domingo, 26 de octubre de 2008

Estupideces

Sexo, lengua, estudios de género y otras imposturas, 2


Primera parte aquí.



Algo malo le sucedió a las ciencias sociales en Europa a finales de los sesenta. Algo muy, muy malo. Algo raro y malo. Ante el asombro de sus colegas de otras disciplinas, un buen número de psicólogos, sociólogos y antropólogos comenzaron de pronto a decir estupideces y sinsentidos. La posmodernidad había tomado las universidades.


Y no, no uso el término de forma provocativa o para ser hiriente. Uso la palabra estupideces porque, como se podrá comprobar más adelante, es la expresión que con mayor precisión describe lo que salía de sus plumas. Quiero dejar claro que no tengo nada en contra del posmodernismo como movimiento literario o artístico. Al contrario, me parece perfecta la subversión que supuso. Lo que quiero demostrar en este artículo es que el posmodernismo, aplicado al ámbito académico, fue un golpe casi mortal a las ciencias sociales del que todavía se están recuperando. Y en algunos casos, como en el de los estudios de género o de la mujer, no se han recuperado en absoluto.


De repente, sobretodo tras 1968, un montón de profesionales que llevaban décadas luchando por que su estatus en ciencia se equiparara al de los científicos puros empezaron a renegar del método científico y a llevar a cabo sus estudios e investigaciones como si de análisis literarios se tratara. Cuanto mayor era el sinsentido en sus publicaciones, más fama cosechaban (véase Lacan o Derrida). Prescindiendo de un referente real, sus estudios estaban plagados de citas y notas al pie que mentaban a otros colegas, que a su vez citaban a los citadores. Como dije en el anterior artículo, su análisis se reducía a un circuito cerrado de referencias, al margen del método o de cualquier disciplina seria. Era un mundo académico aparte que, en lugar de estudiar la realidad, se estudiaba a si mismo. Cualquiera podía decir la tontería que le viniese en gana siempre que tuviera un montón de notas al pie, una bibliografía más extensa que el propio texto y estuviera escrita en el lenguaje mas farragoso y confuso posible.

Antes de seguir conviene dejar claro que se entiende por posmodernismo. Aunque estamos hablando de multitud de corrientes de pensamientos distintas, e incluso opuestas, todas tienen suficientes características en común como para justificar su agrupamiento bajo el término posmodernismo. Marvin Harris hace un resumen de estos rasgos comunes en Teorías sobre la cultura en la era posmoderna:

De las numerosas fibras que componen el posmodernismo, la más notoria y destacada es el descrédito de la ciencia y la tecnología occidentales. Entre las demás fibras que corren paralelas a este nervio central figuran:

  • La representación de la vida social como un texto

  • La elevación del texto y el lenguaje al rango de fenómenos fundamentales de la existencia

  • La aplicación del análisis literario a todos los fenómenos

  • El cuestionamiento de la realidad y de la idoneidad del lenguaje para describir la realidad

  • El desdén o el rechazo del método

  • El rechazo de las teorías generales

  • La prioridad concedida a las relaciones de poder y a la hegemonía cultural

  • El rechazo de las instituciones y logros occidentales

  • Un relativismo radical y cierta propensión al nihilismo”


Yo añadiría el uso a conciencia de un lenguaje farragoso y confuso para dotar de apariencia culta unos textos vacíos y la autocita. Pero vamos, que por mucho que se las den de sesudos intelectuales sus defensores, el posmodernismo no es más que un New Age a la europea, donde lo literario sustituye a lo místico.


Veamos un par de ejemplos. Primero, Jacques Lacan. Junto con Derrida, Lacan es una de las figuras más importantes del posmodernismo. Es famoso por su revisión del psicoanálisis mediante las matemáticas. Pero que nadie se haga ilusiones. Lacan usaba las matemáticas sin el menor sentido y sin venir a cuento. Tenía una especie de teoría geométrica de los trastornos mentales que es absolutamente delirante. Su relación con el feminismo fue de amor odio. Por un lado fue bastante influyente y su frase “La mujer no existe” ha sido citada hasta la saciedad. Pero por otro nunca pudo quitarse el estigma de falócrata por su defensa del psicoanálisis.


Dejemos que Lacan se exprese por si mismo:


Denominamos aquí el punto que cubre la imposibilidad de la relación sexual como tal. El goce, en tanto que sexual, es fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal.

Sigamos aquí el complemento de está hipótesis de compacidad.

La topología que califiqué de más reciente, partiendo de una lógica construida sobre la interrogación del número, que conduce a la institución de un lugar que no es de un espacio homogéneo, nos proporciona una fórmula. Tomemos el mismo espacio acotado, cerrado, que se supone instituido, el equivalente de lo que hace poco establecí como intersección que se extiende hasta el infinito. Si lo suponemos recubierto de conjuntos abiertos, es decir, que excluyen su límite -para darles una imagen rápida, el límite es lo que se define como algo más grande que un punto, más pequeño que otro, pero en ningún caso igual ni al punto de partida ni al punto de llegada- se demuestra que es equivalente decir que el conjunto de esos espacios abiertos abiertos permite siempre un subrecubrimiento de espacios abiertos, que constituye una finitud, o sea, que la serie de los elementos constituye una serie finita.”

Es así como el órgano eréctil viene a significar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahí que sea equivalente a al √-1 del significado obtenido más arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de falta de significante: (-1)”


Espero que a estas alturas se entienda el por qué del título del artículo. Al leer algo así uno se pregunta como el autor de semejante sarta de tonterías sin sentido alguno pudo ser una figura destacada de movimiento alguno. Es difícil imaginar como se puede citar a este autor, o prestarle la más mínima atención siquiera, después de decir cosas como que el órgano eréctil es equivalente a √-1. ¿Qué sentido tiene eso?


Ahora veamos a una de las más influyentes feministas del posmodernismo. Luce Irigaray. Irigaray fue discípula de los dos grandes, Derrida y Lacan, aunque en su publicación más famosa, “El espejo de la otra mujer”, se desmarcaba de este último y se decantaba por el feminismo de la diferencia (ver artículo anterior). También fue la primera y más firme defensora de las teorías del lenguaje sexista. Junto a Julia Kristeva y Hélène Cixous, Irigaray es una de las más importantes figuras del feminismo moderno. Mantenía que la ciencia estaba contaminada de masculinidad ya que eran hombres los que la realizaban. “[...]la ciencia hace siempre determinadas elecciones, determinadas exclusiones, debidas, sobretodo, al sexo de los estudiosos que se dedican a ella” Veamos como Irigaray justifica esta afirmación”



Por lo que respecta a Einstein, desde mi punto de vista, la cuestión más importante que plantea es la de que la única esperanza que nos deja es su Dios, dado su interés por las aceleraciones sin reequilibrios electromagnéticos. Lo cierto es que Einstein tocaba el violín y que la música le ayudó a preservar su equilibrio personal. Pero para nosotros, ¿qué representa esa relatividad general que gobierna más allá de las centrales nucleares y que pone en duda nuestra inercia corporal, necesaria condición de vida?”


La mecánica cuántica se interesa por la destrucción del mundo”


¡Ajá! Ahora entiendo el revuelo del LHC. Todos esos malditos físicos están conspirando para destruir el mundo mediante un agujero negro. Gracias, Irigaray.


El siguiente párrafo es mi favorito:


¿La ecuación E = mc² es una ecuación sexuada? Tal vez. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa”


¿ E = mc² sexuada? ¡Por dios, es una ecuación! La relación entre la masa y la energía sería exactamente la misma aunque la hubiera descubierto una mujer. La luz se va a mover a la misma velocidad aunque la mida la misma señora Irigaray. Por cierto, ¿por qué Irigaray considera la velocidad como un atributo masculino? A mi me suena directamente a machismo.


Para cualquiera con dos dedos de frente queda claro con solo leer estos fragmentos que no son más que sandeces. Pero, ¿cómo podríamos demostrarlo? La respuesta de los que defienden algunas de las corrientes posmodernistas cuando se les acusa de no tener fuste alguno suele ser un “lo que pasa es que es demasiado denso para que tú lo entiendas” o un “necesitas ser un experto en estos autores para comprender su profundidad” o algo así. Siempre acompañando la frase de una media sonrisa y una mirada de superioridad, eso es esencial. Afortunadamente un científico diseñó un experimento perfecto para probar la tontería. El físico Alan Sokal consiguió encontrar la manera de demostrarle a un estúpido su propia estupidez.




Prueba empírica 2:


El genial fraude de Alan Sokal


En 1996 la prestigiosa revista de humanidades Social Text publicó un artículo revolucionario. Social Text pertenece a la corriente posmodernista de la ciencia social y, como tal, recibe críticas a menudo de la comunidad científica que la acusa de publicar pseudociencia. Pero en 1996 las cosas cambiaron. Un científico puro, un físico, se había pasado al otro lado escribiendo un artículo en el que defendía encarecidamente a Lacan, Derrida, Irigaray y compañía. Sokal afirmaba la validez del análisis textual de la realidad propuesto por el posmodernismo y se sumaba a las críticas de éste al academicismo racional y cientifista. El artículo de Sokal se llamaba “Transgredir las fronteras: hacia una herméutica transformadora de la gravedad cuántica” y fue publicado en un número especial de la revista en dedicado a rebatir los argumentos cientifistas.


El editor de Social Text debió quedarse sin habla cuando descubrió que, el mismo día en que salía el especial de Social Text, otro artículo de Sokal era publicado en la revista Lingua Franca. En ese otro artículo Sokal confesaba que el texto que había enviado a Social Text no era más que una broma, una parodia pensada para poner a prueba el rigor de la publicación. Sokal había seguido al pie de la letra las que el pensaba que eran las reglas del posmodernismo. Había escrito un montón de sinsentidos y barbaridades, negado la existencia de la realidad y puesto en duda la veracidad del número π. Por supuesto, lo había aderezado todo con un buen número de citas al azar de varias autoridades de los estudios sociales y con una bibliografía de igual tamaño que el artículo.


El artículo-fraude de Sokal no solo fue publicado sino que lo fue en número especial que pretendía defenderse de los ataques del “cientifismo”



Por supuesto no estoy afirmando aquí una continuidad de estas corrientes del pensamiento en las ciencias sociales en la actualidad. En los programas académicos de psicología o sociología, estas tendencias cada vez tienen menos cabida. Sin embargo, la parte visible: los “expertos” que aparecen en los medios o los libros que llenan la sección de psicología de las librerías generales siguen siendo, mayoritariamente, falsa ciencia social. Y en algunos casos, como en el de los Estudios de Género o los Institutos de la Mujer, el fraude posmodernista sigue siendo no ya la tendencia mayoritaria sino la única.


Y no hay que investigar demasiado para encontrar la pseudociencia en los Estudios de Género. Es admitida con orgullo.


[...]estoy negando todo concepto de ciencia vigente hasta el siglo XIX, que se creía "neutra", "racional", "científica". El concepto de científico ya incluye una concepción metafísica de la verdad, y la critica de la metafísica de la verdad , y la critica de la metafísica y del humanismo es un componente esencial de esta construcción teórica que estoy intentando discutir”

El Pos-estructuralismo en los estudios de género

Marko Monteiro, antropólogo



En “El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z” colaboran Eva Giberti y Diana Maffia. Según la autora del diccionario, Susana Gamba, son “dos figuras claves del feminismo actual” Solo hace falta leerlas para encontrar una continuidad clara del posmodernismo:



No fue gratuita mi apelación al marxismo y al estructuralismo en el primer párrafo, ya que, conjuntamente con el psicoanálisis, se ocuparon de lo no dicho en el decir. También plantearon la construcción de un sujeto paradojal, escindido, que oponiéndose a las concepciones del positivismo, recupera el pensamiento mítico y su eficacia en la construcción de subjetividades.

Eva Giberti


Todavía no nos realizan tacto vaginal para entrar al encuentro de mujeres, pero es un retroceso muy grande verdaderamente, es acentuar en lo biológico. Para el feminismo es un retroceso ideológico muy grande.

Diana Maffia


Pero no hay que irse tan lejos. Es suficiente con echar un vistazo a las publicaciones de los Estudios de Género en España. Podéis echar un vistazo a la revista Feminismo/s, publicada por el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de Alicante, aunque como ejemplo servirían los de cualquier instituto en cualquier universidad de España. Los artículos siguen por completo las máximas del posmodernismo que hemos estado viendo. No se aportan pruebas de nada, se analizan textualmente los problemas de igualdad como si fueran novelas, están repletos de citas y referencias de los gurús de la posmodernidad, el psicoanálisis es omnipresente y, por si todo esto fuera poco, de los diez números publicados, uno esta dedicado íntegramente a Hélène Cixous.


Entre los seminarios de este instituto podemos encontrar joyas como “Producción de Espacio y desigualdades de Género” En el se defiende la tesis de que los edificios y la forma en que en ellos se distribuye el espacio son sexistas pues están construidos por hombres y para hombres. A mi esto de edificios para hombres y para mujeres me suena a lo de “si es niña, rosa, y si es niño, azul” pero demos una oportunidad a los autores de defender su tesis. ¿Cómo llegan a esta conclusión? ¿Experimentos? ¿Encuestas rigurosas y de amplia muestra? No. Mediante el Mapa Gulliver. Los autores han hecho mapas a escala de varios edificios y los han puesto delante de varios estudiantes para que escribieran en él. Llaman a esta “técnica”, el Mapa Gulliver. Las frases (ej: “Notas Malas”, “En esta jaula paso todo el día”, “Chiringuito”) son analizadas de forma subjetiva por los autores para demostrar esta diferencia sexual de espacios. ¿La muestra sobre la que se realizó tan original, y vacío, experimento? Sesenta alumnos y sesenta alumnas, y no escogidos al azar. También se realizó en este estudio una encuesta con preguntas como “¿En los siguientes lugares te consideras principalmente mujer, estudiante, amiga\o o novia\o?” Curioso estudio de género donde te dan a elegir entre sentirte mujer o estudiante según estés en la biblioteca o en la cafetería...



Me parece indignante que en una universidad tengan cabida estudios que tienen el mismo fuste que la astrología. ¿Por qué insisten desde los Institutos de Género en pedir una consideración y un estatus académico cuando desprecian de forma consciente el método científico y la razón? ¿Por qué se subvencionan y se tienen en cuenta trabajos que tienen la misma relación con el mundo real que una novela de Stephen King? El análisis textual está muy bien para analizar una película o un libro pero no para hacer ciencia. ¿Qué sucedería si el resto de ciencias optaran por ese camino? Al analizar algo tan importante como la sociedad, las personas, se permite una total impunidad intelectual, un todo vale en el que no importa la veracidad de lo que dices. La ciencia social tiene la obligación moral de desterrar toda esta pseudociencia de sus filas, sobretodo teniendo en cuenta que son los científicos sociales los que presentan los estudios en los que se fundamentaran las políticas educativas, sociales o de igualdad de un país. Es algo demasiado importante para dejarlo en manos de vendedores de humo.


¿Y qué decir del feminismo de género? ¿Qué fue del feminismo ilustrado, del feminismo de la razón? Antes de mayo del 68 las feministas ponían como ejemplo a Marie Curie, ahora ponen a Irigaray. No soy quien para hablar en nombre de nadie, menos de las mujeres, pero pienso que el feminismo se merece algo mejor que un montón de institutos donde pululan los embaucadores y se publican textos sin sentido y sin valor académico alguno. El feminismo debería reconciliarse con la razón y divorciarse de la impostura.


Bibliografía

Ver artículo anterior

Además:

Anderson, Perry, Los orígenes de la posmodernidad, 2000

Gamba, Susana, El primer diccionario de los Estudios de Género: La F de la A a la Z, 2007

Irigaray, Luce, El espejo de la otra mujer, 1974

Lacan, Jacques, Lecturas de psicoanálisis: Freud, Lacan, 1992

Lacan, Jacques, Momentos cruciales de la experiencia analítica, 1987

Lyon, David, Posmodernidad, 1996


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miércoles, 22 de octubre de 2008

Sexo, lengua, estudios de género y otras imposturas, 1

Éste es un artículo de opinión. Aunque hablo de un fraude no relato ninguna historia curiosa (o sí). Si ese tipo de artículos en general o mi opinión en particular no te interesan, lo cual sería normal, te recomiendo esperar al siguiente.







Primera Parte: el feminismo de género


La política de género es una razón importante de que la aplicación de la evolución, la genética y la neurociencia a la mente humana cuente con una dura resistencia entre la vida intelectual europea

Steve Pinker


Mayo del 68 dividió el movimiento feminista en dos ramas enfrentadas. Por un lado, el feminismo de la igualdad (estoy usando las definiciones de Christina Hoff Sommers), directo heredero del feminismo ilustrado y de las primeras sufragistas, insistía en que el movimiento se demostraba andando. Igual que el sufragio universal se consiguió a golpe de manifestaciones, huelgas y protestas; las feministas de la igualdad querían mejorar el estatus social y laboral de la mujer hasta equipararlo por completo al del hombre, y hacerlo con acciones. Y, aunque aún queda mucho camino por recorrer (sobretodo en el terreno de la discriminación laboral), sin duda consiguieron avances decisivos en la lucha por la igualdad. Lo lograron a base de exigir nuevas leyes que garantizaran a la mujer todos sus derechos, a base de acciones directas y efectivas. Cambiaron la realidad con hechos.

Pero, como ya he dicho, también surgió otro feminismo a finales de los sesenta. El feminismo de género. El feminismo de género nació bebiendo de una serie de corrientes ideológicas delirantes que proliferaron como setas en la Europa de los setenta, aunque rápidamente se extendió a Estados Unidos. Sus postulados tenían como idea central la celebre frase de Simone de Beauvoir: “La mujer no nace, sino que se hace” En efecto, este feminismo sostiene que la mujer no existe como tal sino que es un constructo social. Niegan la existencia de un género o identidad sexual innato y afirman que todos los bebes nacen neutros, siendo la sociedad quien inculca en sus cerebros las ideas de lo masculino y lo femenino. Las feministas han estado décadas, si no siglos, luchando por reivindicar su papel en la historia y ahora algunas de sus herederas afirman que la mujer no existe, que no es más que una invención cultural. Como las normas de etiqueta.


Suponiendo a la mujer como invención social, las feministas de género se centran en el cambio de aquellos referentes culturales que consideran machistas, como el lenguaje, esperando con ello propiciar un cambio en la realidad de las mujeres. Pretenden destruir el significado cambiando el significante, invirtiendo la relación causa efecto como por arte de magia. Al contrario que los del feminismo de la igualdad, los logros reales conseguidos por el feminismo de género se pueden contar con los dedos de una mano. O sin ellos, ya que estamos.


Desde hace unos años, en España por lo menos, el feminismo de género ha acaparado de tal modo la atención mediática y académica que ahora se autoproclama como el único y verdadero feminismo. Todas las universidades han creado áreas para los estudios de género, o estudios de la mujer como se los denomina a veces, publican una abundante cantidad de material sobre el tema y se realizan seminarios casi a diario (por lo menos en mi universidad), siendo su buque insignia la lucha contra el lenguaje sexista. La situación de dominio sobre otros tipos de feminismo, incluido aquel que otorgó el voto a la mujer, es tal, que poner en duda la validez de los estudios de género puede interpretarse como una manifestación de machismo. (Yo he sido llamado facha machista por hacerlo. Y soy feminista y de izquierdas...) Conozco a muchas mujeres que niegan ser feministas porque confunden la parte con el todo, piensan que el feminismo de género es el único existente y, obviamente, consideran absurdas sus propuestas. Desconocen la existencia de corrientes feministas racionales y, sobretodo, con sentido común.


En este artículo, dividido en tres partes, pretendo poner de manifiesto que tales estudios, los de género, carecen del más mínimo rigor, se fundamentan en escuelas de pensamiento absurdas y obsoletas, distan de tener la menor evidencia empírica para apoyar sus tesis y las soluciones que presentan son inútiles. Peor aun, ya que son un sumidero de fondos que podrían ir destinados a acciones y estudios con base real.

La primera parte, ésta, del artículo es un primer vistazo al feminismo de género y sus postulados. La segunda se centrará en la absurda base intelectual de los estudios de género así como en los trabajos, completamente delirantes, que publican actualmente. La tercera tocará el tema de la lucha contra el lenguaje sexista.



¿Qué estudios antropológicos, biológicos o psicológicos se presentan como prueba de la inexistencia de un género definido más allá del ámbito cultural? O para probar cualquier otra afirmación de los estudios de género. Ninguno. Absolutamente ningún estudio ni experimento que cumpla los requisitos mínimos del método. Pero esto no es raro en los estudios de género, el desprecio por el método científico es total y ninguna de sus tesis se sostiene sobre experimentos o estudios empíricos. Sus ideas se sustentan en la corriente de estudios sociales que nació con autores como Jacques Lacan, Julie Kristeva, Derrida, Luce Igaray, John Money, etc; en un circuito cerrado de citas y referencias aislado por completo de la biología, la neurociencia o cualquier otra rama del saber, salvo quizá la literatura.


Para comprobar la validez de este discurso social deberemos, en ausencia de cualquier otra evidencia, analizar a los autores originales. Pertenecen a una serie de corrientes que nacieron en la intelectualidad (sea lo que sea eso) europea, sobretodo francesa, posterior en su mayoría al mayo del 68, y que van desde el deconstruccionismo de Derrida al nuevo psicoanálisis de Lacan, pasando por postestructuralismos, existencialismos, etc. Aunque no es del todo correcto, desde este momento, para abreviar, usaré el termino posmodernismo para englobar todas estas corrientes.


Pero será en la segunda y tercera parte. Antes pienso, al contrario de los seguidores intelectuales de Lacan, ofrecer pruebas de todo lo que exponga en este artículo. He dicho que no existen evidencias que sustenten la idea de la mujer como objeto creado por la sociedad. ¿Pero existen pruebas para sostener la opinión contraria? ¿Evidencias de que el género es innato y existen diferencias psicológicas entre hombres y mujeres? Decenas. Los últimos estudios, realizados en su mayoría por mujeres, apuntan todos en el mismo sentido: el género es una característica física, natural, innata. Al final del artículo doy una lista de científicas que han llevado a cabo estudios sobre la diferencia de género, en la mayoría de los nombres he puesto un enlace a sus curriculums. No he puesto solo mujeres (la selección es de Pinker, 2002)porque piense que su trabajo es mejor al de los científicos hombres, sino para evitar que dichos estudios sean acusados de sesgados por algún tipo de conspiración falocrática. En biología o antropología la distinción entre géneros está asumida desde hace mucho tiempo; en los estudios sociales de género se ignora de forma sistemática simplemente porque es contraria a sus postulados filosóficos.


Prueba empírica 1:


John Money, científico loco

Es difícil concebir un experimento en el que probar de forma empírica la diferencia natural entre los géneros masculino y femenino. Habría que cambiar el sexo de un bebe nada más nacer y educarlo sin mencionarle este hecho. Nadie en su sano juicio haría una barbaridad semejante. Obviamente, el profesor John Money distaba mucho de estar en su sano juicio.


Money era un ferviente defensor de la naturaleza cultural del género. Según él los roles sexuales son imposiciones de la sociedad, los humanos no nacemos machos y hembras, sino neutros. Es la cultura adquirida en nuestro desarrollo la que nos impone la identidad sexual, de hecho Money fue el inventor de la palabra género (gender). Para probar sus afirmaciones, Money siempre sacaba a relucir su más brillante logro, su paciente más famoso, la joven Brenda.


A los ocho meses de edad, un niño fue víctima de una circuncisión chapucera y perdió gran parte de su pene. John Money fue el psicólogo que atendió a su familia y en seguida se dio cuenta de que aquel niño podría ser su espaldarazo académico definitivo. Podría usarlo para probar sus teorías. Aconsejó a los padres del niño que lo castraran, le implantaran una vagina artificial y lo criaran como una niña. Así nació Brenda.


Según Money, el caso de Brenda (el nombre es ficticio) ponía en evidencia la naturaleza artificial del rol sexual. Brenda creció como una niña sin problemas pese a que su cuerpo, sus genes y su mente eran masculinas. Jamás tuvo duda alguna de su identidad femenina y nunca llegó a imaginar su nacimiento como hombre. Brenda creía ser una mujer y era una mujer, la fisiología no tenía nada que decir. El New York Times publicaba: “ha ido avanzando con satisfacción en su infancia como una auténtica niña


Pero la fisiología sí tenía bastantes cosas que decir al respecto. En 1977 se destapó el fraude. Money había falsificado el historial de Brenda para que cuadrase con su teoría. Se descubrió que la infancia de Brenda fue una auténtica pesadilla. Brenda insistía en estar siempre con niños, orinaba de pie y cortaba con tijeras todos sus vestidos. Incluso se intentó suicidar varias veces. A los catorce años se sinceró con su padre a quien dijo que se sentía como un hombre y quería vivir como tal o no vivir. Su padre le contó toda la verdad. Poco después, Brenda se sometió de nuevo a una operación de cambio de sexo, esta vez para volver a convertirse en hombre.


Por supuesto, el afirmar que el género viene definido desde el nacimiento no implica hablar de un sexo superior al otro. Las características como la inteligencia, la capacidad de aprendizaje o la memoria son iguales en ambos géneros. Sea innata o aprendida lo que está claro es que la existencia de la identidad sexual no puede usarse para sustentar un discurso discriminatorio.


Por último, y mediante una desconcertante pirueta mental, surgió una rama del feminismo de género, el feminismo de la diferencia, que sostiene que sí existen diferencias entre hombres y mujeres más allá de las provocadas por la sociedad. Pero tampoco son diferencias genéticas o psicológicas. ¡Son diferencias espirituales! En el libro Women´s Way of Knowing, auténtica Biblia de los estudios de la mujer, se sostiene que “los hombres valoran la excelencia y el dominio de los asuntos intelectuales, y evalúan con escepticismo las argumentaciones en términos de lógica y evidencia; las mujeres son espirituales, relacionales, integradoras y crédulas” Tal como sucedía cuando se negaba las diferencias de género, cuando se afirman se hace de forma arbitraria y sin aportar prueba alguna que la sustente. Hay que creerla porque sí, porque si no no eres feminista. Y encima, las características masculinas son todas positivas mientras que la única claramente negativa (crédula) es femenina. Valientes amigas tienen las mujeres en el feminismo de género. ¿Quién necesita machistas?



En la parte siguiente trataré el apasionante tema de la sólida y creíble base intelectual de los estudios de género. Con algunas de las frases más fascinantes de la historia del pensamiento como “E=mc2 es una ecuación machista (sic)” y otras salidas de esas preclaras mentes. También trataré las no menos divertidas publicaciones que los departamentos de estudios de género de las universidades españolas financian. Con “los edificios machos y hembras”, “la maternidad como construcción cultural” y otras grandes aportaciones al conocimiento humano.


Blum, Deborah, Sex on the brain. The Biological Differences Between Men and Women, 1997

Harris, Marvin, Teorías sobre la cultura en la era posmoderna, 1989

Johnson, Steven, La mente de par en par. Nuestro cerebro y la neurociencia en la vida cotidiana, 2004

Kimura, Doreen, Sex and Cognition, 2001

Pinker, Steven, Cómo funciona la mente, 1997

Pinker, Steven, La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, 2002

Sokal, Alan y Brichmont, Jean, Imposturas intelectuales, 1998

Sommers, Christina Hoff, Who Stole Feminism, 1994

Sterling, Ann Fausto, Myths of Gender: Biological Differences about Men and Women, 1992





Apéndice: Mujeres científicas que han realizado estudios sobre la diferencia física entre géneros. Neurocientíficas: Raquel Gur, Melissa Hines, Doreen Kimura, Jerre Levy, Martha McClintock, Sally Shaywitz y Sandra Witelson. Psicólogas: Camilla Benbow, Linda Gottfredson, Diane Halpern, Judith Kleinfeld y Diane McGuinnes. Sociobiólogas: Laura Betzig, Elizabeth Cashdan, Leda Cosmides, Helena Cronin, Mildred Dickeman, Helen Fisher, Patricia Gowaty, Kristen Hawkes, Sarah Blaffer Hrdy, Magdalena Hurtado, Bobbie Low, Linda Mealey, Felicia Pratto, Marnie Rice, Catherine Salmon, Joan Silk, Meredith Small, Barbara Smuts, Nancy Wilmsen y Margo Wilson.

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jueves, 16 de octubre de 2008

El biólogo desubicado

Es fácil utilizar un símil para describir la vida del biólogo norteamericano Hermann Joseph Muller. Por ejemplo, bastaría con imaginar un edificio en llamas del que huye una multitud de gente. Entre la masa vemos a alguien que, entre codazos y empujones, se abre paso a contracorriente, directamente hacia el fuego. Ese es Joseph Muller. Y no lo haría con la intención de realizar un heroico rescate, no. Probablemente se dirigiría hacía el incendio por error, sin tener ni idea del peligro.

Muller era científico de primera línea que hoy en día es reconocido sobretodo por sus investigaciones sobre mutaciones genéticas. Precisamente fue él quien descubrió, en 1926, que se podían causar mutaciones en los genes de forma artificial mediante rayos-x. En 1946 recibió el premio Nobel de Medicina por este descubrimiento.


Aunque no sea tan conocida como su trabajo, la vida del biólogo norteamericano contiene elementos más que suficientes para que merezca la pena contarla. Y es que Joseph Muller tenía la curiosa habilidad de, en el momento más inoportuno, encaminarse con decisión hacia el lugar mas inapropiado.


Las peripecias de Muller comenzaron unos años después de que realizara su gran descubrimiento y bastante antes de que recibiera el premio Nobel. En los años treinta, como tantos otros judíos, cruzó el océano Atlántico salvando la distancia que había entre Alemania y EE.UU. Con la diferencia de que Muller no realizó el viaje de Este a Oeste, sino al contrario. Muller se traslado a Alemania para trabajar en el laboratorio del genetista soviético Nikolay Timofeeff-Resovskij. En 1933, pocos meses después de la llegada de Muller, el presidente von Hindenburg nombraba canciller de Alemania a Adolf Hitler. Muller era un científico norteamericano, judío, socialista marxista que trabajaba en el laboratorio de un genetista soviético en la Alemania Nazi... Aún así, ignoró las órdenes que prohibían trabajar a los judíos en investigaciones científicas y siguió como si tal cosa hasta que los nazis irrumpieron en el laboratorio destrozándolo.

Por fin, Muller decidió escapar de Alemania. Pero de nuevo lo hizo en dirección contraria a la que huían el resto de judíos. Pensó que, siendo como era socialista convencido, las cosas le irían bien en la Unión Soviética. Se unió al laboratorio de Nikolái Vavilov poco antes de que Lysenko se convirtiera en el favorito de Stalin. Podéis echar un vistazo a una versión más completa de la historia de Lysenko y Valivov aquí pero es suficiente con saber que Lysenko era un timador que se ganó la confianza de Stalin. No tenía la más mínima idea de biología, creía que la teoría de la evolución era un cuento inventado para oprimir al pueblo y que los genes no existían. La investigación biológica desapareció en la URSS. Stalin otorgó plenos poderes a Lysenko y este no permitía que sus teorías fueran puestas en duda. Aquellos científicos que atrevían a cuestionar el lysenkismo eran encarcelados o eliminados. Vavilov fue una de sus primeras víctimas.


Muller parecía ignorar que la policía soviética estaba cazando uno a uno a todos sus colegas. Él seguía con su trabajo y, de vez en cuando, realizaba manifestaciones públicas calificando a Lysenko de impostor y a su trabajo de tonterías. Un tipo que no creía en los genes había organizado una caza de brujas y el científico que había descubierto que esos inexistentes genes se podían mutar artificialmente seguía sus investigaciones tan tranquilo, rodeado de moscas de la fruta.


Muller había metido la cabeza él solito en la guillotina. Ahora tan solo le faltaba tirar de la cuerda. Y lo hizo. Envió una copia de su último libro a Stalin. Se titulaba Out of the Night.


Muller era un ferviente defensor de la reproducción selectiva, que no es más que una forma de eugenesia. Pensaba que la evolución humana podía y, lo que es peor, debía ser dirigida mediante la selección de los individuos a los que permitir la reproducción. En su libro, Muller exponía sus ideas y hacía una entusiasta defensa de la eugenesia. Su propuesta, minuciosamente detallada, consistía en seleccionar los sujetos para que los niños nacidos de sus uniones contaran con las “características de Marx o Lenin” (sic) Con toda su buena voluntad envió Out of the Night a Stalin. Probablemente con una sonrisa y esperando ansioso la respuesta.


La cara de Stalin al leerlo debió ser un poema. Aquel científico extranjero (¡norteamericano!), que desafiaba a su querido Lysenko constantemente, no solo seguía defendiendo la genética... ¡sino que quería usarla para criar humanos! Es difícil imaginar algo que suene más nazi y a eso exactamente le sonó a Stalin.


Un chivatazo salvó la vida de Muller. Tenía un amigo bien posicionado en el Partido que le comunicó que Stalin ya había leído su libro. También le avisó de que la policía se dirigía a su casa. Apenas tenía tiempo así que Muller cogió lo indispensable y escapó de la Unión Soviética. Lo más importante para él era su trabajo y eso es lo que se llevó con él. Consiguió huir con 280 de sus moscas de la fruta.


Tras una breve estancia en España, donde sirvió como brigadista en un banco de sangre, decidió trasladarse a Edimburgo para continuar sus investigaciones. Poco después de su llegada estalló la Segunda Guerra Mundial, siendo Gran Bretaña uno de los países más afectados por la contienda. Los presupuestos para investigaciones científicas fueron desviados a aquellas ramas que pudieran dar frutos en el terreno militar a corto plazo. La genetica no tenía, todavía, ninguna aplicación militar por lo que Muller apenas pudo llevar a cabo trabajo alguno. Pensó que era el momento de un nuevo traslado y de sentar finalmente la cabeza.


Cuando regresó, por fin, a su EEUU, Muller descubrió que ninguna Universidad quería darle trabajo. Sus ideas políticas eran conocidas ya que el FBI lo había investigado por escribir en un periódico izquierdista cuando era universitario. Además, había trabajado para Stalin, para los rusos, y eso era imperdonable. Pasó años realizando trabajos menores hasta que finalmente la Universidad de Indiana le ofreció un puesto como profesor de zoología.


Incluso ya en Norteamérica, Muller, sacó una nueva edición de su libro sobre eugenesia intentando que sus ideas calaran. Después de los horrores del nazismo nadie en su sano juicio quería que le hablaran de cosas como reproducción selectiva o una raza mejor. No se puede decir que Muller no intentara adecuar sus ideas a sus nuevos lectores. Se preocupó, probablemente convencido de que con eso bastaba, de sustituir en la edición norteamericana de Out of Night a Marx y a Lenin como modelos genéticos por Lincoln y Descartes...


Ridley, Matt, GENOMA. LA AUTOBIOGRAFÍA DE UNA ESPECIE EN 23 CAPÍTULOS, pp 62-66, 2000


Muller (Wikipedia)


Más biografías de Muller: 1, 2, 3

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