sábado, 1 de diciembre de 2007

Rotuladores y Scotchbrite


En abril de 1990, Serafín Ruiz, un estudiante de Historia aficionado a la espeleología, se encontró en las inmediaciones del monte Gorbea, en Álava, con la entrada de una cueva que había permanecido oculta hasta entonces. Serafín se internó por el corredor y llegó hasta una cámara donde le esperaba una maravillosa sorpresa. Allí, a su alrededor, se desplegaba el más asombroso ejemplo de arte rupestre que uno pueda imaginar: un mamut, rinocerontes lanudos, símbolos, manos, cabras, bisontes, bóvidos... Los dibujos estaban conservados en perfecto estado y constituían un conjunto que estaba a la altura de Altamira o Lascaux. Fue llamada la Cueva de Zubialde, por el cercano rio.


Serafín presentó en noviembre de ese mismo año un estudio fotográfico de su hallazgo, compuesto de multitud de diapositivas, a las autoridades de Álava, que se frotaron las manos ante el impulso que un descubrimiento de semejante categoría otorgaría a su provincia y ante el beneficio electoral que podría suponer pues estaban a dos meses de las elecciones. El diputado el PNV Alberto Ansola dio una rueda de prensa conjunta con Serafín en la que calificó el descubrimiento de “santuario rupestre” y otorgó al descubridor una recompensa foral de 12,5 millones de pesetas. Los eminentes antropólogos vascos Jesús Altuna, Juan Apellániz e Ignacio Barandiarán realizaron un estudio en la cueva descubierta por Serafín y llegaron a la conclusión de que las pinturas eran auténticas y tenían 13.000 años de antigüedad. Barandiarán afirmo que las pinturas y las técnicas eran demasiado variadas como para ser una estafa. El diputado foral de Cultura declaró: “con la noticia de este descubrimiento el nombre de Álava dará la vuelta al mundo” Y así fue, las pinturas de Zubialde, como se conocieron, aparecieron en todos los medios nacionales y saltaron pronto a la prensa internacional. Sin duda, las pinturas eran impresionantes y conformaban un yacimiento de una importancia y calidad asombrosas...


¿O no?


Dos científicos ingleses, en su casa y tan solo mirando las fotos que publicaban los periódicos llegaron a conclusiones bien distintas a las de los tres antropólogos vascos, a los que les pareció poco serio el pronunciamiento de los ingleses en base a unas simples fotografías de prensa. ¿Qué argumentos esgrimían los ingleses para contradecir a los antropólogos vascos desde sus casas en Londrés simplemente observando unas fotografías?


El profesor Peter Ucko, arqueólogo de la Universidad de Southampton, y Jill Cook, del departamento de Prehistoria del Museo Británico, se basaban, por ejemplo, en que varios de los dibujos no se habían visto jamás en ningún otro periodo. Cook manifestó: “Este descubrimiento es sorprendente sobretodo por sus anomalías. Sería como encontrar pinturas análogas a las de la Capilla Sixtina en una pequeña iglesia de campo, y que estas pinturas se distinguieran de las de Miguel Ángel sólo por algunas características peculiares”


También había detalles por completo fuera de lugar como dibujos en perspectiva, algo completamente inaudito en la época. Y, lo más sospechoso, algunos de los animales representados en Zubialde hacía tiempo que se habían extinguido en la zona en la época en que se supone que se pintaron.


Como hemos dicho, los científicos españoles acusaron a los ingleses de actuar con frivolidad sacando sus conclusiones tan sólo de unas fotografías. Sin embargo, los argumentos de Ucko y Cook no necesitaban mucho más que eso. Si eran correctos no se necesitaba más que ver las fotos y aplicar el sentido común para descubrir las inconsistencias.


¿Quién tenía razón? ¿Los que habían inspeccionado la cueva in situ, realizando un estudio serio, y afirmaban que las pinturas eran autenticas o los que manifestaban, desde el sillón de su casa, que eran un fraude?


Diecisiete meses después y con mas de treinta millones de pesetas gastados en investigaciones y estudios, los científicos españoles llegaron a la misma conclusión, tal vez ayudados por la investigación de la Ertzaintza. La policía vasca estudió las fotografías de Serafín y descubrió que habían sido retocadas, pero no con ingeniosas técnicas digitales, si no con un simple rotulador. Por si esto fuera poco, en los análisis de las pinturas se descubrieron restos de estropajos, en concreto de Scotchbrite y Vileda. Parece poco probable la existencia de estas marcas hace 13.000 años.


En una sentencia de 1995 se condenó a Serafín a devolver los 12,5 millones del premio así como a hacerse cargo de los costes del juicio. La sentencia también manifestaba que la diputación se había “precipitado al conceder el premio”. Aun así el presidente de la Asociación Internacional de Arte Rupestre Jean Clottes, que había elevado a la categoría de monumento la cueva, dijo, tras conocer la sentencia, que “aunque sean falsas, son un monumento digno de ser conservado”. Quien no se consuela es porque no quiere...


EPÍLOGO

Una noticia aparecida en el Diario Vasco en 2005 puso de manifiesto que el buen Serafín no había descuidado sus artes. Según la juez instructora de Vitoria, el pintor rupestre, «defraudó un mínimo de 174.755, 57 euros a Basconia, la empresa en la que trabajó hasta 2005 como encargado de la mecanización de la contabilidad. La juez señala textualmente que Ruiz «distraía cheques» que clientes de Basconia remitían por correo en pago de sus deudas y los cobraba después «en cuentas abiertas a su nombre». Y, para evitar que le descubieran, agrega, «asentaba partidas inexistentes en los libros de contabilidad, simulando pagos a proveedores que no se correspondían con la realidad».





FUENTES

TROCCHIO, FEDERICO DI, Las mentiras de la ciencia, 1993, pp. 403-405

Hemerotecas: El País, El Mundo, ABC, El diario Vasco


1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre, dispuestos a premiar antes lo espectacular que cualquier otra cosa :(