro, un físico, se había pasado al otro lado escribiendo un artículo en el que defendía encarecidamente a Lacan, Derrida, Irigaray y compañía. Sokal afirmaba la validez del análisis textual de la realidad propuesto por el posmodernismo y se sumaba a las críticas de éste al academicismo racional y cientifista. El artículo de Sokal se llamaba “Transgredir las fronteras: hacia una herméutica transformadora de la gravedad cuántica” y fue publicado en un número especial de la revista en dedicado a rebatir los argumentos cientifistas.
El editor de Social Text debió quedarse sin habla cuando descubrió que, el mismo día en que salía el especial de Social Text, otro artículo de Sokal era publicado en la revista Lingua Franca. En ese otro artículo Sokal confesaba que el texto que había enviado a Social Text no era más que una broma, una parodia pensada para poner a prueba el rigor de la publicación. Sokal había seguido al pie de la letra las que el pensaba que eran las reglas del posmodernismo. Había escrito un montón de sinsentidos y barbaridades, negado la existencia de la realidad y puesto en duda la veracidad del número π. Por supuesto, lo había aderezado todo con un buen número de citas al azar de varias autoridades de los estudios sociales y con una bibliografía de igual tamaño que el artículo.
El artículo-fraude de Sokal no solo fue publicado sino que lo fue en número especial que pretendía defenderse de los ataques del “cientifismo”
Por supuesto no estoy afirmando aquí una continuidad de estas corrientes del pensamiento en las ciencias sociales en la actualidad. En los programas académicos de psicología o sociología, estas tendencias cada vez tienen menos cabida. Sin embargo, la parte visible: los “expertos” que aparecen en los medios o los libros que llenan la sección de psicología de las librerías generales siguen siendo, mayoritariamente, falsa ciencia social. Y en algunos casos, como en el de los Estudios de Género o los Institutos de la Mujer, el fraude posmodernista sigue siendo no ya la tendencia mayoritaria sino la única.
Y no hay que investigar demasiado para encontrar la pseudociencia en los Estudios de Género. Es admitida con orgullo.
“[...]estoy negando todo concepto de ciencia vigente hasta el siglo XIX, que se creía "neutra", "racional", "científica". El concepto de científico ya incluye una concepción metafísica de la verdad, y la critica de la metafísica de la verdad , y la critica de la metafísica y del humanismo es un componente esencial de esta construcción teórica que estoy intentando discutir”
El Pos-estructuralismo en los estudios de género
Marko Monteiro, antropólogo
En “El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z” colaboran Eva Giberti y Diana Maffia. Según la autora del diccionario, Susana Gamba, son “dos figuras claves del feminismo actual” Solo hace falta leerlas para encontrar una continuidad clara del posmodernismo:
No fue gratuita mi apelación al marxismo y al estructuralismo en el primer párrafo, ya que, conjuntamente con el psicoanálisis, se ocuparon de lo no dicho en el decir. También plantearon la construcción de un sujeto paradojal, escindido, que oponiéndose a las concepciones del positivismo, recupera el pensamiento mítico y su eficacia en la construcción de subjetividades.
Eva Giberti
Todavía no nos realizan tacto vaginal para entrar al encuentro de mujeres, pero es un retroceso muy grande verdaderamente, es acentuar en lo biológico. Para el feminismo es un retroceso ideológico muy grande.
Diana Maffia
Pero no hay que irse tan lejos. Es suficiente con echar un vistazo a las publicaciones de los Estudios de Género en España. Podéis echar un vistazo a la revista Feminismo/s, publicada por el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de Alicante, aunque como ejemplo servirían los de cualquier instituto en cualquier universidad de España. Los artículos siguen por completo las máximas del posmodernismo que hemos estado viendo. No se aportan pruebas de nada, se analizan textualmente los problemas de igualdad como si fueran novelas, están repletos de citas y referencias de los gurús de la posmodernidad, el psicoanálisis es omnipresente y, por si todo esto fuera poco, de los diez números publicados, uno esta dedicado íntegramente a Hélène Cixous.
Entre los seminarios de este instituto podemos encontrar joyas como “Producción de Espacio y desigualdades de Género” En el se defiende la tesis de que los edificios y la forma en que en ellos se distribuye el espacio son sexistas pues están construidos por hombres y para hombres. A mi esto de edificios para hombres y para mujeres me suena a lo de “si es niña, rosa, y si es niño, azul” pero demos una oportunidad a los autores de defender su tesis. ¿Cómo llegan a esta conclusión? ¿Experimentos? ¿Encuestas rigurosas y de amplia muestra? No. Mediante el Mapa Gulliver. Los autores han hecho mapas a escala de varios edificios y los han puesto delante de varios estudiantes para que escribieran en él. Llaman a esta “técnica”, el Mapa Gulliver. Las frases (ej: “Notas Malas”, “En esta jaula paso todo el día”, “Chiringuito”) son analizadas de forma subjetiva por los autores para demostrar esta diferencia sexual de espacios. ¿La muestra sobre la que se realizó tan original, y vacío, experimento? Sesenta alumnos y sesenta alumnas, y no escogidos al azar. También se realizó en este estudio una encuesta con preguntas como “¿En los siguientes lugares te consideras principalmente mujer, estudiante, amiga\o o novia\o?” Curioso estudio de género donde te dan a elegir entre sentirte mujer o estudiante según estés en la biblioteca o en la cafetería...
Me parece indignante que en una universidad tengan cabida estudios que tienen el mismo fuste que la astrología. ¿Por qué insisten desde los Institutos de Género en pedir una consideración y un estatus académico cuando desprecian de forma consciente el método científico y la razón? ¿Por qué se subvencionan y se tienen en cuenta trabajos que tienen la misma relación con el mundo real que una novela de Stephen King? El análisis textual está muy bien para analizar una película o un libro pero no para hacer ciencia. ¿Qué sucedería si el resto de ciencias optaran por ese camino? Al analizar algo tan importante como la sociedad, las personas, se permite una total impunidad intelectual, un todo vale en el que no importa la veracidad de lo que dices. La ciencia social tiene la obligación moral de desterrar toda esta pseudociencia de sus filas, sobretodo teniendo en cuenta que son los científicos sociales los que presentan los estudios en los que se fundamentaran las políticas educativas, sociales o de igualdad de un país. Es algo demasiado importante para dejarlo en manos de vendedores de humo.
¿Y qué decir del feminismo de género? ¿Qué fue del feminismo ilustrado, del feminismo de la razón? Antes de mayo del 68 las feministas ponían como ejemplo a Marie Curie, ahora ponen a Irigaray. No soy quien para hablar en nombre de nadie, menos de las mujeres, pero pienso que el feminismo se merece algo mejor que un montón de institutos donde pululan los embaucadores y se publican textos sin sentido y sin valor académico alguno. El feminismo debería reconciliarse con la razón y divorciarse de la impostura.
Bibliografía
Ver artículo anterior
Además:
Anderson, Perry, Los orígenes de la posmodernidad, 2000
Gamba, Susana, El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z, 2007
Irigaray, Luce, El espejo de la otra mujer, 1974
Lacan, Jacques, Lecturas de psicoanálisis: Freud, Lacan, 1992
Lacan, Jacques, Momentos cruciales de la experiencia analítica, 1987
Lyon, David, Posmodernidad, 1996
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