martes, 30 de junio de 2009

Y, sin embargo, no se mueve. 2


Y, sin embargo, no se mueve 2
Tres tramposos




La verdad es muy bonita

Bruce Willis (El último Boyscout)


¡Lisa! En esta casa se respetan las leyes de la termodinámica

Homer J. Simpson


Castillo de Weissenstein, Suiza, 1721

Movimiento Perpetuo no asalariado

Daniel Schumacher no sabía muy bien como se había metido en aquella situación. Él, que no era más que un simple bibliotecario, se encontraba de pronto de viaje por Europa con la misión de recopilar todo el saber disponible en temas de ciencia que hubiera en el mundo y llevarlo a su país. Y todo por la manía que le había entrado a su señor con aquello de modernizar el país.


Pedro I el Grande estaba poniéndolo todo patas arriba. Primero se había empeñado en incorporar a las mujeres a la vida pública. ¡Incluso les recomendaba que dejaran de cubrirse la cabeza! Más tarde le dio por popularizar eso que llamaban prensa y que ponía al alcance de cualquiera el conocimiento que antes tenían unos pocos. Finalmente, el zar puso su ojos en un creciente grupo de gente que medraba en Europa y que en los últimos tiempos estaban haciendo bastante ruido, sobretodo en Francia e Inglaterra. Se llamaban a si mismos filósofos naturales y se habían propuesto descubrir como funciona el mundo. Lo curioso es que, al parecer, lo estaban consiguiendo.


Schumacher observó todos los cambios que sacudían su país con la seguridad y la tranquilidad que le proporcionaba el hecho de saber que, fuera cual fuera la siguiente locura que se le ocurriese al zar, al último que iba a elegir para llevarla a cabo era a un bibliotecario. Se equivocó. Pedro I necesitaba a alguien inteligente y educado para fisgonear en los círculos científicos europeos; pero, por desgracia, su afición a las fiestas, a las orgías y a competiciones que incluían trenzas, alcohol y lanzamiento de hachas, le había llevado a rodearse de una corte poco interesada en la filosofía natural. Debió pensar entonces que quién puede ser más inteligente y educado que un bibliotecario. Como Terry Pratchett, Pedro I debía pensar que si pones a la gente junto a un montón de libros el suficiente tiempo; al final, el conocimiento acaba fluyendo de unos a otros. Y así acabó Daniel Schumacher, bibliotecario de la corte que, en efecto, era inteligente y tenía una solida formación aunque no en ciencias, de gira por Europa, entrevistando a científicos, metiendo las narices en las recién creadas Academias y acumulando todo el saber que podía para llevarlo a Rusia. Hasta que llegó a un remoto castillo en Suiza.



Pedro I había proporcionado al bibliotecario una lista de tareas entre las que estaban comprar libros, invitar a los científicos a visitar Rusia o “traer un maestro que pueda hacer experimentos”. Una de las tareas era visitar a un tal Orffireus y ver si su máquina perpetua, esa de la que tanto se hablaba, podría tener alguna utilidad para Rusia.

Johann Bessler, alias Orffireus, era un extraño personaje que había paseado su móvil perpetuo por toda Europa. Se decía que su invento era auténtico ya que nadie había logrado descubrir trampa alguna, pero lo cierto era que Bessler nunca había permitido a nadie examinar el interior de su “rueda eterna”. Cada vez que algún escéptico entrometido insistía en examinar su máquina, Orffireus la destruía y se mudaba a otra ciudad donde volvía a construir su maravilloso invento. Con el tiempo, estos cambios de domicilio eran cada vez más frecuentes. Orffireus, enemigo de la falsa modestia, publicó un libro titulado «El célebre móvil perpetuo de Orffireus» y aseguró que solo dejaría examinar su rueda a quien le pagara una elevada suma de dinero.


El lugar donde Daniel Schumacher esperaba encontrar a Orffireus era el castillo de Weissenstein, una de cuyas salas era el último lugar conocido donde se había construido el móvil perpetuo. Por desgracia, Schumacher llegó tarde. Cuando el bibliotecario apareció por el castillo, la máquina no era más que un montón de astillas. El físico holandés Willem Jacob's Gravesande había mostrado un inquietante interés en conocer los mecanismos internos de la rueda de Orffireus y éste decidió destruirla y cambiar de nuevo de residencia.


Aunque Schumacher no pudo ver el móvil perpetuo si que llegó a tiempo de entrevistar a Orffireus, que todavía no había abandonado Weissenstein, con intención de averiguar que interés podría tener para el zar el famoso invento. Schumacher aseguró al inventor que su patrón podría gastarse mucho dinero en una máquina semejante pero que antes debían mostrársele pruebas de su funcionamiento. La respuesta fue clara: «Ponga en un lado 100 000 rublos y en el otro yo pongo la máquina» (Brodianski, Móvil perpetuo antes y ahora)


Antes de volver a Rusia Schumacher tuvo tiempo de entrevistar a Christian Wolff sobre la veracidad de las afirmaciones de Orffireus y de su máquina. Las opiniones negativas del Wolff quedaron reflejadas en el informe que presentó al zar. También en dicho informe figura la sensata opinión del propio bibliotecario sobre el asunto: «De este escrito Su Majestad Imperial puede ver que este móvil perpetuo no es muy perfecto»


Es posible que, años después, una vez el zar le había concedido el honor de ser el primer director de la recién creada Academia de las Ciencias de San Petersburgo, Schumacher tuviera noticia del destino de Orffireus. De ser así, probablemente no se habría extrañado al conocer que el inventor había caído en desgracia tras descubrirse que su famosa rueda era un fraude. Sus criados y su mujer lo denunciaron públicamente. Ellos eran quienes, instalados en la habitación contigua a la máquina, giraban una rueda que, conectada mediante ejes ocultos, hacia moverse la máquina. La razón por la que decidieron contar la verdad era que Orffireus nunca había compartido con ellos el dinero que ganaba exponiendo su invento. Ni siquiera les pagaba un sueldo por el trabajo extra.

El caso de Orffireus podría servir como ejemplo de la primera ley de la termodinámica aplicada al mundo laboral: el trabajo no es gratis.



California, 1966

El motor semestral de Mr. Papp y el físico impertinente




Puede que Mr. Papp fuera un tramposo más en la larga lista de inventores de máquinas perpetuas pero no se puede negar que tenía estilo. A la hora de hacer una puesta en escena impactante Mr. Papp no tenía rival.


La historia de Mr. Papp comienza en el mar, una noche de verano de 1966, a escasa distancia de las costas francesas. Un barco pesquero que salía a faenar del puerto de Brest se encontró con una balsa hinchable a la deriva. Al acercarse descubrieron que estaba ocupada por un hombre al que se apresuraron a subir a bordo. El náufrago iba vestido como un piloto de la segunda guerra mundial, incluyendo el casco y las gafas, y se presentó como Josef Papp, ingeniero canadiense (aunque luego se descubrió que era húngaro). Cuando los pescadores le interrogaron sobre su situación, el naufrago relató como acababa de escapar por los pelos de una muerte segura ya que su submarino había sufrido un accidente. Los marineros preocupados le preguntaron por el resto de la tripulación pero Mr. Papp se apresuró a tranquilizarlos: no había ninguna tripulación. Josef Papp aseguró que acababa de cruzar el Atlántico en solitario, en un viaje de tan solo trece horas de duración, a bordo de un submarino a reacción que había construido en el garaje de su casa.


La prensa no tardó en dar una gran cobertura al caso Papp. Poco importó lo increíble que resultaba el submarino que afirmaba haber construido y que, según él, alcanzaba los 500 km/h. Tampoco se tuvo en cuenta el hecho de que los marineros que lo rescataron encontraron dos billetes de avión en la chaqueta del ingeniero. Eran para el vuelo Montreal-París. Ida y vuelta. Y el de ida había sido usado. Ni siquiera se prestó atención a los pasajeros del vuelo que reconocieron a Mr. Papp y afirmaron haber viajado con él de Canada a Francia. La verdad no importó demasiado a la prensa, la historia que contaba Josef Papp era mucho más interesante.


Una vez convertido en celebridad, Mr. Papp anunció al mundo su nuevo invento: el motor eterno. Bueno, eterno, lo que se dice eterno no era. Más bien semestral. Pero a efectos prácticos podemos tratarlo como una máquina de movimiento perpetuo. Según Papp, un coche equipado con uno de sus motores podría funcionar durante seis meses a pleno rendimiento antes de necesitar repostar. El repostaje consistía en la inyección de una mezcla de gases directamente en los cilindros y otorgaba al vehículo seis meses más de autonomía.


Eran los años sesenta y Mr. Papp supo adaptar a la perfección el fraude del movimiento perpetuo a los nuevos tiempos. Por primera vez encontramos elementos que luego serían comunes en este tipo de fraudes. Papp hacía hincapié en las virtudes ecológicas de su motor. Según él, su máquina no producía ningún tipo de contaminación atmosférica y los gases que necesitaba para funcionar se obtenían de manera sencilla sin destruir el medio ambiente. Además del ecologismo, otro movimiento hijo de los sesenta era clave en la historia del ingeniero: el conspiracionismo. Papp aseguraba haber estado negociando la venta de su motor con algunos fabricantes de automóviles pero, a pesar del interés que tenían varias marcas en adquirir su producto, las compañías petroleras habían presionado para que las creaciones de Papp no encontraran comprador.


Mr. Papp, con los medios dando cobertura a todo lo que decía, anunció al mundo su motor perpetuo semestral y fijó una fecha para la presentación oficial de su invento. Sería ese mismo año en California. Cualquiera podría asistir a la puesta de largo del motor y, tras ese día, las compañías petroleras no podrían seguir negando la existencia de la máquina que iba a cambiar el mundo. Lo que no sabía Josef Papp era que en California iba a encontrarse con la horma de su zapato.

Un grupo de estudiantes de física de Caltech se enteraron de las hazañas de del ingeniero del submarino a reacción y decidieron acudir a la presentación de su motor. Para horror de Mr. Papp los estudiantes convencieron a uno de sus profesores para que fuera con ellos.


El día en cuestión llegó y Mr. Papp y su invento se encontraron rodeados por decenas de interesados. Estudiantes, inversores, ingenieros y simples curiosos rodeaban al inventor y al coche en marcha que, en teoría, funcionaba gracias al maravilloso motor semestral. Entre todos ellos había una persona que estaba poniendo de los nervios a Josef Papp. Había llegado con los estudiantes de física y no paraba de burlar las medidas de seguridad para meter su nariz por todas partes. Además, mientras que el resto de la gente manifestaba su asombro, el entrometido no hacía más que formular preguntas incómodas del tipo: ¿Cómo es que, siendo un motor de combustión, suena como un motor eléctrico? ¿Qué encontraré si sigo esos cables que salen del coche y entran en esa construcción? ¿Puedo desenchufar ese cable? ¿Por qué solo va a estar funcionando un par de horas el coche? ¿Podría dejarlo en marcha un poco más?


Mr. Papp estaba desquiciado. Él quería impresionar a la prensa y aquel físico entrometido no hacía más que ponerlo en evidencia. El profesor no era otro que Richard Feynman y estaba consiguiendo que Papp se arrepintiera de haber elegido California para presentar su motor. En un momento dado, poco antes de que llegara la hora prevista para poner fin al acto de presentación, Josef Papp desapareció en el interior de un edificio y el infierno se desató. Una gran explosión convirtió en chatarra el motor semestral. Varias personas resultaron heridas, dos de ellas de gravedad, y una murió a causa del impacto de una de las piezas del motor que le atravesó el pecho.


La investigación posterior no consiguió determinar la causa de la explosión. Mr. Papp acusó a Richar Feynman de trabajar de forma encubierta para las petroleras y haber saboteado su invento. Feynman, por su parte, escribió un artículo relatando lo sucedido y expresando sus sospechas de que el autor de la explosión había sido el propio Josef Papp que veía así reforzada su tesis conspiracionista.


Mr. Papp y su motor se fueron disolviendo en el olvido con el paso del tiempo aunque hoy en día aun existen varios grupos de defensores del inventor. Afirman que Papp se llevó a la tumba su secreto y nunca podremos disfrutar de su motor ya que alguien (lease petroleras, CIA, Illuminatis, masones, o cualquier otro grupo a gusto del consumidor conspiranóico) se había encargado de eliminar los registros de sus patentes. Lo cierto es que las patentes de Josef Papp no han sido eliminadas, siguen a disposición de cualquiera en la Oficina de Patentes Americana: Patente 1, Patente 2, Patente 3. Después de treinta años siguen esperando a que alguien consiga hacerlas funcionar.


Nueva Orleans, 1984

El astronauta que acabó con el movimiento perpetuo


El Superdome de Nueva Orleans es un gran estadio con capacidad para casi setenta mil espectadores. Suele ser escenario de acontecimientos deportivos, conciertos o actos políticos durante las campañas electorales. Recientemente su nombre se hizo popular debido al papel que jugó durante el desastre causado por el Katrina. En su interior se refugiaron miles de personas y, pese a sufrir considerables daños, el edificio aguantó.



En 1984 un mecánico llamado Joseph Newman alquiló el Superdome durante una semana completa. Cada día, miles de personas acudían a ver al hombre destinado a cambiar el rumbo de la historia. Newman estaba librando una cruzada y necesitaba la ayuda de la opinión publica. Los espectáculos en el Superdome eran la culminación de una campaña que había consistido en apariciones en televisión, radio y numerosas entrevistas en periódicos y revistas. En el Superdome, Newman aparecía ante su público subido en un coche y daba varias vueltas saludando a la gente que no dejaba de aplaudirle. Después detenía el vehículo y pronunciaba la frase que hacia enloquecer al público: “Este coche podría estar dando vueltas de forma indefinida. ¡No necesita combustible!”


La historia de Newman era una buena historia para la prensa. El clásico enfrentamiento de David contra Goliat que encanta a los medios. Joseph Newman aseguraba haber descubierto un motor que no necesitaba combustible. Su máquina, afirmaba, producía mas energía de la que consumía. Era la clase de descubrimiento que pondría al mundo patas arriba, una revolución energética mucho más importante que cualquiera de las precedentes. Pero había un problema: la Oficina de Patentes no quería aceptar el diseño de Newman.


Desde principios del siglo XX la Oficina de Patentes de los Estados Unidos no admite diseños de móviles perpetuos. Era una cuestión práctica, el aluvión de este tipo de diseños durante el siglo XIX fue tal que en la oficina de patentes decidieron establecer una norma para cerrar el grifo. Solo serían aceptadas patentes de este tipo si el inventor en cuestión era capaz de mostrar su máquina en funcionamiento. El motor de Papp consiguió eludir esta regla ya que no era un móvil perpetuo propiamente dicho al necesitar una inyección de gas cada seis meses. Pero el invento de Newman fue rechazado.


Newman denunció a la Oficina de Patentes pero perdió. El juez decidió aprender termodinámica por su cuenta durante el juicio y llegó a la conclusión de que el motor de Newman era un móvil perpetuo y por lo tanto no tenía derecho a patente a no ser que demostrara su funcionamiento. Newman inició entonces su campaña publicitaria por diversos medios de comunicación. Quería conseguir los apoyos necesarios para que el Congreso de los Estados Unidos forzara a la Oficina de Patentes a aceptar su invento. Y los consiguió.


Joseph Newman se presentó para hablar ante el Congreso el 29 de julio de 1986 de la mano del senador por Misissipi Thad Cochran y con el apoyo de varios senadores más. Después de perder su anterior juicio Newman modificó la teoría según la cual funcionaba su dispositivo. Ahora aseguraba que no era un móvil perpetuo lo que había inventado. Explicó a los congresistas que su máquina sí que consumía energía, de hecho se devoraba a si misma según la ecuación de Einstein (E=mc2), debido a lo cual podía permanecer en funcionamiento miles de años sin poder ser considerado un móvil perpetuo estrictamente hablando. Aunque esto no era más que una argucia para burlar la norma de la Oficina de Patentes la mayoría de los congresistas eran incapaces de apreciar la trampa. Su formación era en derecho o en economía y no tenían ni idea de formulas, móviles perpetuos o máquinas que se devoraban a si mismas. Lo único que veían era a un amable y sincero mecánico al que la gente adoraba y cuyo invento supondría un ahorro de miles de millones de dólares. Además su creación estaba avalada por un informe del ingeniero electrónico William Schuyler.

Fue entonces cuando un astronauta carraspeó y pidió la palabra. John Glenn, antiguo heroe de la NASA y primer americano en órbita, era por aquel entonces senador por Ohio y, probablemente, el único en toda la sala con los conocimientos necesarios para olerse el engaño de Newman. La pregunta de Glenn dejó a Newman sin habla por primera vez en toda su comparecencia:

-Se trata de un problema bastante sencillo -dijo-. Se mide la energía de entrada y la energía de salida, y se mira cual de las dos es mayor. ¿Estaría el señor Newman de acuerdo con esto? Si lo está -continuó Glenn sin esperar respuesta-, ¿qué laboratorio le gustaría que hiciera las mediciones?”

Robert L. Park, Ciencia o vudú


La única respuesta que Newman consiguió articular consistió en algunos balbuceos sobre el insulto que tal prueba supondría para los científicos que ya habían examinado su invento. A pesar de todo, no fue la pregunta de Glenn lo que hizo que el Congreso rechazara la petición de patente de Newman sino una carta que pasaron al astronauta en la que quedaba probada la relación personal de Joseph Newman con William Schuyler, que había realizado el informe favorable a su máquina. Como ya he dicho, la mayoría de congresistas eran abogados y no tenían la mas mínima idea de física, pero sabían oler un conflicto de intereses a kilómetros. No fueron las leyes de la termodinámica las que desbarataron el negocio de Newman, sino las leyes federales.




EPÍLOGO

Los tramposos del movimiento perpetuo han sido muchos y siguen apareciendo en los medios regularmente. Después de prometer la solución a los problemas energéticos de la humanidad en algún informativo veraniego suelen caer en el olvido, incapaces de mostrar sus inventos en funcionamiento (Vease el caso Steorn)


Brodianski, V.M., Movimiento perpetuo antes y ahora

Cronología de las máquinas de movimiento perpetuo

Orffireus

Artículo de Feynman sobre el incidente de Mr. Papp

Relación de inventores de móviles perpetuos

Kilty, Kevin T., Perpetual Motion

Kaku, Michio, Física de lo imposible

Park, Robert L., Ciencia o vudú



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martes, 26 de mayo de 2009

Y, sin embargo, no se mueve. 1

El juego


No puedes ganar

No puedes empatar

Ni siquiera puedes abandonar la partida

Anónimo






Imagina un juego. El único jugador, que tengamos constancia, se llama ser humano. La partida es bastante larga, lleva en marcha unos cuantos miles de años. El objetivo es simple: crear trabajo. Cuanto más trabajo y de forma más eficiente produzcamos, mejor. Nadie nos obliga a jugarlo y, sin embargo, no existe grupo humano que no lo haya jugado a conciencia a lo largo de su historia.


Imaginemos ahora una comunidad humana que está empezando a jugar. Al principio la partida no pinta nada bien, únicamente disponemos de nuestro cuerpo para producir trabajo y, seamos sinceros, nuestro cuerpo no es gran cosa. La potencia que podemos ejercer por nosotros mismos es, más o menos, de medio caballo de vapor. No es mucho. Poco trabajo podemos producir con eso. Los “machos alfa” de nuestro grupo imaginario a lo mejor llegan a 1 cv de potencia (ser potente es uno de los requisitos para el oficio de “macho de alfa”) pero eso tampoco es para tirar cohetes. Además, solo podemos desplegar nuestra máxima potencia durante un breve periodo de tiempo. Después quedamos agotados porque resulta que, además de poco potente, el ser humano tampoco dispone de mucha energía para gastar.


Por si todo esto fuera poco, empleamos cerca de un veinte por ciento de nuestras reservas de energía en mantener en funcionamiento un extraño aparato. Se le suele calificar como el nova mas de la perfección en el mundo natural, un milagro, un ordenador maravilloso y preciso que nos ha regalado la evolución: el cerebro humano. El caso es que, cuanto más sabemos sobre el cerebro, menos se parece a la imagen clásica de supercomputador. De hecho, si continuamos con las analogías informáticas el cerebro se parecería mas a un PC destartalado y obsoleto al que le hemos ido añadiendo memoria y procesadores, lleno de parches, bucles, empalmes y remiendos con cinta aislante. Además, todavía no tenemos mucha idea de como funciona el software; ni el que trae de serie, ni el que vamos instalando con el paso del tiempo. Sea como sea, flamante computador o cacharro al borde del colapso, el cerebro funciona. Y funciona lo suficientemente bien para recuperar con creces ese veinte por ciento de energía que invertimos en él. Lo cierto es que el cerebro es nuestra mejor baza en el juego del trabajo.


A estas alturas supongo que te estarás preguntando sobre la importancia de este supuesto juego y, sobretodo, por qué hablo de él en un blog sobre errores o trampas. La respuesta a la segunda pregunta es simple: yo quería hablar de un grupo de tramposos pero no puedo hacerlo sin antes explicar el juego al que intentaron hacer trampas. Y respecto a la primera pregunta la respuesta es que este juego es muy importante. Tanto que si pudiéramos estar presentes en los momentos de cambio o desarrollo más significativos, para bien o para mal, de la humanidad y nos permitieran echar un vistazo entre bastidores descubriríamos algo sorprendente. Allí, ocultos en las páginas de los libros de historia tras los reyes y los generales, están los jugadores. Cada gran cambio histórico esconde una apasionante partida de este juego.





Las primeras civilizaciones humanas fueron posibles gracias a grandes jugadores. Ellos fueron los que consiguieron la rueda, la polea, la palanca, la grúa, la organización del trabajo o el plano inclinado. Otros pensaron que lo mejor era poner en nómina a la naturaleza y que ella se encargara del trabajo duro. Así se ganó la partida de la domesticación del buey (que tiene la potencia de varios seres humanos y además recarga él solo sus reservas de energía pastando) y la del uso de las crecidas de los ríos para irrigar los campos sin mover un dedo. Por primera vez, se producían alimentos para un porrón de gente con el trabajo de muy pocos. Esto condujo a una situación completamente nueva para el ser humano: un montón de personas, un número nunca antes visto, se habían establecido juntas de forma permanente y la gran mayoría de ellas no tenía nada que hacer. Aquellos que no tenían que trabajar en la obtención de sustento se dedicaron a sus hobbies: inventar la escritura, los gobiernos, los números, los oficios, el comercio, la religión organizada, los ejércitos, la arquitectura, las leyes y, también, descubrir nuevas formas de producir trabajo. El juego no se detiene y estábamos empezando a pillarle el tranquillo.



Las reglas del juego

La termodinámica es curiosa. La primera vez que te enfrentas a ella, no la entiendes del todo. La segunda vez, crees que la has entendido, salvo algún detalle sin importancia. La tercera vez te das cuenta de que no la entiendes en absoluto pero estás tan acostumbrado a ella que ya no importa.

Arnold Sommerfeld



Las máquinas no crean fuerza, sólo la transforman,y todo aquel que espere otra cosa no entiende nada de mecánica.

Galileo



El juego no traía manual de instrucciones. Las reglas debían descubrirlas los jugadores por ellos mismos. Esto, en realidad, nunca supuso mayor problema: aunque las leyes generales no se descubrieran hasta hace relativamente poco, los seres humanos siempre han intuido las escasas reglas que gobiernan el juego del trabajo. Hemos tenido mucho tiempo para acostumbrarnos a ellas.


La primera regla es fácil: nada es gratis y el trabajo, menos. Y ahora, un breve inciso. Por trabajo me estoy refiriendo al proceso de transformar un tipo de energía en otra. Me explico. Pongámonos en la piel de un arquitecto egipcio (egipcio de los de antes, de los que construían estatuas de cuatro dedos). Le han encargado construir una pirámide. El tipo está un poco agobiado porque se le está echando el tiempo encima, apenas tiene dos o tres décadas para acabar la obra y ni siquiera han aparecido visitantes del espacio exterior para hacerle el trabajo. El caso es que nuestro arquitecto necesita mover unos pedruscos enormes y para eso hace falta mucha energía. Por supuesto él no puede hacerlo por si mismo, ya hemos visto que el cuerpo humano tiene escasas reservas de energía... Pero, ¿qué pasa si tenemos un montón de “cuerpos humanos”? Los egipcios tenían esclavos abundante mano de obra. El método, el cruel método, era sencillo: pon a tropecientos trabajadores a empujar la piedra. Cada uno ellos perderá energía en el proceso pero esa energía no desaparece, tan solo se transforma. Mediante el trabajo (empujar) la energía de los trabajadores esclavos pasa a la piedra transformada en energía cinética y, si ésta es suficiente, el pedrusco se moverá. El arquitecto podrá dormir tranquilo y los trabajadores esclavos planear un éxodo.


Un ejemplo más actual y menos bárbaro. Imaginemos que tenemos una lata de gasolina. Con simplemente aplicar una chispa al líquido tendremos grandes cantidades de calor pero resulta que lo que nosotros queremos no es calentarnos sino movernos. No pasa nada, tan solo tenemos que inventar una máquina que sea capaz de llevar a cabo el trabajo necesario para convertir calor en movimiento (motor de combustión interna). Es recomendable, si no queremos tener problemas, que nos proveamos también de una máquina que se encargue del trabajo inverso: volver a convertir el movimiento en calor. Se suelen llamar frenos.

Bien, vuelvo a las reglas del juego. La primera es simple: es imposible construir una máquina que, tras realizar un trabajo, produzca más energía de la que gasta. Sería como intentar hacer aparecer la energía de la nada y eso no esta bien. No es jugar limpio. Si esta regla no existiera podríamos construir un motor con un rendimiento energético de, por ejemplo, el 105%. Eso significa que el motor sería capaz de abastecerse a si mismo, conectando la salida a la entrada, y aun produciría un excedente energético del 5%. Con máquinas así la energía sería gratis, se acabó pagar la factura de la luz.


Pero, ¿y si no queremos excedente de energía?. A lo mejor solo queremos una máquina que se autoabastezca. Una máquina que se mantenga a sí misma en funcionamiento pero no produzca excedente de energía. Un rendimiento del 100% no viola la primera regla del juego. Aunque una máquina así no produciría trabajo útil, pues gastaría toda su energía en mantenerse a si misma, siempre la podríamos usar como adorno. Desgraciadamente la segunda regla del juego nos priva de tener un móvil perpetuo adornando nuestro despacho. Esta regla dice que, a no ser que consigamos temperaturas de 0º absoluto, tampoco podemos construir nada con un rendimiento del 100%.


No existen máquinas perpetuas simplemente porque la energía se escabulle por todas partes. Volvamos a nuestro motor de combustión. Nosotros queríamos conseguir energía cinética, es decir movernos, pero eso es solo una parte de lo que en realidad obtenemos cuando ponemos en marcha el motor. Una parte muy alejada del 100%. Gran cantidad de energía se desperdicia en formas de ondas sonoras o de calor, tanta que hemos tenido que inventar mecanismos como el radiador, el tubo de escape o el silenciador para lidiar con toda esa energía desbocada. Y nosotros solo queríamos movimiento.


Por último, por si alguien tenía pensado agarrarse a la letra pequeña de la segunda regla, está la tercera regla del juego. Es también clara y nos impide salirnos por la tangente: nunca, jamas, de ninguna manera, se puede alcanzar el 0º absoluto.


Ya conocemos el juego y sus instrucciones. En el próximo artículo hablaré de los tramposos.

En breve:

Y, sin embargo, no se mueve. 2

Los tramposos.


Notas:

- La cita de Galileo está sacada de aquí.

- La de Sommerfeld de Wikipedia


Disculpas:

- A los lectores habituales. Por no incluir ningún fraude en esta primera parte y salirme así de la temática del blog. Prometo que en la segunda parte hay estafadores de sobra para compensar.

- A los físicos por las patadas que acabo de darle a la termodinámica, por las simplificaciones imperdonables y por los errores que haya podido cometer.

- A los historiadores, por ventilarme la revolución neolítica con un par de frases chorras. Ah, y por poner una estatua de atrezzo al hablar de los egipcios (No he podido evitarlo)


Perdón a todos, pero necesitaba este artículo para poder escribir el siguiente. :-P

Corrijo el error de los esclavos egipcios. Cortesía de dos comentarios anónimos. ¡Gracias!

Para saber más sobre egipcios y esclavos: Construcción de pirámides



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miércoles, 8 de abril de 2009

¿Dónde están los monstruos?



Más allá hay monstruos escribía el cartógrafo medieval cuando llegaba a la parte del pergamino en la que sus conocimientos flaqueaban. Si nadie había vuelto tras intentar cruzar este mar o aquel desierto por algo sería, pensaría el maese. Allí había monstruos, sin duda. Lo cierto es que el cartógrafo jamás había visto un monstruo ni había conocido a nadie que lo hubiera visto. A pesar de ilustrar con sierpes y dragones los mares más inhóspitos, nunca se había encontrado con estos seres. De barcos hundidos por tormentas y de caravanas devoradas por la arena sí que tenía constancia, pero optaba por los monstruos cuando tenía que representar en sus portulanos un lugar del que nadie, que él supiera, había regresado. Esta muestra de irracionalidad, podrán pensar algunos, se debe sin duda a la época en la que le tocó vivir. Si el cartógrafo era un palurdo supersticioso es porque el medievo fue un tiempo de palurdos supersticiosos. Nada que ver con nosotros, “los de ahora”, mucho más sabios y racionales...

Lo cierto es que el cuento de los mapas medievales poblados de monstruos no es más que eso, un cuento. Al igual que la idea de contemplarnos a nosotros mismos como unos seres completamente distintos a los que vivieron nuestro pasado, cuando no eran más que nosotros ayer.

Los dibujos de monstruos en mapas antiguos no son un mito, pero sí algo anecdótico. De los cientos de mapas y portulanos que se conservan, los que tienen figuras fantásticas se pueden contar con los dedos (aquí hay una lista de mapas con seres mitológicos). En cuanto a la frase “Más allá hay monstruos”, que todo el mundo parece identificar con los mapas medievales, no es más que un invento moderno. No se conoce el origen del mito pero lo que es seguro es que esa frase no aparece en ningún mapa antiguo. Lo más parecido que podemos encontrar es un texto, escrito en la costa este de Asia, en el Globo Lenox, el segundo orbe terrestre más antiguo que se conoce, que reza: “HC SVNT DRACONES” (Aquí hay dragones, en latín) Eso es todo. La práctica totalidad de portulanos medievales se ceñían a las necesidades de comerciantes y navegantes; y éstos no querían monstruos sino distancias, ciudades, puertos, rutas y accidentes geográficos. Para la mayor parte de la gente, los monstruos eran parte del folklore, como ahora. Lo que preocupaba al pastor o al campesino era el tiempo, las plagas o el precio del grano. Como mucho los lobos. Pero, desde luego, no los dragones. Del mismo modo que hoy, por más que uno quiera creer, se preocupará por los grizzlies y no por los big-foots cuando se adentré en los bosques de Norteamérica. Y, si viaja en barco, aun siendo un amante del misterio, nuestro hombre de hoy estará atento al parte meteorológico, pendiente de las tormentas y no de los krakens. Si no es así, estaríamos hablando de lo que se suele llamar un imbécil clásico y de esos también había en la Edad Media. De hecho, son intemporales.


La difusión de los cuentos sobre monstruos, o sobre otras cosas fantásticas, tenía su nicho de mercado en el medievo. Solo que, al no haberse inventado todavía las revistas baratas ni los programadores de televisión, se difundía en forma de libros. De este subgénero poblado de dragones y unicornios, tenemos en España uno de los mejores ejemplos: el Jardín de las Flores Curiosas, de Torquemada. Antonio de Torquemada (no confundir con Tomás, el cabroncete, con el que no tenía ninguna relación) fue un autor de bestsellers del siglo XVI especializado en novelas de caballería. No podemos considerarlo un escritor medieval propiamente dicho pero, como en España llegamos tarde y mal a todo y el Renacimiento no fue una excepción, para el caso nos vale. Torquemada escribió su Jardín en forma de diálogo entre tres amigos y dividido en tratados. En cada uno de estos tratados, los amigos discuten sobre un tema misterioso. Un capítulo trata de lugares míticos, otro de monstruos, otro habla de poderes sobrehumanos y así hasta seis tratados sobre temas más o menos extraños.


Cervantes, en el Quijote, puso en boca del Cura una mordaz crítica al Olivante, otro libro de Torquemada, y de paso al Jardín de las Flores Curiosas:


El autor de este libro -dijo el Cura- fue el mismo que compuso a Jardín de Flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por mejor decir, menos mentiroso; sólo sé que éste irá al corral por disparatado y arrogante”


Hay que decir que el mundillo del misterio no ha evolucionado mucho: los argumentos que usaban los protagonistas del Jardín... para defender la existencia de los monstruos son exactamente los mismos a los usados hoy en día:


Yo no sé qué juzgar, porque tantos autores lo escriben y hacen mención de tantas monstruosidades, siendo tan graves y de tanta autoridad, que nos obligan a creer que los hay; y por otra parte, apenas se verá ahora ni se oirá de ninguno que haya en el mundo, ni que diga que lo ha visto, aunque nunca tanta parte de tierra se ha descubierto en el mundo, y no vemos que ni en la India Mayor, que los de la nación portuguesa han conquistado, ni en las indias occidentales se hayan hallado monstruos ningunos; pero en fin se entiende que es verdad lo que está escrito; y así, dicen que se han recogido a las montañas y partes que no son habitadas de gentes.”


A Torquemada ya le olía mal que los europeos no dejaran de llegar a tierras desconocidas y los dichosos monstruos no apareciesen por ningún lado. En la actualidad, a los monstruos la casa se les ha quedado mucho mas pequeña. Las montañas a las que se recogieron en el siglo XVI ahora tienen estaciones de esquí con tienda de regalos y las partes que no son habitadas de gentes seguro que son cruzadas por varios rallyes al año. Y los monstruos siguen sin aparecer. Google Earth no deja ni un pequeño espacio en blanco en el que escribir: Más allá hay monstruos, y en ninguna de sus fotos aparecen dragones.


Pero nada de esto importa. Hoy, como en la Edad Media, como siempre, sigue habiendo gente que, pasada la niñez, sigue creyendo en monstruos. Se llaman a si mismos criptozoólogos y a los monstruos los denominan críptidos; porque una cosa es creer en los monstruos y otra no sentir vergüenza al admitirlo. Usando estos términos la cosa queda entre académica y misteriosa, y los criptozoólogos pueden hablar en público de sus cosas de monstruos sin ruborizarse.


A los distintos tipos de monstruos también les han cambiado el nombre; se conoce que no quedaba serio ser investigador, con chaleco con bolsillos y todo, y que tu objeto de estudio sean los protagonistas de los libros de cuentos que leen tus hijos. Los dragones ahora suelen llamarse plesiosaurios (porque, sin duda, un inmenso reptil extinto hace millones de años es mucho mas creíble), viven en los lagos en lugar de en cuevas y, al contrario que sus tocayos prehistóricos, no necesitan emerger a respirar y solo suben a la superficie cuando su instinto les dice que se aproxima un turista con una cámara desenfocada. Al ser pocos y estar todos fichados, cada dragón tiene nombre propio, como los de las sagas nórdicas. El más famoso de ellos se llama Nessie y vive en un frío lago escoces rodeado de castillos medievales, el ecosistema perfecto para que un dragón se críe de forma saludable.


Como uno no puede pasarse los años buscando monstruos sin presentar resultado alguno, los criptozoólogos hacen suyos los descubrimientos de nuevas especies por parte de los biólogos. Todos los manuales de criptozoología que he consultado comienzan con un listado de especies recientemente descubiertas, desde el celacanto hasta el okapi, incluyendo decenas de invertebrados y pequeñas aves, mamíferos o reptiles. Puesto que ninguna de esas especies ha sido descubierta por ningún criptozoólogo el argumento pierde un poco de fuerza: “Eh, si esos científicos de Oxford han descubierto quince especies de escarabajos peloteros, ¿por qué nadie cree en mi plesiosaurio de veinte metros?”

Pero el principal motivo por el que no hay que tomarse en serio este argumento es que ni los mismos criptozoólogos lo hacen. En realidad, los escarabajos peloteros, las ratas o los ciervos enanos que descubran los biólogos les importan un bledo a los criptozoólogos. Los meten en la introducción de sus libros para que parezcan serios, pero en el resto de capítulos no se vuelve a hablar de invertebrados ni de pequeños mamíferos por ningún lado. ¿A quien le importan los escarabajos teniendo monstruos? Perdón, críptidos. Se habla en esos libros de gigantes peludos de tres metros de altura que viven en el Himalaya, aunque no se sepa muy bien de que viven. También suele tener su capítulo especial el, atención, hombre-polilla, bicho que goza de especial fama por ser un dos por uno de lo paranormal, mitad críptido mitad extraterrestre. Y no puede faltar el chupacabras, monstruo sobre el que solo se sabe seguro el nombre. No he conseguido encontrar dos descripciones iguales de este ser, ni siquiera parecidas; desde un perro mutante hasta un vampiro del espacio, pasando por un canguro infernal (lo juro), el chupacabras puede tener cualquier aspecto. Aunque mi favorito es el hombre rana de Loveland, una criatura que vive en los lagos de Ohio y que es clavadito al triste hombre pez de “La mujer y el monstruo”


Así que, la próxima vez que pensemos en el medievo como ese oscuro periodo de la historia poblado de ignorantes supersticiosos que creían en los monstruos será mejor que nos paremos a pensar en el programa que echan por la noche en la tele, en los suplementos que regalan con los periódicos o en esos tipos serios que, con cuarenta años, todavía se dedican a perseguir monstruos y lo admiten sin rubor.


Puede que más allá haya monstruos, el problema es que cada vez hay menos más allá.


Angulo, Eduardo; Monstruos, 2007

Torquemada, Antonio; El jardín de las flores curiosas, 1570 (Descubrí este libro gracias a Exapamicron, un blog muy interesante repleto de rarezas y curiosidades. Os lo recomiendo.)

González/Heylen; Al límite criptozoología, 2002

González/Heylen/Sánchez; El gran libro de la criptozoología, 2008

Criptozoología


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martes, 17 de febrero de 2009

Felicidad



He sido elegido. Yo.


Estoy destinado a conocer el Secreto de la Felicidad Absoluta.


Sí, ya se que en este blog siempre he mantenido una postura escéptica con respecto a estos temas pero eso era solo porque el destino aún no me había señalado con el dedo. Es muy fácil apelar a la razón y alardear de incredulidad cuando no eres un Elegido, cuando no has atisbado el misterioso mundo que se esconde tras la cortina.


Hace unos días recibí una carta que iba a cambiar por completo mi vida. En cuanto vi el sobre comprendí que había algo extraño. A pesar de que en él se podía leer ¡¡¡CONTENIDO SECRETO!!!, el sobre era de esos con una ventanita de plástico trasparente en una esquina, por lo que se podía leer parte de lo escrito en las hojas del interior: TE HAN ELEGIDO A TI ¡¡¡Formas parte de los 7!!!

NOTA: Conviene, antes de seguir, aclarar algunas características propias del lenguaje usado por los que han alcanzado la felicidad. Las mayúsculas, por ejemplo, no se emplean únicamente en los nombres propios sino que su uso se extiende a todas aquellas palabras que nos parezcan Importantes. Si creemos que un término es MUY IMPORTANTE, debemos escribirlo por completo en mayúsculas.

Por otro lado, el signo de admiración también tiene un uso distinto al que le dan los no versados. El Lenguaje de la Felicidad invita a usarlo con generosidad hasta el punto de encerrar casi cada frase entre signos de admiración. Si la frase en cuestión hubiera requerido de una admiración en el habla normal (o habla infeliz), entonces usaremos dos. Como medida excepcional se podrán usar hasta tres exclamaciones, siempre y cuando el espectacular efecto que esto provoque esté justificado. (La pronunciación correcta de la triple exclamación, por ejemplo ¡¡¡Destino!!!, es, según los expertos consultados, una pronunciación chanante)

Ah, y los números se escriben siempre con cifras nunca con palabras.


La carta, Personal y Confidencial, venía de Madrid y estaba firmada por el Profesor Berthold von Graaf, del IFA (International Foundation for Abundance) El carácter único del profesor von Graaf le permite esas excentricidades propias de grande hombres tales como, en lugar de poner fecha en el encabezado de su misiva, poner hora:

Tras dejar bien clara, mediante admiraciones y mayúsculas, la suma importancia de la carta, von Graaf pasa a contarme el meollo del asunto:

Impresionante. Lo que más llamó mi atención no fue que el equipo del prestigioso Centro Internacional de Investigación de la Felicidad hubiera descubierto ¡el mayor secreto de nuestro tiempo!; tampoco fue la inmensa labor de ingeniería social que han tenido que realizar para montar un equipo con astrólogos, clarividentes, médiums y científicos (¡los más importantes!). No, lo mas impresionante de todo es esta parte: “¡...en seguida, y sin ningún esfuerzo de tu parte!” ¡Dolce far niente! Todos mis deseos, ¡los más profundos y los más urgentes!, se harán realidad sin que yo tenga que mover un dedo. Estos del Instituto de la Felicidad sí que saben, felicidad rápida, a domicilio y sin esfuerzo. Son el Telepizza de la felicidad. Fast Felicity.


Aunque llegado a este punto he de reconocer que me asaltó mi primera duda. Mi primera crisis de fe. ¿Y si el concepto de felicidad del profesor von Graaf no coincidía con el mio? Afortunadamente, como si me estuvieran leyendo la mente (probablemente así fue), el siguiente párrafo dejaba claro el asunto:

Los clásicos nunca fallan. Salud, dinero y amor. Me pregunté quienes serían los otros 6 afortunados que habían sido Elegidos como yo...


La carta seguía:


¡Acabáramos! ¡La poderosa fuerza elemental del universo y del cosmos! Las piezas comenzaban a encajar, aquello no podía ser un engaño. El mismísimo círculo secreto de los principales astrólogos y adivinos de Europa estaba detrás del asunto. Palabras mayores. Ya no cabía ninguna duda. ¡Si hasta venía en negrita y rodeado a boli! Soy un Elegido. ¡Soy uno de los 7!


No había rastro de duda en mí pero el profesor von Graaf, conocedor sin duda de mis artículos y, en consecuencia, de mi cerrazón mental pre-conversión, se había molestado en incluir en el sobre todas las pruebas necesarias para convencer hasta al más escéptico. Primero está el certificado oficial, firmado por el prestigioso notario Dr. Tutzig:

Por si esto fuera poco, se incluye también el manuscrito original en el que el Instituto de la Felicidad comunica a von Graaf que soy el Elegido:

Este es uno de esos detalles que dejan claro que estamos ante gente seria. Podían haber comunicado el MUY PODEROSO SECRETO usando el teléfono, el fax o el correo electrónico y, sin embargo, han usado una carta de las de toda la vida. Puede que, en lugar del servicio postal, hayan usado un cuervo para hacerla llegar a su ¡¡¡Destino!!! pero es una carta al fin y al cabo.

Aunque las pruebas son irrefutables y nadie en su sano juicio tendría dudas a estas alturas, von Graaf se permite incluir una evidencia más. La lista de los Elegidos:

En efecto, ahí estaba. La lista de los 7 y, bajo ésta, la lista de los 7 suplentes. Los nombres estaban tachados, sí, pero bajo el borrón se aprecia claramente que había un nombre escrito. No hay ninguna duda. Irrefutable.

Un incrédulo podría objetar la presencia de los 7 reservas. ¿Cómo se puede ser un Elegido Reserva? O eres Elegido o no, no se puede ser medio Elegido. Estos prejuicios no hacen más que poner de manifiesto la ignorancia de los escépticos. Desconocer los mecanismos por los que algo sucede no significa que no pueda suceder. Cualquiera de los integrantes del muy secreto círculo de magos podría explicar fácilmente el misterio de los Elegidos Reservas pero es una información demasiado IMPORTANTE como para revelársela a cualquiera. (Probablemente se trate de Algo Cuántico)


Por último, antes de irme a disfrutar de la Felicidad Absoluta, me gustaría contar un curioso incidente que, posteriormente, reconocí como una prueba de Fe. Justo después de leer la carta recibí un mail de un lector habitual de este blog. Con tristeza, mientras leía su correo, me di cuenta de que era un incrédulo que lo único que pretendía era que hiciera burla en esta página de algo tan serio como el Instituto de la Felicidad. Por supuesto, he ignorado sus maliciosas intenciones y espero haber tratado el tema en este artículo con toda la seriedad que merece.


Mas importante era que, en el mail, se incluía la carta escaneada. Al comparar su carta con la mía me di cuenta de algo asombroso: los 7 Elegidos y los 7 Reservas de su carta eran distintos a los de la que yo había recibido (a pesar de que los nombres están tachados, las ciudades de residencia no lo están y eran todas distintas) ¿14 Elegidos y 14 Reservas? ¿Cómo es eso posible? Si había 14 Elegidos por país, en toda Europa habría 154 y no 77. Alguien con la mente cuadriculada podría pensar que no salen las cuentas, si los Elegidos son 7, son 7 y punto, no 14. Por supuesto, estas dudas solo asaltaran a los cortos de mente y a los descreídos, para el resto de la gente esto no supondrá ningún misterio; hemos tenido dos milenios para familiarizarnos con la idea de que 3 son 1, ¿por que habría de resultar más extraño que 14 sean 7? El mismo principio que explica la Trinidad, explica también el Misterio de los 14 en 7 (más reservas) o el Misterio de los 154 en 77 (más reservas) Y sí, por si alguien se lo preguntaba, en la solución al Misterio de los Muchos en Pocos está involucrada la poderosa fuerza elemental del cosmos y del universo y unas cuantas Cosas Cuánticas.


Me voy a comprar la lotería.


  1. Los scans de la carta son cortesía de Marcos Andión. ¡¡¡Gracias!!!

  2. Hay muy pocas referencias a von Graatz en la web. Una de ellas, en Fraudalert, lo vincula a un timo en el que decía hablar en nombre del Instituto de Medicina Holística y pedía 75 dólares a los que respondían a su carta.





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