El escenario del crimen
A comienzos de siglo XX la paleontología inglesa era poco más que inexistente. En la práctica totalidad de la Europa continental los restos humanos de épocas prehistóricas eran abundantes, repartidos por multitud de yacimientos. Del mismo modo, África y Asia contaban con importantes descubrimientos para la historia de la evolución humana, siendo los continentes favoritos a la hora de elegir el origen primigenio del hombre. En las Islas Británicas, por el contrario, los yacimientos eran escasos y dudosos y, sin duda, irrelevantes comparados con sus vecinos continentales. Sin embargo, la historia de los orígenes del hombre dio un giro completamente inesperado en diciembre de 1912. Arthur Smith Woodward, encargado del departamento de geología del Museo Británico de Historia Natural, anunció a la Sociedad Geológica de Londres el descubrimiento del “eslabón perdido”, nuestro ancestro primero. Y no habían sido hallados sus restos en la lejana África sino en la campiña inglesa. En una gravera cercana a Piltdown, Sussex, habían sido desenterrados los huesos del Eoanthropus dawsoni, literalmente “el hombre del amanecer de Dawson”, nada menos que el eslabón perdido entre el hombre y el mono.
Esta es la historia de uno de los mayores fraudes de la historia de la ciencia, superando tanto en fama como en consecuencias y duración, a cualquier otro de los relatados en este blog: el fraude del hombre de Piltdown.
El cuerpo
Woodward había recibido, meses atrás, unos huesos que el abogado y coleccionista de antigüedades Charles Dawson había encontrado en una cantera donde algunos obreros extraían grava para hacer una carretera. Al parecer, según contaba Dawson, el primer hueso fue encontrado por un obrero en 1908. Posteriormente, en varias visitas se llegó a encontrar un cráneo y una mandíbula, así como útiles de piedra y huesos de animales que permitían fechar el descubrimiento nada menos que hace medio millón de años.
El cráneo del hombre de Piltdown era claramente humano, aunque algo más grueso que el del hombre moderno. La mandíbula, sin embargo pertenecía sin duda a un simio. El hallazgo resolvía de un plumazo un gran número de cuestiones para las que los paleontólogos buscaban respuesta desde hace tiempo. Establecía claramente una conexión directa entre el ser humano y sus parientes simiescos y situaba geográficamente el inicio de la humanidad en las Islas Británicas, nuestro ancestro no era un salvaje de la remota selva africana sino un gentleman inglés... Por si esto fuera poco, el hombre de Piltdown resolvía las dudas sobre cuales habría sido el primer “rasgo humano” en evolucionar, ¿el bipedismo?, ¿la gran capacidad craneal?, ¿nuestra mandíbula?... El cráneo encontrado por Dawson dejaba claro que la capacidad craneal humana habría sido un rasgo temprano, presente ya junto a una mandíbula simiesca. Ésta era, oportunamente, la tesis defendida por Woodward.
El jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, amigo de Dawson, acompañó a éste y a Woodward en futuras expediciones en busca de nuevos restos. Chardin encontró él mismo un canino de simio que sin embargo tenía un desgaste correspondiente a un ser humano. Esto confirmaba que la mandíbula y el cráneo pertenecían a un mismo individuo que poseía a la vez rasgos humanos y simiescos. Era un descubrimiento importante y, sobretodo, oportuno ya que a la mandíbula encontrada por Dawson le faltaban precisamente aquellas partes que habrían permitido unirla al cráneo...
El Eoanthropus dawsoni ocupó su lugar en los libros de paleontología como nuestro ancestro y se convirtió en la joya de la corona de los paleontólogos ingleses. En la prensa de la época se afirmaba que el hombre de Piltdown era un descubrimiento tan importante y necesario para comprender la historia humana que “si no existiera habría que inventarlo”...
Algunos científicos de primera línea como David Waterson, Gerrit Miller o Marcellin Boule se negaron a sumarse a la euforia general y afirmaban que los restos encontrados en la gravera no eran más que un cráneo humano y una mandíbula de orangután. Sin embargo, eran minoría, y el estatus del Eoanthropus dawsoni no fue puesto en duda de forma oficial ni siquiera cuando en el yacimiento se encontró un hueso de elefante tallado en forma de palo de cricket. Al parecer, más que cuestionar la veracidad de los restos esto fue usado como prueba de la antigüedad del noble deporte inglés...
La mayor parte de los involucrados en el asunto recibieron importantes recompensas por su labor científica. Woodward y Arthur Keith, autor de la reconstrucción del Eoantrhopus, fueron convertidos en barones. Dawson murió a causa de una septicemia en 1916; una estela conmemorativa fue levantada en Piltdown en su honor y convertida en monumento nacional en 1950.
La autopsia
También en 1950, pocos meses después de que fuera otorgado el grado de monumento a la estela de Dawson, Kenneth Oakley, un geólogo del Museo Británico, decidió volver a datar los restos utilizando un método ideado por el minerólogo Adolf Carnot y que él mismo se había encargado de perfeccionar. Los resultados fueron sorprendentes, el cráneo no solo no tenía quinientos mil años de antigüedad sino que difícilmente superaba los cincuenta mil.
Oakley publicó sus resultados pero apenas llamaron la atención. El geólogo sin embargo no podía olvidar las extrañas dataciones que había obtenido y sus implicaciones. ¿Qué hacia un cráneo humano de hace tan solo cincuenta mil años asociado a restos de animales del pleistoceno? Y, sobre todo, ¿por qué tenía ese cráneo una mandíbula de simio cuando en esas fechas debería tener una mandíbula claramente humana? Decidió resolver el problema y para ello solicitó ayuda a Joseph Weiner y al antropólogo Wilfred le Gros Clark. Juntos, solicitaron permiso para analizar todos los restos de Piltdown de forma exhaustiva. Publicaron sus resultados en 1953 con el título La solución al problema de Piltdown y cambiaron para siempre la paleontología conocida hasta el momento.
La mandíbula del Eoanthropus dawsoni no tenía más de mil años, pertenecía a una hembra de orangután y, por supuesto, no tenía absolutamente nada que ver con el cráneo. Los dientes no eran humanos y además estaban limados para simular el desgaste. Los restos de animales del pleistoceno encontrados en Piltdown pertenecían a yacimientos de Malta y Túnez y alguien los había llevado hasta Piltdown. Por último, los útiles de sílex eran típicos de Gafsa, también en Túnez.
Pero lo que más sorprendió a los tres científicos fue cómo una falsificación tan burda (recordemos el palo de cricket tallado en hueso) había engañado a los mejores paleontólogos de su época y continuaba haciéndolo cuarenta años después.
La noticia del fraude fue publicada en el Times el 21 de noviembre de 1953.
Los sospechosos
Charles Dawson
Indicios:
Parece el candidato idóneo ya que fue él quien llevó los restos ante Woodward.
Weiner, uno de los que desvelaron el fraude, lo acusa directamente.
Existe una denuncia previa: un arqueólogo aficionado llamado Harry Morris poseía restos similares a los encontrados por Dawson, en uno de ellos había una nota adherida que ponía: “coloreado con productos químicos por C. Dawson con el fin de engañar”
Tenía antecedentes como estafador: había plagiado un libro y, posteriormente, un artículo.
Móvil:
¿Fama?
Arthur Smith Woodward
Indicios:
No existen más allá de su papel presentando los hallazgos de Dawson.
Móvil:
Los restos de Piltdown confirmaban sus teorías científicas.
Teilhard de Chardin
Indicios:
En entrevistas posteriores al descubrimiento del fraude entró en múltiples contradicciones e hizo afirmaciones dudosas.
Negó haber tenido acceso a restos de animales como los que fueron dejados en Piltdown; sin embargo, sabemos que viajó frecuentemente a Túnez y a Malta.
Móvil:
Desconocido
Arthur Keith
Indicios:
Tenía los conocimientos necesarios para falsificar el cráneo y la mandíbula.
En su autobiografía comete algunas contradicciones. Afirma conocer detalles anteriores a la salida a la luz de los restos que probarían una relación anterior con Dawson.
Móvil:
¿Prestigio?
Arthur Conan Doyle
Indicios:
Sí, el padre de Sherlock Holmes aparece de nuevo ligado a un fraude. Doyle era amigo de Dawson y vivía en la zona donde fueron encontrados los restos.
También había estado en Malta y en Túnez, además sus viajes le habían llevado hasta Borneo donde le habría sido fácil conseguir la mandíbula de orangután.
Era un gran aficionado al cricket
Móvil:
¿Diversión?
Hay muchos más sospechosos que incluyen hasta a los obreros que trabajaban en la gravera pero nadie sabe quien o quienes fueron los autores del fraude de Piltdown.
1 comentario:
Bueno, creo que esto lo dice todo! : una nota adherida que ponía: “coloreado con productos químicos por C. Dawson con el fin de engañar” Es como que tuviese un cartel de neones diciendo "es un fraude!"
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