miércoles, 12 de marzo de 2008

Wimbledon contra Cádiz

La vida de Edward Cecil, pese a su notable carrera al frente de tropas inglesas en el continente, distaba mucho de parecerse a la de su abuelo. Mientras que éste había sido primer ministro durante los años de la reina Isabel, Cecil no tenía en su haber más que algunas victorias de juventud. Pero de aquello hacía más de veinticinco años y, a sus cincuenta y tres años, no parecía destinado a convertirse en héroe nacional. Al mando de tropas holandesas en los Paises Bajos era considerado un competente oficial. Uno más.



Sin embargo, en 1625, la oportunidad se presentó ante Cecil. Una carta del duque de Buckingham, George Villiers, con el que últimamente había trabado una buena relación le ofrecía la oportunidad de convertirse en un nuevo Drake. Buckingham planeaba una expedición contra España pero su salud se había debilitado y el rey insistía en mantenerlo ocupado realizando tareas diplomáticas. Lo que Buckingham pedía a Cecil era que se hiciera cargo de la flota inglesa en su asalto a aguas españolas. Una oportunidad única de conseguir fama y renombre.


El plan era una idea de Buckimgham, así que él mismo se encargó de planear la expedición, escoger a los comandantes y pertrechar naves y hombres. La excusa para atacar era el tratamiento que se le había dado en España cuando acudió, con el Príncipe de Gales, a solicitar la mano de la infanta María para el heredero inglés. Más probable parece que lo que Buckimgham quería reparar no era el honor sino el bolsillo, y que su objetivo real fuera la plata que llegaba a España desde América, intentando repetir las hazañas de la época isabelina. Fuera cual fuera el motivo de este ataque lo que es seguro es que no era una buena idea. El ejército inglés llevaba un cuarto de siglo sin entrar en acción, su dominio de los mares no era el que fue (ni el que volvería a ser) y ni Buckimgham ni el rey Carlos tenían una idea muy clara de como llevar a cabo la operación ni de lo que esperaban conseguir.




Cecil puso todo su empeño en llevar a buen puerto el ataque y devolver a su país la gloria perdida. No fue suficiente, sin embargo, su buena voluntad para culminar con éxito el asalto a Cádiz.










Los hombres de Cecil


Como buen comandante, Sir Edward Cecil quiso conocer a los hombres que iba a tener bajo sus órdenes. Se habían reclutado 10.000 soldados, una fuerza más que considerable. Pero no se parecían en nada a los hombres que Cecil había liderado en los Países Bajos, que llevaban casi un siglo de guerra permanente. Buckimgham había reclutado de manera forzosa a gran parte de los hombres. Se reclutaban deudores de Buckimgham o de sus amigos, amantes de esposas de cornudos a los que el duque debía favores, enemigos políticos... El resto del ejército se completó con reos. Entre estos “soldados” había retrasados mentales, lisiados, enfermos y varios hombres de más de sesenta años.


A la espera de embarcar, los "reclutas" fueron alojados en pensiones, establos o simplemente dormían por las calles. Para que no causaran disturbios, Buckimgham decidió que todas las armas estuvieran en las naves de modo que no tuvieran acceso a ellas en suelo inglés. Esto impidió que los hombres se familiarizasen ellas ya que algunos de ellos no habían tenido nunca un mosquete en sus manos. Tampoco había uniformes disponibles y la mayoría de ellos iban envueltos en harapos. Cecil escribió una carta al rey quejándose de que muchos de los soldados bajo su mando no tuvieran ni siquiera pantalones.

Ya que el ejército del que iba a disponer para desembarcar no era lo que se dice una fuerza de élite, Cecil puso sus esperanzas en la gloriosa Armada Inglesa. Pero, como hemos dicho, las cosas ya no eran como antes. La última expedición a tener en cuenta por las naves del Reino Unido había sido precisamente una expedición contra Cádiz en la que se obtuvo un importante éxito sobre las tropas españolas, además de un sustancioso botín. Pero de aquello hacía ya tres décadas.


La fuerza reunida era notable, casi cien buques iban a participar en la operación. Pero, a pesar de la cantidad, la calidad dejaba mucho que desear. Sólo había nueve grandes galeras de guerra, las acompañaban veinte mercantes armados y el resto eran buques carboneros de Newcastle cargados con cañones. Y ni siquiera las galeras eran nada del otro mundo, databan de la época de la Armada Invencible, la mayoría de ellas aun conservaban las mismas velas y cuerdas y sus cascos no habían sido limpiados ni reparados. Por si esto fuera poco, las provisiones embarcadas eran escasas y estaban en mal estado ya antes de partir. Como detalle positivo, quince barcos holandeses al mando de Guillermo de Nassau, bastardo del príncipe Mauricio, reforzaron la flota inglesa.

Quedaba una última esperanza para Cecil: los mandos. Pero los comandantes elegidos por Buckimgham no tenían ninguna experiencia. El duque había dejado de lado a los veteranos comandantes y había puesto al mando de los barcos a sus amigos.


Cecil no se desesperó y preparó minuciosamente un libro con los detalles de la operación, las órdenes generales y las señales que se iban a emplear. Una copia de este libro debía ser entregada a cada capitán. Es posible que hubiera sido útil de no ser por que no llegó a manos de sus destinatarios hasta que las naves regresaron de la expedición.


Antes de partir, Cecil fue nombrado vizconde de Wimbledon. Se supone que para afianzar su autoridad frente al resto de capitanes, también pares.



El viaje

Tras un amago en que la flota fue dispersada por una tormenta, y hubo de volver a reunirse en Plymouth días después, las naves zarparon definitivamente rumbo a Cádiz. Nada más partir, comenzaron los problemas. Las galeras comenzaron a hacer agua y gran parte de sus hombres estaban empleados a tiempo completo achicando agua. La Lyon tuvo que regresar ya que estaba a punto de hundirse.


Las deficiencias de la labor de aprovisionamiento se hicieron notar a los pocos días. La comida era escasa y estaba en mal estado. Cecil se vio obligado a imponer racionamiento de provisiones nada más comenzar el viaje.

El tiempo tampoco ayudó demasiado. Las tormentas los acompañaron durante todo el recorrido. La Long Robert se hundió con todos sus hombres y el resto de barcos sufrieron importantes daños. Se perdieron la mayoría de las lanchas en las que iban a ser desembarcados los hombres. La comida, ya de por si asquerosa, se humedeció y comenzó a pudrirse. La pólvora estaba mojada y las vías de agua en las naves se multiplicaban.


Pese a todo lo dicho, la flota inglesa llegó finalmente a Cádiz.


En Cádiz

La primera sorpresa desagradable que se llevó Wimbledon cuando llegó a su destino procedía de sus propias bodegas. Cuando se abrieron las cajas donde iban las armas se descubrió que más de la mitad de los mosquetes carecían de un detalle importante, no tenían boca. La mayor parte de la munición era del calibre equivocado y muchos de los moldes para fabricar más se habían deformado durante las tormentas.


Pero Cecil había tenido tiempo de acostumbrarse a los desastres durante el viaje y no se dejó vencer por la adversidad. Ordenó a Essex que dirigiera su escuadra hacia el Puerto de Santa María y fondeara allí para establecer una cabeza de puente y que el resto de naves pudieran desembarcar a los hombres. Essex, sin embargo, tenía otras ideas en mente. Su padre había sido un héroe del famoso asalto a Cádiz de 1596 y Essex estaba decidido a repetir las hazañas familiares. A toda velocidad encaminó sus naves, con el Swiftsure, su buque insignia a la cabeza, en dirección a los galeones españoles fondeados en la bahía. Wimbledon observó impotente desde su galera como Essex, desobedeciendo sus órdenes, se lanzaba en solitario al ataque y era frenado por las baterías de artillería de Cádiz el tiempo suficiente para que todos los barcos españoles escaparan. Los ingleses perdían así cualquier oportunidad de capturar los galeones españoles.

Los más de cien buques se quedaron entonces fondeados en plena bahía de Cádiz sin que su comandante tuviera muy claro que hacer a continuación. La oportunidad se presentó por sorpresa. Los ingleses tenían una quintacolumna inesperada en Cádiz. Jenkinson era un comerciante inglés que en ese momento hacia negocios en la ciudad española. Cuando divisó a la flota inglesa se apresuró en remar a través de la bahía hasta el buque insignia para informar a Wimbledon de que Cádiz estaba completamente desprotegida. Apenas unas decenas de hombres formaban la guarnición de la ciudad y si los ingleses atacaban ahora podrían obtener fácilmente una importante plaza en la península. La oportunidad era única y cualquier comandante decidido probablemente la habría aprovechado sin dudarlo pero Wimbledon peco de prudencia. Pensó que antes de atacar Cádiz debía cortar las vías de llegada de refuerzos. Wimbledon consideraba imprescindible tomar El Puntal antes de intentarlo con Cádiz para guardarse las espaldas. Ordenó a los barcos holandeses y a los carboneros que atacaran el fuerte con toda su artillería. Los carboneros desobedecieron las ordenes y se quedaron atrás deliberadamente. Los holandeses se quejaron de que estaban enfrentándose ellos solos a todo El Puntal (en realidad era una pequeña guarnición) y los carboneros fueron obligados por Wimbledon en persona a participar en el ataque. Poco después los holandeses se volvían a quejar, esta vez para pedir que los carboneros se largaran lo más lejos posible. Al parecer, tenían tan mala puntería que los proyectiles pasaban más cerca de los propios holandeses que del fuerte.


Cuando, tras el intensivo bombardeo, se decidió el desembarco las cosas no fueron mucho mejor. Sir John Burroughs, desobedeciendo las órdenes de Wimbledon, desembarcó justo debajo del fuerte y él y sus hombres fueron rápidamente barridos por la artillería del Puntal.


Finalmente, tras veinticuatro horas desde la decisión de tomar el fuerte, éste estaba en manos de los ingleses. Pero lo cierto es que ya daba igual. Mientras un pequeño grupo de hombres defendía el fuerte frente a los ingleses, el gobernador de Cádiz había mandado un mensaje pidiendo ayuda al duque de Medina Sidonia. Éste había mandado su ejercito a la ciudad mientras los ingleses luchaban por El Puntal y ahora Cádiz era inexpugnable.


Antes, Wimbledon se encontraba en mitad de la bahía de Cádiz, al mando de cien naves y sin saber que hacer. Ahora estaba al mando de diez mil hombres, en tierra enemiga y seguía sin tener la más mínima idea de que hacer a continuación. Llegaron rumores de que se habían divisado barcos españoles en el puente de Zuazo así que decidió acudir con su ejército a intentar asaltarlos. Cuando se descubrió que era una falsa alarma, Wimbledon tomó una decisión realmente extraña. Decidió seguir avanzando sin un propósito definido. Y no es una especulación de los historiadores sobre lo que había en la cabeza de Cecil sino que él describe así sus pensamientos en un relato posterior de la expedición:


Parece que se trataba de una falsa alarma. Pero puesto que ya hemos avanzado tanto, si os parece podríamos continuar haciéndolo. Quizá sepamos algo o veamos algún enemigo. De no ser así, por lo menos sabremos cómo es ese puente del que tanto hablan.


Cuando el ejercito estaba atravesando las salinas de la zona se llevaron una nueva y desagradable sorpresa. Nadie había desembarcado provisiones ni agua. Wimbledon mandó un grupo de hombres de vuelta a los barcos a por ellas y nunca más volvió a saber de ellos. Así estaban, sin agua en mitad de unas salinas, en territorio enemigo y avanzando a ciegas. Cuando los hombres estaban al borde de la rebelión, llegaron a unos edificios propiedad de Medina Sidonia. Al inspeccionarlos descubrieron que sus habitantes habían huido y decidieron acampar a pasar la noche. Los sedientos soldaron vieron el cielo cuando descubrieron lo que se escondía en las bodegas de los caserones. Vino. Barriles y más barriles de Jerez que se apresuraron a saquear. Este incidente es el origen de una teoría (leyenda más bien) que afirma que el objetivo real de los ingleses era hacerse con el preciado vino que ellos llamaban sherry. No pongo en duda la calidad de este vino pero parece poco probable el envió de toda la flota inglesa para robar unos barriles de Jerez.


Wimbledom se encontró entonces rodeado de una turba de hombres hambrientos, al borde de la rebelión y, además, borrachos. Intentó impedir que se distribuyera el alcohol pero fue peor aún. Cuando los oficiales intentaron llevarse el vino los soldados dispararon contra ellos y el mismo Wimbledon hubo de ser protegido por su guardia personal.


El espectáculo al día siguiente era desolador. Diez mil hombres desperdigados, débiles y resacosos estaban tirados por lo suelos. Wimbledon comprendió por fin que aquello no tenía sentido alguno y emprendió el regreso a los barcos con los hombres que pudieron seguirle. De los que se quedaron atrás dieron cuenta los hombres de Medina Sidonia.


Una vez embarcado, Wimbledon aún intentó un par de asaltos a barcos españoles que venían de América perdiendo los ingleses unos cuantos buques. Finalmente, sin haber podido conseguir ninguno de los objetivos de la expedición Wimbledon puso rumbo a las islas británicas.


La vuelta al Reino Unido fue mucho peor que la ida. No se había conseguido aprovisionar las naves y los hombres estaban enfermos. Las vías de agua eran peores y muchos barcos se hundieron. Otros, con toda su tripulación enferma o muerta de hambre acababan perdidos a la deriva. Meses después continuaban llegando a las islas barcos que habían formado parte de la expedición a Cádiz. Algunos encallaban en las playas y otros llegaban con menos de una docena de hombres a bordo. Las ciudades costeras se llenaron de mendigos, hombres de la expedición que volvían a casa sin nada más que una salud destrozada y ni una miga de pan en el bolsillo.


Así acabó la expedición a Cádiz de 1626 ideada por el duque de Buckimgham. No aprendió nada de la experiencia pues años después planeó de igual modo un asalto a la isla de Ré con idénticos resultados.


BIBLIOGRAFIA

LAFUENTE, MODESTO, Historia General de España, 1862

REGAN, GEOFFREY, Historia de la incompetencia militar, 1987

TENENTI, ALBERTO, La Edad Moderna, 2000

VV. AA. Introducción a la Historia Moderna, 1994


http://en.wikisource.org/wiki/1911_Encyclop%C3%A6dia_Britannica/Buckingham%2C_George_Villiers%2C_1st_Duke_of





8 comentarios:

MetalPotato dijo...

Perfecto, como siempre, excepto por 300 años... Error tipográfico supongo ;)

Anónimo dijo...

jeje, que gran cagada la de estos ingleses xDDD

Por cierto, ¿no es 1626 en vez de 1926?

Muy interesante el blog.

Un saludo!

Ramón dijo...

Sip, se me ha colado
Ya esta arreglado.

Anónimo dijo...

Estupendo artículo, desconocía esta historia.

Anónimo dijo...

Hola, qué tal! Parabéns. Ti si que o curras. Sigue así, de parte dun fiel lector dende agora.
Graciñas

Anónimo dijo...

Hola, me encanta tu blog, solo una pregunta: no hubo una expedicion anterior capitaneada por Drake con objetivo Santander que acabo asaltando La Coruña? Me parece que no fue tan desastrosa como esta pero aun asi...

Ramón dijo...

Sí, si que existe esa expedición que comentas. En Historias con historia hay un magnífico artículo que habla de esa historia:
http://historiasconhistoria.blogia.com/2007/121501-la-armada-invencible...-inglesa..php


Además, Drake también comandó, anteriormente a la de Coruña,una expedición a Cádiz (otra) y en esta si que tuvo bastante éxito. Creo que se llevó por delante varios barcos destinados a la Armada Invencible

Thor dijo...

Que buen sitio, excelente y la historia mejor, buen golpe a esos oportunistas de antaño....